Andrés Ramos | 04 de noviembre de 2018
“Es lo mismo que hacían los nazis, pero con guante blanco”. Estas son las duras palabras que el papa Francisco pronunció el pasado 16 de junio, en el Vaticano, en una audiencia a los miembros de una asociación de familias, refiriéndose al aborto, cuyo proyecto de ley fue aprobado en la Cámara de Diputados de Argentina, el 14 de junio, con 129 votos, contra 125 y una abstención.
Una iniciativa que proponía el derecho al aborto hasta la semana 14ª de gestación e incluso hasta el final del embarazo en tres casos: violación; peligro para la vida o la salud física, psíquica y social de la madre; malformaciones fetales graves, es decir, el mal llamado aborto terapéutico, concepto que en sí mismo encierra una contradicción de términos, ya que ningún aborto salva o cura a nadie, que es lo que quieren referir con la palabra «terapéutico»; es decir, provocado pero justificado por razones médicas, queriendo diferenciarlo, de este modo, de la llamada interrupción voluntaria del embarazo o aborto. Esta ley, además, dice explícitamente: “Queda prohibida la objeción de conciencia e ideario institucional”, con penas de cárcel y otras posibles condenas, por lo que un numeroso grupo de profesionales de la salud reclamaron poder actuar siguiendo precisamente la propia conciencia e ideario.
El “no” al aborto en Argentina . Un triunfo del argumento que defiende las dos vidas
Es bien sabido lo que propone desde siempre la doctrina de la Iglesia, y que el santo papa Pablo VI definió en la encíclica Humanae Vitae, cuyo 50º aniversario estamos celebrando: “Hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas” (Humanae vitae, 14). La doctrina de la Iglesia es muy clara al respecto: “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2270), un derecho inherente a la persona, un derecho para toda vida.
En Argentina, el fuerte debate e incluso el enfrentamiento llegaron a la calle. A través de los medios de comunicación, pudimos conocer la intensidad con la que se vivió en la tierra de Francisco, entre los partidarios del aborto, militantes por la campaña nacional por el aborto seguro libre y gratuito, algunas ONG, diversas asociaciones y numerosos activistas por los derechos del aborto. Quizás detrás de todos ellos “la ideología de género y el feminismo que se impone con toda crudeza y agresividad”, tal como expresó el obispo auxiliar de Buenos Aires, el jesuita Ernesto Giobando, responsable del área de Niñez y Adolescencia de la Conferencia Episcopal Argentina.
Por otro lado, aquellos que, principalmente alentados por la Conferencia Episcopal Argentina, son invitados a participar en ese debate, a salir a la calle, a manifestar que no aceptan el principio de eliminar la vida del más débil: “Junto con todos los hombres y mujeres que descubren la vida como un don, los cristianos también queremos aportar nuestra voz, no para imponer una concepción religiosa sino a partir de nuestras convicciones razonables y humanas”, expresó la Conferencia Episcopal Argentina en su comunicado emitido 23 de febrero.
Aborto sin permiso paterno, una imposición ideológica contraria a la sensatez jurídica
Eucaristías y vigilias de oración, debates, recogida de firmas, más de 400 mil, y manifestaciones, denominadas el “ruidazo” o el “banderazo”, se celebraron frente al Congreso de la Nación Argentina, para proclamar la defensa de la vida del niño por nacer y de su madre, con pañuelos o banderas celestes, también en localidades como Paraná, Córdoba, San Miguel de Tucumán, Rosario y otras ciudades, en las que se pedía a los legisladores políticas que defiendan la vida, que promuevan los verdaderos desafíos que tienen las mujeres, sin descartar la vida por nacer, entonando consignas a favor de salvar las dos vidas, en contra del aborto terapéutico. La Iglesia no puede cambiar de postura sobre esta cuestión, pero se ha de comprometer, señala Francisco, a “acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza” (Evangelii gaudium, 214).
Finalmente, en una intensa sesión que se prolongó a lo largo de unas 16 horas, el Senado de Argentina rechazó el proyecto del aborto libre. De un total de 72 senadores, 38 votaron en contra de despenalizar el aborto, 31 a favor, dos se abstuvieron y hubo una ausencia; un debate que estamos seguros se volverá a abrir en próximos años. El resultado provocó una violenta reacción de diversos grupos que llevaron a cabo ataques a parroquias, profanación de templos, amenazas y carteles con consignas a favor del aborto y en contra de la Iglesia.