Fernando Lostao | 29 de julio de 2018
Fue la voz más recia del catolicismo español del siglo XX. Líder comprometido y polifacético, encarnó la justicia social, una misión que alimentó con su intensa vida espiritual.
Formador de personas, fundador de Obras, la voz más recia del catolicismo español del siglo XX… estas son algunas de las numerosas denominaciones con las que se ha conocido a Ángel Herrera Oria, laico comprometido con el mensaje de Cristo como nadie hasta los 50 años, y sucesivamente seminarista, sacerdote, obispo y cardenal hasta su fallecimiento en 1968, a los 82 años de edad. Hasta obispo rojo se le llego a llamar, quizás por el alto compromiso social de sus palabras, y sobre todo de sus obras.
Herrera Oria predicó y dio trigo, mucho trigo, y todo eso lo hizo porque entendió que esa era su misión en la vida, misión que alimentaba cada día gracias a su intensa vida espiritual, fuente de toda su inspiración, fuerza de sus obras, y seguro remanso en donde encontrar la paz en momentos de desasosiego o decepción.
Tuvo una enorme visión para intuir en donde concentrar los esfuerzos en cada momento, cuáles eran las claves en las que tenía que trabajar. No dejó casi ninguna faceta sin cubrir: periodismo, editoriales, enseñanza y universidad, política, sindicalismo, mundo agrario, primera alfabetización y, por supuesto, evangelización desde el primer anuncio hasta la formación sacerdotal. Pero si las estructuras existentes no eran suficientes para lo que él creía necesario, promovía otras nuevas, mostrando unas dotes de pionero y emprendedor extraordinarias, quizás poco valoradas.
Promovió la primera y la segunda Escuela de Periodismo en España, antecedentes directos de las Facultades de Ciencias de la Información, las ahora Facultades de Comunicación. La primera, en los años 30, ligada al periódico El Debate, y la segunda, la de la Iglesia, promovida por una de sus últimas obras, la Fundación Pablo VI. Fue uno de los grandes promotores de la nueva universidad privada en España a través del CEU (Centro de Estudios Universitarios), aprovechó la nueva legalización de los colegios mayores en 1943 para impulsar el San Pablo. Para apoyar a la cultura católica, promovió la Editorial Católica y la Biblioteca de Autores Cristianos. En su última época creo la Escuela de Ciudadanía Cristiana, como instrumento para la formación de líderes cristianos en el que la formación universitaria reglada era complementada con otro programa formativo paralelo, además de la acción social y caritativa que cada alumno debía realizar de modo obligatorio. «Pro bono comuni», por el bien común, ese fue el lema de esta escuela.
A nada le volvió la cara Ángel Herrera Oria; si había que mojarse en el mundo del sindicalismo y la acción política, lo hacía contribuyendo a la creación de sindicatos y partidos, presidiendo uno de ellos, Acción Nacional, luego Acción Popular, y llegando incluso a presentarse a elecciones de la República como diputado, aunque no resultara elegido… parecía claro que Dios le tenía reservado otras tareas.
Supo allegar fondos de los ricos para repartirlos a los pobres, dando peces y sobre todo enseñando a pescar. Ya como sacerdote creó el barrio pesquero de Maliaño en Santander, para proporcionar vivienda digna a muchos obreros de la mar, y ya como obispo de Málaga, no solo fue el autor principal de las famosas 250 escuelas-capillas repartidas por las sierras olvidadas de la provincia, donde aprendieron a leer nada más y nada menos que 30.000 personas, sino además creo en la propia diócesis un patronato de viviendas sociales e intervino decisivamente en el desarrollo del barrio modelo del Carranque.
Gran adalid de la Doctrina Social de la Iglesia, Herrera Oria encarnó la justicia social, y esta fue uno de sus grandes faros y guías. Se podrán decir de él muchas cosas, pero no que se limitó a la palabra o la teoría. Llevo a la realidad su pensamiento en forma de muchas obras, demostrando no solo una gran visión, sino además grandes dotes organizativas y capacidad de trabajo, con tenacidad y perseverancia supo entusiasmar a muchas personas, y elegir a eficaces colaboradores en los que delegaba altas responsabilidades, rasgos inequívocos de lo que hoy llamaríamos líder, y que tanto echamos de menos. Pero nada de esto lo hubiera podido hacer si no hubiera tenido la fuerza interior que le proporcionaba una rica vida espiritual.
Hoy el siervo de Dios Ángel Herrera Oria, cuyo proceso de beatificación se abrió en 1996 y desde el año 2010 está en Roma, es mucho más que una parte muy importante de nuestra historia, hoy es un modelo inmejorable al que mirar, un ejemplo vivo que seguir, y una fuente caudalosa de inspiración.