José Francisco Serrano Oceja | 16 de julio de 2018
Si no sonara mal, si se me entendiera bien, diría que el padre Luis Ladaria, hoy cardenal Ladaria, es un fino equilibrista que transita por el hilo de una de las funciones y servicios más ingratos de este momento de la historia en la Iglesia, la defensa de la doctrina de la fe, la salvaguarda del depósito, la maquinaria del siempre delicado progreso doctrinal.
Quién es Luis Ladaria, el nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe https://t.co/XpLCdJam8t
— ROME REPORTS (@romereportsesp) July 4, 2017
Y, sin embargo, el cardenal Luis Ladaria no parece que esté inquieto. ¿Por qué? La personalidad del jesuita Luis Ladaria es muy elocuente. Un hombre introvertido, de aguda inteligencia, de profunda sabiduría -que no solo conocimiento-, de indiscutible vida interior en el Espíritu. Un hombre que, como buen jesuita, no huye de las fronteras, pero que sabe de raíces y razones de la fe, de la esperanza y de la caridad. No hace mucho, un sacerdote que había asistido a los Ejercicios Espirituales con el padre Ladaria recordaba cómo este ejemplar director de almas se emocionaba cuando hablaba, en las meditaciones ignacianas, del amor de Dios, del misterio insondable de ese Dios que es amor. Por eso, en el funambulismo de la historia, el cardenal Ladaria presta un servicio impagable.
Este jesuita, nacido en Manacor, por tanto, de raíces insulares, ha dedicado muchos años de su vida al estudio de la teología, a pensar sobre el Dios vivo y verdadero. Profesor en las Universidades Pontificia de Comillas y Gregoriana de Roma, algunos libros suyos han marcado a generaciones de teólogos. Otras publicaciones, como El Dios vivo y verdadero y su Teología del pecado original y de la gracia, se siguen reeditando desde los años 90. Por cierto, una peculiaridad de su extenso currículum es que también es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en Hilario de Poitiers, su teología está anclada en dos polos, los Padres de la Iglesia y los pensadores de una modernidad que ha pretendido alejarse de Dios.
Los nuevos cardenales . Hombres de acción para ayudar al Papa en su tarea renovadora
Discreto y eficaz, arzobispo titular de la desaparecida diócesis de Thibica, amigo de Benedicto XVI, que lo nombró secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que ahora es prefecto, se caracteriza por su capacidad de escucha y diálogo, por su prudencia y por su fidelidad al magisterio de la Iglesia. No es persona dada a declaraciones periodísticas, a aparecer entre los focos del escenario del protagonismo mediático. Lo suyo es el trabajo del día a día, en silencio. Una labor destinada a clarificar, a aclarar, a poner en valor aquellas cuestiones que en la perspectiva de lo que creemos y lo que confesamos se olvidan con demasiada frecuencia.
El papa Francisco, un jesuita, ha creado cardenal a otro jesuita. De jesuita a jesuita para dar razones de la caridad y de la esperanza. La creación del cardenal Ladaria es el birrete de las raíces y de las razones de la fe.