Antonio Olivié | 25 de febrero de 2019
“Un puñetazo en el estómago”. Es la definición que uno de los responsables de la Comunicación del Vaticano, Andrea Tornielli, ha realizado sobre la cumbre sobre los abusos a menores celebrada estos días en Roma. Han sido jornadas de tensión, que partían de la escucha a las víctimas de abusos, con una fuerte carga emotiva.
Una vez asumido el dolor de las víctimas y la profundidad de la crisis, surgen las preguntas: ¿cómo se evitarán nuevos casos? ¿De qué forma se va a poner remedio al encubrimiento? Y la respuesta llega con dos medidas concretas: el Vaticano ha anunciado que afronta un cambio legislativo, con un documento «Motu proprio» centrado en la protección a menores y con una legislación propia en el Estado del Vaticano; además, se aportará un vademécum, una guía de buenas prácticas para ayudar a los responsables de cada diócesis a prevenir nuevos casos y gestionar los existentes.
La jerarquía eclesiástica española, unánime en su condena de los abusos
¿Qué es lo que se espera de estos documentos? En primer lugar, que se habiliten más recursos. Si consideramos que es un problema gravísimo, no puede ser que el número de personas que lo afrontan, en la Congregación para la Doctrina de la Fe o en otras instancias, no sean suficientes para resolver las causas. De esta forma, se evitará que las víctimas se vean sometidas a procesos que duran años por falta de medios.
En esta línea, uno de los organizadores de la cumbre sobre los abusos, monseñor Scicluna, ha destacado la necesidad de “dar información a las víctimas sobre los procesos, que sepan cómo se resuelven”. No basta con que haya condenas o procesos, es necesario que quienes han sufrido un abuso tengan la constancia de que se ha hecho justicia.
La atención a las víctimas pasa por la creación de estructuras para “acompañar, proteger y curar a la víctima, ofreciendo el soporte necesario para una completa curación”. Un reto que se debe afrontar a nivel diocesano, pero también internacional. El Vaticano debe liderar esta medida, que se presentaba en los «Puntos de Reflexión» en las jornadas con los presidentes de las Conferencias Episcopales.
Los abusos sexuales en la Iglesia. El Papa contra la trampa del moralismo
Otro de los aspectos acordados, pero que precisa un desarrollo legal, se refiere al control de las autoridades. Hasta ahora, cada obispo tiene plena autoridad en su diócesis, sin que nadie lo ponga en cuestión. Una de las propuestas de estos días ha sido la de “establecer protocolos para la gestión de acusaciones contra un obispo”. En esta línea, se han planteado respuestas que van desde la creación de líneas de teléfono o espacios en la red, hasta la creación de organismos integrados por laicos que no dependan directamente del obispo, que trabajen de forma autónoma.
Como forma de prevenir los abusos, el papa Francisco ha recalcado la necesidad de reforzar la formación de sacerdotes y religiosos. “Es decir, la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado”.
Por último, el Vaticano ha hecho público que se facilitará a las conferencias episcopales un Vademécum, una guía de actuación para prevenir y gestionar casos de abusos. En este sentido, el Papa aseguraba que es preciso “desarrollar un nuevo y eficaz planteamiento para la prevención en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial”.
¿Cuándo llegarán estas medidas concretas? Desde el comité organizar del congreso, aseguraban que la mayoría de las medidas están consensuadas y maduradas, por lo que hablan de “semanas o meses”. A partir de ahí, la burocracia vaticana puede alargar los procesos, pero todo hace indicar que la determinación del Papa y la sensibilidad social con estas cuestiones agilicen la llegada de estas nuevas medidas. Tanto para las víctimas como para la mayoría de los fieles ya se han agotado los discursos y las peticiones de perdón, ha llegado la hora de los hechos.