Santiago Taus | 06 de marzo de 2019
48 autores ofrecen una fascinante visión caleidoscópica de las múltiples maneras con que el hombre actual se enfrenta a Dios.
“Carmelo es un gran optimista” fue lo que pensó el poeta José Julio Cabanillas cuando su amigo, el también poeta y editor Carmelo Guillen Acosta le planteó la posibilidad de elaborar una antología poética en la que se recogiese una muestra de poemas y autores contemporáneos que trataran el tema de Dios en su obra. “Un gran optimista” por creer que hoy en día se sigue produciendo poesía religiosa.
Decía Dámaso Alonso que “toda poesía es religiosa”, pero con esta rotunda afirmación, que se ha convertido en un lugar común en la crítica literaria española, no pretendía decir que todos los poemas tratasen explícitamente a Dios. Por ese motivo, parece razonable –sin discutir a Dámaso– que cualquier lector de poesía piense que la religiosidad está agotada en la lírica de las últimas décadas.
Pero, tras la publicación de la antología Dios en la poesía actual, queda demostrado que el optimismo de Carmelo estaba de sobra justificado. Muchos de los poemas que en ella se recogen hacen patente el talento de sus autores y el buen estado de salud de la poesía religiosa, si bien es cierto que no goza de un gran éxito.
Esta antología no es otra cosa que el testimonio de la búsqueda de aquellos poemas y autores que han acogido a Dios en sus versos a lo largo de las cuatro décadas que han pasado desde la Transición. A excepción de dos (Miguel D’Ors y Eloy Sánchez Rosillo), todos han nacido después de 1950. Por este motivo, puede considerarse a esta como la continuación de la antología homónima que en 1972 publicó la poeta del 27 Ernestina de Champourcín. Entre las dos, se dejan fuera importantes autores, pero no hay duda de que juntas conforman un testimonio panorámico de máximo interés para conocer la poesía de todo el siglo XX y de los comienzos del que nos ocupa.
Entre los 48 autores cuyos versos componen la sustancia de esta antología, encontramos nombres de fama que han sido bien lustrados por los premios y la crítica, pero también aparecen poetas de un segundo grupo más clandestino, menos notorio, de autores fieles a su voz que demuestran con su poesía que en la trayectoria de su obra les aguardan cotas de genialidad. Entre estos podemos encontrar a Rocío Arana, Bárbara Grande Gil o Juan Meseguer que, aunque han recibido cierto reconocimiento, no han alcanzado aún la difusión de otros como Luis Alberto de Cuenca, Miguel D’Ors o Julio Martínez Mesanza.
Todos juntos componen una fascinante visión caleidoscópica de las múltiples maneras con que el hombre actual se enfrenta a Dios, a su ausencia o a la necesidad de Él. Como explica Cabanillas, “no son hombres o mujeres de iglesia y sacristía” y tampoco hay en ellos “un credo particular o la intención de hacer poesía sacra o religiosa” sino que, simplemente, se ven arrastrados por esa querencia natural del poeta a reflexionar o a hacerse ciertas preguntas sobre el fondo de la realidad y lo más esencial que la nutre, y en esa búsqueda se topan con un tema ineludible: Dios.
Como no podía ser de otro modo, hay grandes dudas en esta antología. “Me preguntas cómo será el cielo”, dice Lutgardo García en uno de sus poemas, o “¿Eres algo sagrado, luz de luz, / heraldo de un latido que tiembla allá a lo lejos?”, pregunta Pedro Sevilla. Pero también encontramos certezas en poemas, como Fe de Miguel D’Ors: “Cómo no creer en Ti viendo al mar rojo abrirse / y luego aquellas fauces que se cierran inmensas / devorando carros, caballos y caballeros”.
La búsqueda es una constante en muchos de los autores, que contribuyen con sus versos a dar forma a esta antología y, entre ellos, la de Bárbara Grande Gil (1992), que es la más joven de todos ellos:
Busco a Dios donde ya nadie lo escribe,en lo efervescentede la parte trasera de mis ojos,en la grieta que me separa de todo lo que quiero.Bárbara Grande Gil
El optimismo de Carmelo y su amistad con José Julio Cabanillas han traído al mundo una antología formidable y valiosa tanto para críticos como para lectores aficionados y, muy especialmente, para todo aquel interesado en descubrir nuevas y brillantes voces de autores jóvenes que no se ven arrastrados por la venalidad ni por la banalidad tan de moda en la poesía best seller. Si “toda poesía es religiosa”, en estas páginas descubriremos el modo en el que los poetas actuales lidian con esa forzosa condición cuando son conscientes de ella.