Ignacio Saavedra | 20 de febrero de 2018
Ediciones Palabra ha publicado un libro que se nos antoja imprescindible como brújula espiritual en estos tiempos aparentemente caóticos. Imprescindible, en primer lugar, para los católicos, pero también para quien quiera leer un diagnóstico sobre la situación del mundo realizado por un pensador con «ojo clínico». El pensador al que nos referimos se llama Charles J. Chaput y actualmente es arzobispo de Filadelfia. Extranjeros en tierra extraña es un ejemplo de una de las muchas ideas sugerentes que propone su autor: “La sinceridad no es enemiga del amor”, dice en el capítulo dedicado a la esperanza. El diagnóstico sobre el mundo actual es dolorosísimo, pero no menos convincente resulta su explicación sobre los motivos para que todos, los católicos en primer lugar, afrontemos el futuro con esperanza.
La biografía de Chaput contiene ya esos contrastes que se perciben en su libro. Subiendo por la rama paterna, llegamos hasta san Luis, Rey de Francia. Por la rama materna, sin ascender tanto, llegamos a una reserva en la que estaba confinada la tribu Praire Band Potawatomi Nation. Antes de llamarse Charles, se llamó Pietasa, que significa Susurro del viento en la lengua de los Potawatomi. No parece descabellado pensar que la extraordinaria sensibilidad que muestra el autor para percibir el rumbo del mundo y las propuestas que realiza para afrontar esa situación tengan algo que ver con semejante árbol genealógico.
El libro juega constantemente al escondite. En cada capítulo hay que esperar al final para entender la razón del título. Y lo mismo ocurre con el título del libro. Es en el penúltimo capítulo cuando los menos avisados entienden de dónde sale eso de Extranjeros en tierra extraña. La expresión está tomada de un antiquísimo documento: la Epístola a Diogneto, una carta anónima dirigida a un tal Diogneto en la que se describe en qué consiste la fe católica y cómo vivir esa fe en un ambiente adverso. Fue escrita hacia el año 200 de nuestra era.
“Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña”, dice la Epístola a Diogneto. Así se sienten hoy muchos cristianos en Estados Unidos y en otros países occidentales. Por eso, para que no cunda el desánimo, conviene volver a las raíces y entender que esa es la situación normal del cristiano. Como se lee en las últimas páginas del libro de Chaput, “hemos nacido para la Ciudad de Dios, y el camino a casa atraviesa la Ciudad del Hombre. Por eso somos forasteros en tierra extraña”.
“Padre Nuestro”. Un libro de Francisco para iluminar la oración central del cristianismo
El libro no es solo un brillante análisis de la sociedad actual y una valiente propuesta de acción. Es también un gran compendio de citas que sirven como apoyo al propósito general: conocer mejor el mundo y encontrar el modo de vivir bien en medio de un ambiente hostil. En la primera parte, descripción del papel de la religión en las primeras décadas de la historia norteamericana, aparece constantemente Alexis de Tocqueville, y es que el famoso autor de La democracia en América ya advirtió en qué podría degenerar la democracia si la religión era arrinconada.
Extranjeros en tierra extraña atraerá de modo particular a los estudiosos de la comunicación social. Chaput recurre a Neil Postman y vuelve a hacerse, 35 años después de Postman, la pregunta sobre las grandes distopías del siglo XX: ¿Quién se acercó más a la verdad, Orwell o Huxley? De nuevo vence Huxley: “Aldous Huxley fue un profeta más intuitivo”, afirma Chaput. Y, más adelante, añade: “La relectura de Un mundo feliz nos resulta demasiado familiar”.
Chaput tiene un remedio para las enormes dificultades que encuentra hoy un católico, incluso en países de tradición católica. Pero ese remedio no es cómodo: “La defensa de la verdad sobre el ser humano es más importante que la defensa de la libertad de la Iglesia”. No podemos pretender que La ciudad humana nos ponga las cosas fáciles, sino asumir que siempre seremos extranjeros en tierra extraña, mientras esperamos el momento de llegar a nuestra verdadera patria en la otra vida.
No en vano, Chaput insiste en distinguir entre optimismo y esperanza: optimismo es suponer que las cosas se arreglarán, no se sabe muy bien cómo. La esperanza supone confiar en esa mejora, sí, pero con condiciones. De hecho, cuando destaca un motivo para la esperanza habla de un dato muy sorprendente: en 2030, China será el país con más cristianos del mundo. El sorprendente desarrollo del cristianismo en China tiene mucho paralelismo con la situación de los cristianos en la época de la Epístola a Diogneto. La actitud de los cristianos chinos hacia el régimen comunista ha sido muy parecida a la de los cristianos de la época de Diogneto hacia el Imperio Romano. Es posible que la decadencia del cristianismo en Occidente tenga que ver con el intento de hacer compatible lo que quizá no lo sea: la Biblia y la Ilustración.