Ramón Pi | 12 de agosto de 2018
Corría el mes de julio de 1968, cuando en Occidente todo tenía el aroma de una revolución en todos los niveles, de la política a la universidad, de la música popular a los movimientos que vinieron en llamarse “contraculturales”, de la investigación en nuevas tecnologías a la llamada revolución sexual; los rescoldos del Mayo francés todavía humeaban, y confluyeron muy variadas circunstancias que contribuyeron a generar un clima de cambio completo político y social. Algunos profesores notorios traspasaron las fronteras académicas y se convirtieron en referentes de la “contracultura” que incluía, naturalmente, la revolución sexual derivada de la explosiva comercialización de la píldora anticonceptiva. Todo formaba un conjunto heteróclito y abigarrado: pacifismo, sexo, Mayo francés, drogas, “beatlemanía”, Kennedy, hippies… y el espejismo de la “liberación” de la mujer, merced al desgajamiento de la actividad sexual y su función reproductora.
La Iglesia católica, por su parte, vivía en esos años turbulentos lo que podríamos llamar la primera digestión del Concilio Vaticano II, y muchos cristianos, incluidos eclesiásticos de todos los niveles, no fueron ajenos a la influencia de lo que se presentaba como un inevitable signo de los tiempos, y asumieron muy selectivamente los textos conciliares, como si el aggiornamento (la puesta al día) de la Iglesia hubiera de consistir en acomodarse a los esquemas, criterios y valores -o contravalores- del mundo “contracultural” de la mal llamada “década prodigiosa”.
Pablo VI conocía todo esto muy bien; pero, además de hombre de gran talento, era sobre todo un hombre de Dios. Y después de años de obtener información y asesoramiento, de reflexionar y, sobre todo, de madurar su decisión en la oración, resolvió dar a la luz la encíclica Humanae Vitae (HV), un documento sobre la vida humana, su dignidad y las amenazas que se ciernen sobre ella, nunca vistas antes; un texto que proclama la verdad del amor humano y alertaba ya entonces contra los graves riesgos que la anticoncepción iba a desencadenar: disparo de la infidelidad conyugal y desvirtuación de la institución del matrimonio; pérdida del respeto hacia la mujer; degradación general de la moralidad; intromisiones totalitarias del poder político en la planificación de la población…
El Mayo del 68, sus raíces filosóficas y sus repercusiones en la Iglesia posconciliar
Y publicó la Humanae Vitae, no a pesar de que se enfrentaba a lo que un marxista llamaría el discurso dominante, sino justo al contrario: porque veía necesario enfrentarse a él. Era plenamente consciente de que con la publicación de la encíclica estaba cargando acaso con la más pesada cruz de su pontificado, porque no solo se enfrentó al mundo (entendido como enemigo del alma), sino que encontró en el seno mismo de la Iglesia una oposición sorda -aunque a veces no tan sorda-, tenaz y cerrada a la enseñanza expresada en la HV en materia de moral sexual. Durante el último medio siglo, en la Iglesia muchos han puesto sordina a la HV, como si existiera una especie de conjura o designio de arrumbar esta encíclica dándola por inexistente, como si fuera verdad en este caso, específicamente en él, lo que el propio Pablo VI dijo en su famosa homilía del día de San Pedro de 1972: “Se diría que a través de alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios”. Y remachó su idea: “Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: el demonio (…) Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera en el himno de júbilo por tener de nuevo plena conciencia de sí misma”.
80 años de “Mit brennender Sorge”, la encíclica de Pío XI contra el régimen nazi
Ahora, al medio siglo de la Humanae Vitae, y cuando nos disponemos a asistir a la solemne ceremonia de la canonización de su autor el próximo 14 de octubre, constatamos dolorosamente que los sombríos presagios de la Humanae Vitae eran sencillamente proféticos. Goya Producciones ha puesto en circulación un vídeo conmemorativo del cincuentenario titulado precisamente Las profecías de la Humanae Vitae, en el que profesores, sociólogos, bioéticos, educadores, médicos o juristas analizan la encíclica, sus proféticas advertencias y la belleza de la enseñanza de la Iglesia en materia sexual, conyugal y familiar. Michael Manhart, director de la organización estadounidense Couple to couple League, converso al catolicismo tras la lectura de la encíclica, explica que “leí la Humanae Vitae suponiendo que la Iglesia me repetiría lo que no debo hacer. Pero resultó ser un documento que pintaba un cuadro maravilloso del matrimonio (…) Para mí fue una conversión importante, y aprendí que la Iglesia posee un admirable fondo de sabiduría acerca del significado de ser marido y mujer, de cuáles son nuestros papeles, y por qué vivimos aquí en este planeta”.