Pablo Sánchez Garrido | 31 de enero de 2019
La opción paulina, que apuesta por llevar la fe a la vida pública, es un complemento necesario para la propuesta benedictina que ha popularizado Rod Dreher.
El ensayo La opción benedictina, del periodista norteamericano Rod Dreher, ha alcanzado una notable repercusión dentro y fuera de Estados Unidos. Para quienes desconozcan el libro, lo que propone es una suerte de estrategia “benedictina” para que los cristianos de hoy logren preservar su fe y la de sus familias ante una sociedad fuertemente marcada por el secularismo y por otras ideologías antitéticas. Escrito por un cristiano ortodoxo, la propuesta tiene tres raíces intelectuales católicas: san Benito, Benedicto XVI y el filósofo político Alasdair MacIntyre. opción paulina
Lo primero que aporta el libro es un diagnóstico sobre la actual crisis espiritual. Esto no es accesorio, pues ha sido la falta de conciencia ante la patología y su gravedad una de las principales causas de propagación, incluso dentro de los confines cristianos. Suele decirse en el contexto médico que conocer la propia enfermedad implica tener medio camino andado; sin embargo, no pocos confunden hoy el bienestar occidental con una cierta plenitud de los tiempos, o con un “fin de la historia”. Esta sensación anestesiante contrasta con la colosal crisis espiritual de nuestra civilización “cristiana”, la mayor desde la caída del Imperio romano, según Dreher.
Son numerosos los ensayistas cristianos que, desde hace más de un siglo, nos vienen previniendo, cual Casandras, sobre dicha crisis. Estos ensayos de regeneración cristiana se han convertido en un cierto género literario, entre cuyos principales autores destaca el gran G. K. Chesterton, sin olvidar a C. S. Lewis, Christopher Dawson, John Henry Newman, Étienne Gilson, Nikolai Berdiaev, Jacques Maritain, Charles Péguy, Emmanuel Mounier… Dentro del ámbito norteamericano, donde este género viene teniendo gran auge, cabe destacar los ensayos de John Senior, Christopher Derrick, Richard Neuhaus, David L. Schindler, George Weigel o William T. Cavanaugh, Charles Taylor o MacIntyre.
Volviendo al libro, las dos críticas, a mi juicio caricaturizadoras, que le han hecho han sido básicamente la de pesimismo y “guetización”, junto a la de “relativismo” ecuménico. Sin embargo, el libro de Dreher no es un canto de cisne pesimista, salvo que confundamos cierto optimismo bobalicón y buenista con la virtud teologal de la esperanza. Su diagnóstico es preocupante pero cierto. Tampoco propone recluirnos en guetos a lo “amish”, ni en movimientos religiosos autorreferenciales.
La solución comunitarista es ciertamente una clave del libro: crear comunidades activas que funcionen como resguardo, sobre todo a efectos de preservar la fe más frágil de nuestros hijos y nietos. Pero no tanto para meternos en una burbuja, sino para que la fe, sobre todo de nuestros milenials, pueda crecer con vigor y con anticuerpos dentro de un «medio ambiente» propicio. Nos propone un oasis, no un búnker.
Junto a una unión ecuménica de las fuerzas cristianas –más aplicable en Estados Unidos–, otra estrategia benedictina es el seguimiento de una disciplina en la vivencia real de la fe para que esta no se convierta en algo intelectualista o ideológico: cuidado de la oración y de la vida litúrgica y sacramental; implicación en la vida parroquial o de comunidad; pautas familiares en el uso de la televisión e Internet; recuperación de una educación netamente cristiana y de sus fundamentos humanísticos… Nada que objetar.
El problema del libro quizá se encuentre más bien en lo que no dice. Una línea de crítica más certera apuntaría a que Dreher, al dar por perdida la batalla de lo público para proponernos un “exilio interior”, olvida otras posibles opciones convergentes que, «a la vez», planten batalla en la esfera pública. Es cierto que propone una cierta “política apolítica”, o defender libertades religiosas, pero reduciéndolo a mera táctica defensiva localista para preservar las opciones benedictinas. También es cierto que busca expandir esos oasis “benedictinos” como por contagio, tal y como logró el monacato benedictino al convertir a los rudos bárbaros y salvar la cultura clásica.
No obstante, le falta al menos apuntar hacia una opción paulina, como necesario «complemento» –que no alternativa– de la opción benedictina. No dudo de que nos hallamos en tiempos de opción benedictina y que esta es hoy urgente y necesaria para todo cristiano. Pero toda retaguardia necesita de una vanguardia. Sobre ello –con perdón por la autocita– recupero una propuesta que publiqué hace un lustro y que coincide, sorprendentemente, con la opción benedictina antes de la publicación de la obra.
Proponía, en una conferencia de 2013, la necesidad de un “modelo benedictino” –en la misma línea de Dreher–, pero en sintonía con un “modelo paulino”, como modelos integrados para combatir nuestra era secular y como métodos convergentes de “Nueva Evangelización” (publicada en el libro Escribir en las almas, Eunsa, 2014, p. 816 y ss.). Así, el “modelo paulino”, basado en san Pablo, apóstol de los gentiles, se centraría en ir a los areópagos actuales, siendo «sal de la tierra», «luz del mundo», «fermento en la masa»; así como en la vertebración a escala pública de las opciones benedictinas.
Una opción, la paulina, más restringida, quizá, a determinados cristianos, o movimientos, llamados a llevar la fe a la vida pública. Pero “la opción paulina” es el título de un próximo libro en el que estoy desarrollando dicha propuesta y para el que estoy en contacto con Rod Dreher, a quien tuve el grato honor de presentar en Zaragoza.
Un ejemplo de opción paulina podría ser la Asociación Católica de Propagandistas, un movimiento apostólico creado por un jesuita, en 1908, sobre la base de una quincena de jóvenes congregantes marianos, perfectamente desconocidos, a los que aquel jesuita lanzó a dar “mítines católicos” en teatros y plazas de toros, dentro de la España laicista de la Semana Trágica y que, años más tarde, fundarían periódicos (El Debate y YA), universidades (CEU), partidos políticos (PSP y CEDA) y sindicatos (CNCA), e incluso Cáritas española…