Juan Caamaño | 07 de septiembre de 2017
El cardenal Herrera Oria lo definió como “coloso de Cristo, de su Iglesia y del Papa”. Preciosas palabras las de don Ángel a Manuel Aparici, su amigo y estrecho colaborador desde que en 1928 sus vidas se encontraron para bien mutuo. Fue a raíz de unos Ejercicios Espirituales realizados en 1927 cuando Aparici ingresa en la Congregación Mariana de Los Luises, y en 1929, admirado por el pensamiento y las iniciativas de Herrera Oria, ingresa como socio inscrito en la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), pasando a numerario en 1932.
En la ACdP y en la Acción Católica (AC) desarrolló Aparici su gran actividad evangelizadora, dos instituciones que en aquellos tiempos no se entendían la una sin la otra; algunos llegaron a decir que la ACdP era una verdadera Escuela de Estado Mayor de la AC. Los propagandistas tuvieron un especial protagonismo en la constitución de los Estudiantes católicos, y, sobre todo, en la fundación de la Juventud de Acción Católica (JAC) cuya presidencia ostentó Aparici entre 1934 y 1941, nombramiento que ocupó las páginas del Boletín de la ACdP (nº 181, 15 de octubre de 1934) expresando con orgullo que por su condición de propagandista «nos pertenece».
Manuel Aparici | Asociación Peregrinos de la Iglesia
Con Herrera Oria compartiría en 1932 su deseo de entregarse a Cristo siguiendo la vocación sacerdotal, y al igual que le ocurrió al futuro Cardenal, Aparici hubo de retrasar su deseo por orden o recomendación de la jerarquía eclesiástica hasta el año 1941 en que, cumplidos los 39 años, comenzó sus estudios en el seminario de Madrid. Precisamente la partida de Ángel Herrera para el seminario el 10 de mayo de 1936 fue un gran impulso para su propia vocación.
Su vida y obra como seglar y sacerdote fue ejemplar. Profesó gran devoción a los Cursillos de Cristiandad, cuyo antecedente está en los Cursillos de Adelantados de Peregrinos que él creó en 1940. Difundió la devoción al Apóstol Santiago, y en homenaje a su persona se creó la Asociación de Peregrinos de la Iglesia; precisamente, en reconocimiento a su labor, la JAC le distinguió el 2 de febrero de 1941 como “Capitán de Peregrinos”, un aspecto central en su vida y al que vamos a dedicar nuestra atención.
Quiso Manuel Aparici ofrecer a la juventud de la época un sentido dinámico de la vida cristiana, manifestado en la condición del peregrino: «Peregrino es el joven que ha hecho de este Ideal la norma de su vida y que, a través de los días y las criaturas, camina con todo el vigor de su alma joven hacia la consecución en él de este Ideal».
Este ideal peregrinante se sustentaba en tres momentos:
Aparici formula su Compromiso de peregrino: «Trabajaré sin descanso para hacer de mí mismo, de mi Centro, de mi Patria y de todos los pueblos hispanos una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo«. Con ese espíritu se forjó el Ideal Peregrinante y se vivió durante años la peregrinación espiritual a Santiago.
Tres fueron los lugares donde Manuel Aparici puso en práctica el Ideal Peregrinante: Roma y Zaragoza como preparación, y Santiago de Compostela como plenitud. El tiempo que transcurrió entre la peregrinación prevista a Santiago en el año 1937 y el año 1948 cuando se realizó, fue una peregrinación en espíritu que él vivía y transmitía: «Peregrinar es caminar sin descanso hacia la Casa del Padre».
Roma. Años 1934 y 1936
En el año 1934, con motivo de la celebración del Año Santo extraordinario de la Redención, la AC peregrina a Roma para ganar el Jubileo. Un millar de jóvenes de toda España viajan a la Ciudad Santa liderados por Manuel Aparici que ejercía las funciones de Presidente al no poder asistir el titular. En su Diario evoca esta peregrinación, y recuerda las palabras del Papa en la audiencia que dispensó al Consejo Central de la AC: «Vivid una vida cristiana y robusta, y después actuad».
A esta primera visita, le siguió la realizada el 1 de febrero de 1936 con objeto de exponer a Pío XI el proyecto de la gran peregrinación juvenil de 100.000 jóvenes a Santiago de Compostela para ser llevada a cabo en el Año Santo Jacobeo de 1937. Se trataba de reencontrar la Iglesia Peregrina a través del Camino de Santiago, idea que fue acogida por el Santo Padre con gran satisfacción. El Boletín de la ACdP (nº 215, 15 de marzo de 1936) informaba del viaje: «Nuestro compañero del Centro de Madrid Manuel Aparici, Presidente del Consejo Superior de la JAC ha estado recientemente en Roma con motivo de la preparación del III Congreso Nacional de la JAC que ha de celebrarse el año 37, que es Año Santo, en Santiago de Compostela. El mismo Aparici ha comunicado a los Propagandistas las impresiones de su viaje, en la Sección de Actualidad de uno de los Círculos de Estudios del Centro de Madrid». Aparici, sigue la nota del Boletín, solicitó de la Asociación ayuda para preparar el Congreso de la JAC y la peregrinación a Santiago, siendo la repuesta muy clara: «No es necesario decir cuán sinceramente se la prestará nuestra Asociación, que tanto ha hecho siempre y está dispuesta a hacer por las obras de Acción Católica. Así se lo prometió, en nombre de todos, nuestro presidente Fernando Martín-Sánchez».
Santiago. Año Santo de 1937
Pero la Guerra Civil que asolaba a España impedía llevar a cabo su gran proyecto, que sustituyó por realizar al menos una peregrinación simbólica con los jóvenes mutilados y heridos que estaban en condiciones, junto a quienes se encontraban en la retaguardia. Llegó el día 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol, y Aparici, acompañado de centenar y medio de jóvenes, ofrece al Patrón el Voto de peregrinar a su sepulcro: «Vamos a prometer todos terminar nuestra peregrinación en Compostela cuando la Victoria nos traiga como fruto la Paz de Cristo. Terminar porque la peregrinación empezó cuando el Santo Padre bendijo nuestro proyecto».
Zaragoza. Año 1940
Finalizada la Guerra Civil, la AC delibera si debía ir a Santiago en el mismo año de 1939 o aplazar la peregrinación hasta después de 1940, para poder acudir en este año a Zaragoza con motivo del XIX Centenario de la venida de la Santísima Virgen en carne mortal a Zaragoza para infundir ánimo al apóstol Santiago en su labor evangelizadora. Finalmente se decidió acudir al Pilar como una nueva etapa preparatoria de la peregrinación a Santiago.
En la tarde del 30 de agosto, veinte mil jóvenes de la AC llegaban a Zaragoza al frente de Aparici. Diez años después, la revista SIGNO escribía: «Zaragoza representó en 1940 un hito de penitencia, de promesa, de lenguaje y de estilo. Cien mil peregrinos espirituales y 20.000 que besaron el Pilar. Terminadas aquellas jornadas, la Juventud volvió a tomar su bordón de peregrino, camino de Santiago… Había un largo camino que recorrer: Conquistar para la fe de Cristo a todos los jóvenes españoles…»
Santiago. Años Santos de 1938 y 1943
Antes de la gran peregrinación de 1948, Manuel Aparici visitó Compostela en dos ocasiones. La primera en 1938, también Año Santo. Por primera vez en la historia, y a instancias de los prelados españoles y de la JAC, el Santo Padre decidió prorrogar el Año Santo Compostelano en favor de quienes no pudieran ganar la indulgencia en 1937 debido a las circunstancias de la guerra. Y allí se encontraba Aparici el 25 de julio realizando la ofrenda al Apóstol: «Señor Santiago: Con esta bandera blanca, en cuyo centro campea la Cruz de Cristo, símbolo de nuestro amor anhelante, suplicamos tu protección para que nos des fortaleza de pilar en nuestro amor a Cristo y a las almas y conocimiento de nuestra responsabilidad de apóstoles de Acción Católica».
La segunda visita tiene lugar en agosto de 1943, acompañando, esta vez como humilde seminarista, a la Peregrinación de dirigentes de la JAC; eran los “Adelantados de Peregrinos”, la vanguardia de la gran marcha.
Finalmente el proyecto fue adelante, liderado en la «sombra» por el joven sacerdote Aparici que había recibido la ordenación sacerdotal el 31 de mayo de 1947. Su esfuerzo sería reconocido por el Consejo Superior de la AC cuando el 8 de agosto de 1948 le hacían entrega como “Capitán de Peregrinos” de la primera tarjeta de inscripción y la medalla de la peregrinación.
Llegada a Compostela
Era el 27 de agosto cuando Compostela recibía a más de 60.000 jóvenes peregrinos llegados de toda España por diferentes medios y distintos caminos. Una verdadera peregrinación católica en su acepción “universal”, pues no solo había jóvenes de España, sino también de países hispanoamericanos, Portugal, Francia, Italia, Bélgica, Gran Bretaña y Norteamérica; en total 32 países. Y junto a los peregrinos llegaban las autoridades, destacando la Misión Pontificia presidida por el cardenal arzobispo de Toledo y Primado de España, Enrique Plá y Deniel, y el Ministro de Educación Nacional, el propagandista José Ibáñez Martín que ostentaba la representación del Jefe del Estado. Como curiosidad, también se encontraba el propagandista y Ministro de Obras Públicas José María Fernández-Ladreda, que prefirió acampar al frente de los jóvenes asturianos a 35 kilómetros de Santiago.
Actos centrales
El día 28 fue el elegido para celebrar los actos principales. El lugar sería la explanada de la Residencia Universitaria, donde se había colocado un altar, rodeado por 625 banderas de la AC, y las tribunas para las autoridades civiles, religiosas (22 prelados españoles y extranjeros) y militares. Eran las cuatro de la tarde cuando, ante las reliquias del Apóstol, comenzaron los discursos, los cánticos, el acto en honor de los mártires y la exposición del Santísimo, hasta que todos los peregrinos guardaron silencio al anunciarse que por los micrófonos el Santo Padre Pío XII iba a dirigirles la palabra en castellano. Defendió el Papa el valor y espíritu de la peregrinación, finalizando con unas palabras de ánimo a los peregrinos: «¡Adelante, pues, juventud brillante, creyente y peregrina! Adelante con vuestra venera y vuestro bordón, que hay mucho que peregrinar hasta dar todo el corazón a Dios y todas las almas a Jesucristo, hasta el cielo, que es nuestra meta».
Había sido un largo día lleno de emociones que culminó en la noche con la celebración de la Eucaristía a las dos de la madrugada, tras la cual se efectuó la consagración de la JAC española al Sagrado Corazón de Jesús. Actos que continuaron al día siguiente con una misa, la ofrenda de la Juventud peregrina a la iglesia de Santiago y el acto de afirmación de ideales con el que se daba por concluida la peregrinación mundial de la Juventud.
Importante grupo de peregrinos que acudieron a Santiago en 1948
Fueron muchos los propagandistas presentes en Santiago. El Boletín de la ACdP (nº 420, octubre 1948) recoge el informe sobre la peregrinación que el propagandista don Alfredo López hizo a la XXXV Asamblea General de la Asociación reunida en la primera quincena de septiembre en Loyola. Sus primeras palabras van dedicadas al «compañero nuestro, hoy sacerdote, Manuel Aparici», que ha sido, dice, el motor e impulsor de este movimiento espiritual. El informe sorprende por sus detalles, pero más aún por sus opiniones sobre cómo canalizar aquella extraordinaria energía juvenil, que él consideraba era una responsabilidad de la AC y la ACdP.
Y mientras los actos se sucedían en Santiago, ¿dónde estaba Manuel Aparici, el “Capitán de Peregrinos”? El propagandista Manuel Vigil y Vázquez, al recordar aquellos momentos y a quienes impulsaron desde el principio la peregrinación, escribía en la revista SIGNO (4 de marzo de 1950): «Uno de ellos es un presbítero, todavía joven, que camina apoyándose en un bastón. Se ha quedado junto con otros sacerdotes y seminaristas contemplando cómo se puebla de peregrinos el parque de la Residencia Universitaria. Permanece apartado y discreto fuera del alcance de los puestos de honor y de mando de la gran concentración. Terminados los actos, cuando los peregrinos se disponen a partir a sus puntos de origen, otro veterano de la JAC se cruza con el sacerdote y, al verle, se va hacia él, y mientras le abraza de corazón, exclama: Tu obra, Manolo; tú eres el papá».
El proyecto de Manuel Aparici estaba cumplido, pero para los peregrinos de ayer y de hoy Compostela no es el final del Camino, porque como él siempre dijo: «Peregrinos…, no es el Sepulcro del Apóstol el término de vuestra peregrinación; el término es el Reino de Dios. La tierra prometida es aquí en la vida temporal la Civitas Dei, en la eterna, la perfecta alabanza del Padre en su Hijo por el Espíritu Santo».