Rafael Ortega | 17 de febrero de 2018
Ya han pasado cinco años desde aquel 11 de febrero de 2013, Festividad de la Virgen de Lourdes, cuando el papa Benedicto XVI anunció su renuncia al papado. Fueron 22 líneas de un texto leído en latín ante los cardenales convocados en Consistorio, en el que en principio solo se iban a anunciar las fechas de canonización de los 800 mártires de Otranto; de la madre Laura, la primera santa colombiana, y de la madre Lupita de México.
Pero los purpurados convocados se quedaron de piedra, algunos se despertaron, cuando comenzaron a oír a Benedicto XVI, que aquel abril cumpliría 86 años: “Os he convocado a este Consistorio, no solo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia… Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino«.
La sorpresa fue mayúscula, hasta el punto de que ni el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, sabía nada y tuvo que ir corriendo a la Sala Stampa para redactar un comunicado de urgencia. Solamente los dos secretarios del Papa y algún allegado conocían la decisión de Benedicto XVI.
El día 11 de febrero era fiesta en el Vaticano y no había actividad alguna. Fue una fecha escogida a propósito por el ya Papa emérito. En estos cinco años, Benedicto XVI siempre ha asegurado que no se trató de una decisión tomada «bajo presión de los acontecimientos o de una huida por la incapacidad de hacerlos frente», al referirse a casos como los de filtración de sus documentos privados, conocido como Vatileaks, sino que fue solo por no sentirse con las fuerzas necesarias. En unas declaraciones de hace unos días, uno de los secretarios del Papa alemán, el sacerdote Alfred Xuereb, explicó que Josep Ratzinger «cumplió un acto heroico y de amor a la Iglesia, cuya grandeza se va comprendiendo cada vez más». Según hemos podido saber, unas semanas antes, los médicos del Papa, tras un examen físico muy completo, aconsejaron a Benedicto XVI que «no viajara a Brasil para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, ya que su estado de salud no lo aconsejaba». En el viaje anterior a México, según parece, el propio Papa se había dado cuenta de que ya no tenía fuerzas para aguantar una nueva peregrinación.
Monseñor Alfred Xuereb, actual secretario general de la Secretaría para la Economía, en declaraciones concedidas a Vatican News con motivo de este quinto aniversario de la renuncia pontificia, ha explicado las circunstancias de aquel “gesto sorprendente”.
Benedicto XVI: la libertad del Papa emérito . El libro de la gran entrevista papal
Monseñor Xuereb rememoró los días de la renuncia. Para él, los momentos más intensos vividos al lado del Benedicto XVI “fueron, obviamente, los vinculados a su renuncia”. “Recuerdo bien aquel 5 de febrero de 2013 cuando el papa Benedicto me invita a sentarme en su estudio y me anuncia la gran decisión de su renuncia. A mí, en aquel momento, me vino preguntarle de forma espontánea: «Pero, ¿por qué no lo piensa un poco?» También monseñor Xuereb nos cuenta una costumbre de Benedicto que entonces comprendió: «Durante un período bastante largo, antes de comenzar la celebración de la Misa en la capilla privada, el Papa permanecía largo tiempo en oración en la sacristía, a pesar del reloj que marcaba ya la hora del inicio de la Misa. Ignoraba el reloj y permanecía en oración delante del Crucifijo que estaba en la sacristía. Ahora estoy convencido de que en aquellos momentos de oración estaba rezando por algo muy importante». Pensé: «Estoy convencido de que rezaba por esto”. Como es lógico, el otro momento importante “fue el anuncio público durante el Consistorio del 11 de febrero. Yo lloraba todo el tiempo, y también durante la comida, cuando él comprendió que estaba emocionado.» Yo le pregunté: «Santo Padre, ¿pero usted estaba tranquilo, estaba sereno?» Y él contestó con un decidido «sí». Estaba sereno porque estaba seguro de haber meditado bien y por ello estaba en paz, en la voluntad de Dios”.
De cualquier forma, creo que asuntos como el Vatileaks, con un mayordomo traidor que robaba documentos de la misma mesa del Papa, o los enfrentamientos, que los hubo, con importantes hombres de la Curia, inclinaron la balanza hacia la renuncia, que ha revolucionado la historia de la Iglesia reciente, pues desde entonces dos Papas conviven dentro de muros vaticanos. Los “expertos” hicieron todo tipo de conjeturas en aquellos días e incluso se preguntaron “si el emérito debería seguir vistiendo de blanco”.
Recemos hoy juntos por Su Santidad Benedicto XVI, un hombre valiente y humilde.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) February 11, 2014
Aún hoy, sectores contrarios al papa Francisco siguen insistiendo en la influencia de Benedicto XVI, pero la realidad es que lleva retirado estos cinco años en total discreción en la pequeña residencia Mater Ecclesiae de los jardines vaticanos y ha roto su silencio en pocas ocasiones y en ninguna se ha referido a las cuestiones actuales de la Iglesia católica.
Ratzinger cumplirá 91 años el próximo 16 de abril y se sabe de su estado de salud por las declaraciones de las personas que lo visitan y por palabras de su secretario, Georg Gänswein, que afirmaba que el Papa emérito “se encontraba débil físicamente, pero lucidísimo”. El pasado 7 de febrero, Benedicto XVI rompió su silencio y escribió una breve carta al director del diario italiano Corriere della Sera, Massimo Franco, en la que escribía: «Puedo decir solo que, en el lento disminuir de las fuerzas físicas, interiormente voy en peregrinaje hacia Casa».
Esperemos -y lo deseamos- que, cuando llegue ese fin del peregrinaje, Dios abra las puertas del Cielo a un gran Papa, Benedicto XVI.