Andrés Ramos | 19 de marzo de 2018
Cada 19 de marzo se celebra la festividad de san José. Un hombre justo y fiel que murió en manos de Jesús y María. Ahora, cuida de los padres, mujeres embarazadas, viajeros, inmigrantes, artesanos, ingenieros y trabajadores.
En la Iglesia, en mi tierra, en mi casa, siempre hemos tenido una especial y entrañable devoción a san José, esto es un hecho indudable. En cierta ocasión, siendo todavía muy joven, alguien me preguntó por la importancia de san José en mi vida, mi torpe y espontánea respuesta sigue siendo prácticamente la misma: “percibo que me cuida”. Esta sencilla percepción no es mía únicamente, es la razón por la que el patronazgo de José de Nazaret se extiende a toda la Iglesia que le ha mostrado una devoción ininterrumpida a lo largo del tiempo, ya que ha sido venerado de manera constante por el pueblo de Dios como protector del cuerpo místico, que es la Iglesia: fue declarado patrono de la familia y es considerado por antonomasia el patrono de la buena muerte, atribuyéndosele el haber muerto del mejor modo, en brazos de Jesús y de María; patrón de los padres, las mujeres embarazadas, viajeros, inmigrantes, artesanos, ingenieros, trabajadores y de numerosos países; es la razón por la que el papa Pío IX lo proclamó en 1870 patrono de la Iglesia universal.
Así son las cosas de Dios, apenas hay referencias en los evangelios de este carpintero de la estirpe de David, pero es para todos nosotros un modelo de fe por “su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento”, y se intuye una gran misión pues “le fueron confiados los primeros misterios de la salvación del mundo”: su tarea como “cuidador”, de ser custodio y cabeza de la Familia del Nazaret, asistiendo amorosamente a la Madre de Dios y con paternal y alegre dedicación a la educación de Jesús, “ocupándose de que nada le faltase”; cumpliendo la misión recibida en la economía de la salvación “acompaña a Jesús en todo su camino de presencia en este mundo, sobre todo en los primeros momentos de su vida entre nosotros”; y todo esto, fruto de esa fe y de su respuesta fiel y generosa a la gracia, con obediencia, prontitud, disponibilidad y valentía. El prefacio de la Misa de su solemnidad lo expresa de manera cierta: “hombre justo que diste por esposo a la Virgen Madre de Dios, el fiel y prudente servidor a quien constituiste jefe de tu familia para que, haciendo las veces de padre, cuidara a tu Hijo unigénito, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo, nuestro Señor”.
En una de las primeras homilías del Santo Padre Francisco, hace cinco años, precisamente en un 19 de marzo, en el inicio de su ministerio como obispo de Roma, pudo ahondar en esta misión que Dios confía a José, la de cuidar, la de ser custodio. El sentir del Papa para el quehacer de la Iglesia en nuestros tiempos, en este cambio de época, se fija y precisa en la figura de san José que nos enseña en primer lugar a guardar a “Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás”, y de este modo proteger, custodiar, preservar, acompañar, atender, vigilar, cuidar. Es la Iglesia, dice Francisco, que “necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario”.
De este modo, este hombre justo y fiel, se ha convertido, para todos nosotros, en modelo de una entrega ejemplar y humilde, llevada a la perfección de la vida cristiana, testimonio de las virtudes sencillas, corrientes, humanas y necesarias para que los hombres seamos honestos y verdaderos seguidores de Cristo, “con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total”.
Este es el sentir de los creyentes que ha sabido recoger Benedicto XVI y finalmente el Papa Francisco confirmando y decretando en mayo del 2013, que el nombre de san José se añada en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Bienaventurada Virgen María.
Un año más, su fiesta será en un día laborable, las circunstancias del calendario así lo determinan, pero también el modelo de sociedad que nos quieren imponer. Aun así, los creyentes no dejaremos de celebrar la solemnidad de quién nos cuida, y no solo el día 19 de marzo, sino que a lo largo del calendario litúrgico lo recordamos en más ocasiones como la fiesta de san José obrero, día Internacional del trabajo, el 1 de mayo, y también está incluido en la Fiesta de la Sagrada Familia, 30 de diciembre, y sin duda forma parte de la historia de la Navidad.
El Cardenal Osoro, en la carta con motivo del día del Seminario, añade un matiz de interés para los que nos dedicamos a la tarea educativa. Dice Osoro que “San José es modelo educativo que nos ayuda a crecer en esas tres dimensiones que son necesarias para el ser humano: en edad, sabiduría y gracia. Quienes somos llamados de modo especial a ser apóstoles para los jóvenes, tenemos en san José una ayuda, la misma que tuvo Jesús”. Al final, será cierto lo que desde jóvenes hemos experimentado y vivido en nuestras familias, que san José nos cuida y lo hace en los diversos aspectos de nuestra vida.