Antonio Miguel Jiménez | 17 de marzo de 2018
La fiesta de san Patricio intenta reducirse al color verde, los tréboles y la cerveza. Sin embargo, la historia del santo que evangelizó Irlanda está llena de duros momentos en los que la fe en Cristo fue el único soporte para continuar con su misión.
«No por mi propia gracia, sino por la de Dios, quien ha vencido en mí y ha resistido a todo, para que pudiera ir a los irlandeses a predicar el Evangelio […]; y para poder entregar mi libertad por el bien de estos» (San Patricio, Confesión)
Posiblemente la imagen más extendida de san Patricio en el imaginario colectivo es la del obispo con la casulla verde, la mitra y el báculo, sujetando un trébol con la mano derecha y, en ocasiones, la imagen del mismo expulsando a las serpientes de Irlanda. Poco más. Pero lo cierto es que la historia detrás de esta imagen es infinitamente más rica de lo que nos podamos imaginar. La vida del gran misionero en tierras irlandesas estuvo plagada de penurias y dificultades, posiblemente como las que muchos misioneros han de pasar actualmente en muchos lugares.
Wherever you are in Spain, come celebrate #StPatricksDay2018 with us! https://t.co/IMLObV7ULB pic.twitter.com/LOPbJdsyxM
— IrelandEmbassyMadrid (@IrlEmbMadrid) March 8, 2018
Pero, ¿cómo podemos indagar en esa historia? En primer lugar, hay que señalar las dos fuentes fundamentales -ya que se consideran redactadas por el propio san Patricio– que se conservan, aunque se hallen recopiladas en escritos posteriores. La principal es la Confessio de san Patricio, recogida en el Libro de Armagh, un manuscrito datado a comienzos del siglo IX, pero que aúna trabajos de autores conocidos de otras épocas, como Muirchú o Tírechán, monje el primero y obispo de Armagh el segundo, y sucesor, pues, de san Patricio, siendo ambos, además, biógrafos del santo obispo y que vivieron en la Irlanda del siglo VII. La otra fuente es conocida como Epistola ad milites Corotici (Carta a los soldados de Coroticus). En la Confessio encontramos un breve resumen, escrito en estilo epistolar, de la misión evangélica de san Patricio en Irlanda y de su autodefensa contra aquellos que lo acusaban, dentro de la propia Iglesia, de corrupto. En la Epistola, san Patricio reprende duramente a los soldados que, mandados por un caudillo britano, Coroticus, identificado con el rey britano Ceretic Guletic, habían asesinado y esclavizado a muchos cristianos de una de las comunidades fundadas por san Patricio en Britania.
A través de estas dos fuentes, además de por su propio nombre, sabemos que san Patricio era hijo de un noble britanorromano, un decurión (miembro del gobierno municipal de su ciudad) llamado Calpornius, cuya riqueza y buena posición habrían asegurado, a primera vista, el destino y buena vida de san Patricio. Pero, como él mismo cuenta en su Confessio, fue capturado cuando contaba casi dieciséis años y fue llevado a Irlanda para ser vendido como esclavo. Tras mucho tiempo cuidando ovejas, cuenta que profundizó en lo único que le había quedado de su familia y de su patria, y a lo que nunca había prestado la menor atención: su fe en Cristo. Hasta que -asegura él mismo- tuvo una visión que lo animaba a escapar y tomar un barco. Esa fuga significó el comienzo de la nueva vida de san Patricio, según se afirma en la Confessio, tras lo cual volvería a su hogar, donde afirma que tuvo unas visiones divinas que lo empujaron a volver a Irlanda, esta vez para proclamar el Evangelio a las gentes de Irlanda.
Ciertamente, afirmaciones como la de las visiones, los milagros y demás no son demostrables, incluso otros hechos narrados por san Patricio de carácter no sobrenatural, sencillamente, tampoco se pueden comprobar. Pero hay muchos datos y cosas que sí, que pueden pasar desapercibidos y que añaden una importante carga de verosimilitud a la historia contada por san Patricio.
St. Patrick’s Cathedral looks so beautiful sitting on this snowy blanket in County Armagh ❄️
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— Discover Ireland (@DiscoverIreland) December 11, 2017
En primer lugar, tiene mucho sentido que san Patricio fuera “capturado”, ya que las guarniciones romanas se habían ido retirando de Britania desde el año 383, quedando la provincia en 410 abandonada por el poder romano, abriendo la puerta a todo tipo de invasores, como por ejemplo tratantes de esclavos escotos (scoti era como conocían los romanos a los habitantes de Irlanda), quienes no dejaban de hacer incursiones en Britania aun con la presencia romana, y que con la marcha de las legiones intensificaron aún más sus razias.
Por otra parte, el delito del que se imputa a san Patricio y del que se defiende en su Confessio, malgastar dinero, afirma que lo ha empleado -y que lo seguirá haciendo- en tratar con la élite local irlandesa y en comprar esclavos para liberarlos. Esto también está cargado de lógica, pues en la cultura céltica era necesario portar presentes lujosos para tratar con los jefes y caudillos, pues estaba en juego tanto la posibilidad de establecer una comunidad cristiana como de perder la vida por designio de esta élite, en su mayoría aún pagana.
Mayor carga aun de verosimilitud tiene la ya citada Epistola ad milites Corotici, donde se aprecia el surgimiento en Britania de una nueva élite guerrera que sustituye paulatinamente a los antiguos magistrados britanorromanos al servicio de Roma. La historia de san Patricio no es solo la historia de un santo para los creyentes, sino que es la crónica vívida de un mundo que desaparece y de otro que nace, y de la simbiosis entre ambos; de la decadencia del mundo romano, y del nacimiento de un nuevo horizonte político-cultural e incluso religioso. Y de esta situación de cambio, nació, de la mano de san Patricio y otros muchos, un precioso híbrido del que ya solo nos quedan retazos en manuscritos antiguos y grandes cruces de piedra surcadas por bellos y toscos relieves: el cristianismo celta.
On Saturday, Irish people everywhere will celebrate #StPatricksDay2018
Each year, the President marks the day with a number of events, and a special video message.
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— President of Ireland (@PresidentIRL) March 12, 2018
Posiblemente, san Patricio sea la personificación de todos aquellos cristianos que, con afán evangelizador y dentro de un mundo cada vez más gaélico y menos romano, acrisolaron la belleza de la cultura céltica y la fe cristiana. Aunque lo más probable es que, efectivamente, san Patricio fuera una persona real y parte de aquellos cientos de evangelizadores que arribaron a Irlanda, con la diferencia de que este era un noble con educación romana, que sabía leer y escribir en latín, además de en britano e irlandés, y es muy posiblemente, por eso, que nos ha llegado su testimonio. Otros como san Paladio, posiblemente el primer obispo destinado a Irlanda, no nos han legado escrito alguno o, si lo han hecho, no ha llegado hasta nosotros. Seguramente fueron muchos los que escribieron sus memorias y vivencias, o escribieron cartas a comunidades o a sus familiares, pero la historia es una musa caprichosa y solo nos lega lo que desea.