Antonio Olivié | 31 de julio de 2017
El exdirector del Instituto Cervantes en Roma Sergi Rodríguez es el autor de una recopilación de todas las iglesias de la capital italiana vinculadas con España. Lo hace en un libro práctico y divulgativo, Un jubileo en español. Itinerario por la Roma iberoamericana, donde recoge todos los vínculos de esos 68 templos romanos con la historia de España. De ahí, extraemos seis templos que merecen una visita y, por supuesto, la Basílica de Santa Maria Maggiore.
Este magnífico templo, edificado sobre la colina del Esquilino, es una de las cuatro basílicas que forman parte del área extraterritorial del Vaticano en Roma. Pertenece a la Santa Sede y alberga el icono de ‘Salus populi romani’, dedicado a la Virgen, del que es muy devoto el papa Francisco y que visita siempre antes de comenzar y al volver de un viaje.
La tradición cuenta que, el 5 de agosto del año 364, el papa Liberio soñó que la Virgen le pedía que le construyera un templo. Y el lugar elegido sería donde, en pleno mes de agosto, encontrara los restos de una nevada. Santa Maria Maggiore es, desde entonces, un lugar de referencia en Roma. Pero ganó un especial prestigio gracias a un cardenal español, Rodrigo de Borja quien, siendo arcipreste del templo, impulsó a las obras de reforma. Y, una vez elegido Papa, con el nombre de Alejandro VI, gestionó que se dorase el techo, en el año 1499, con el primer oro llegado de América, donado por los Reyes Católicos.
Posteriormente, Carlos V, Felipe III y Felipe IV hicieron nuevas donaciones a este templo, incluyendo una Obra Pía para ayudar a personas sin recursos. Debido a este hecho, el papa Inocencio X declaró a los Reyes de España protocanónigos de la Basílica. Este privilegio, que conservan hoy día don Felipe y doña Letizia, fue actualizado en el año 1953 con la bula ‘Hispaniarum Fidelitas’, que sigue en vigor.
Pese a que anteriormente existían otros templos en los que se reunían castellanos o aragoneses, no es hasta 1518, con España como país unificado, cuando se construye una iglesia propia de nuestro país, Santa Maria in Monserrato. Este templo forma parte de un complejo en el que reciben alojamiento clérigos que necesitan ampliar estudios en Roma o pasar una temporada en la Curia.
En la primera capilla de la derecha, se conserva el nicho en el que estuvo enterrado Alfonso XIII, entre 1941 y 1980, cuando finalmente fue trasladado a El Escorial. Los que aún permanecen en sus sepulcros son dos papas españoles, Calixto III (Alfonso de Borja) y Alejandro VI (Rodrigo de Borja), cuyo panteón fue financiado por españoles residentes en Roma en el año 1881.
Los Reyes Católicos, además del techo de Santa Maria Maggiore, también sufragaron la construcción de la iglesia de San Pietro in Montorio, en el año 1481. Lo hicieron como agradecimiento por el nacimiento de su único hijo varón, Juan de Aragón y Castilla, nacido el día de la festividad de san Pedro. El papa Alejandro VI se encargó de consagrar el templo, que en 1605 remodelaría su fachada gracias a una donación del rey Felipe III de España.
El elemento más destacado de este espacio religioso es el claustro, donde Donato Bramante diseñó un templete para conmemorar la crucifixión de San Pedro, que algunas fuentes relacionaban con este promontorio. El hecho es que la obra de Bramante se ha convertido en símbolo del renacimiento. Algunos autores aseguran que la cúpula de San Pedro se basó en este modelo.
Un trinitario español, san Juan Bautista de la Concepción, es el reformador de la Orden de los Trinitarios descalzos. La necesidad de contar con un templo en Roma hizo que la orden encargara el proyecto de una iglesia en un pequeño solar junto al Palacio del Quirinale, donde entonces vivía el Papa. El autor de la obra, entonces desconocido, se llamaba Francesco Borromini y realizó una de sus obras maestras con la Iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane.
Hoy día, arquitectos de todo el mundo acuden a esta iglesia para estudiar una planta formada por la superposición de una cruz griega y una elipse y en la que la cúpula no está en el centro, sino en un lateral. Es un prodigio del diseño, forzado por una clara limitación de espacio. En el interior del convento no faltan, eso sí, los metros cuadrados para un frontón de pelota vasca.
El carisma de los trinitarios los llevaba a conseguir fondos o entregarse voluntariamente para pagar el rescate de otros cristianos capturados por los turcos. En el caso de los trinitarios calzados, la iglesia central en Roma es la Santissima Trinità degli Spagnoli, ya que nació de una comunidad de trinitarios españoles. Está situada en la célebre Via Condotti, una de las calles más exclusivas de Roma, y su diseño barroco añade valor artístico al entorno.
Entre la Stazione Termini y Via Venetto se encuentra una discreta iglesia con una joya en su interior, El Éxtasis de Santa Teresa, de Gian Lorenzo Bernini, una de las obras maestras del autor. El templo, que pertenece a los carmelitas descalzos, que fundó la mística de Ávila, está dedicado a Santa María de la Victoria.
El propio título del templo aporta otra relación con España, ya que se deriva de un triunfo militar de las tropas españolas frente a las de Bohemia, en la batalla de la Montaña Blanca (1620), en el marco de la Guerra de los Treinta Años. Solo así se entiende el contenido de uno de sus frescos, tan poco ecuménico, que cubre toda la bóveda: ‘Triunfo de la Virgen y expulsión de los protestantes al infierno’.
También pertenece a los carmelitas descalzos la iglesia de Santa Maria della Scala, en el Trastevere. Tiene el encanto de ser la primera fundación en Roma de la Orden, pocos años después de la muerte de su fundadora. Y de ella conserva una reliquia preciosa: el pie derecho. La llegada de este resto de la santa fue un hecho memorable en la Roma del año 1617. El papa Pablo VI quiso ir a venerarlo al templo, acompañado de 18 cardenales, con el prestigio que ello supuso ante los fieles. Posteriormente, Gregorio XV también acudiría a rezar ante los huesos la gran santa española, que aún hoy permanecen en este singular barrio de Roma.