Rafael Miner | 31 de octubre de 2017
Por primera vez desde 2011, la población española creció en 2016, con un incremento del 0,19%, y se situó en 46,5 millones de habitantes, 88.867 personas más que el año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El aumento se ha debido precisamente al saldo positivo de la inmigración. despoblación
Sin embargo, el saldo vegetativo fue prácticamente nulo: nacieron prácticamente las mismas personas que fallecieron. Solo los 417.033 extranjeros que fijaron su residencia en España (un 21% más que el año anterior) desequilibraron la balanza, frente a los 327.906 que emigraron (un 4,6% menos).
La #población residente en España a 1.1.2017 se sitúa en 46.528.966 habitantes, 88.867 personas más que en 2016. Crece por 1ª vez desde 2011 pic.twitter.com/rCtdZYEh6X
— INE España (@es_INE) June 29, 2017
Baleares, Canarias y la Comunidad de Madrid registraron los mayores incrementos, según el INE, mientras en Castilla y León, Extremadura y Asturias se produjeron los mayores descensos.
En paralelo al fenómeno migratorio que no cesa en los países mediterráneos, aunque la derrota del ISIS amortigua el fenómeno ‒sirios e iraquíes comienzan lentamente a volver a sus países‒, se viene produciendo en España un fenómeno de despoblación rural de altas proporciones.
La mitad de los municipios españoles se encuentra en riesgo de extinción. En estos momentos, subsisten con menos de mil habitantes 4.995 de los 8.125 municipios que tiene España. Además, 2.652 localidades tienen menos de 500 habitantes.
#FEMP #Conclusiones: se pedirá a Gobierno que reforma financiación local incluya partidas contra #despoblación que gestionen EELL. pic.twitter.com/NvleLAmp4Z
— FEMP (@fempcomunica) June 23, 2017
La inmensa mayoría de esas casi cinco mil localidades sufre el continuo envejecimiento de su censo demográfico y un mínimo o nulo relevo generacional, con escasas o nulas cifras de natalidad, asegura la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
La comisión de Despoblación de este organismo ha reclamado la “ampliación de urgentes políticas de Estado” ante el “severo” retroceso demográfico que amenaza las áreas rurales, un hecho que ha calificado como “problema sociopolítico de primer orden” para España.
No se sabe si porque el presidente de la FEMP es el alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, y quizá tuvo discrepancias con el exalcalde de Santander y actual ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, o porque el desafío secesionista del Govern catalán ha acaparado casi en exclusiva la atención de los políticos, o por ambas razones, o por otras, el hecho es que el llamamiento ha caído en saco roto y espera mejores momentos.
En este contexto, instituciones entre las que se encuentran ONG de inspiración cristiana y algunas asociaciones, iglesias parroquiales y también profesores universitarios, intentan lanzar iniciativas y estudios que puedan facilitar la integración y acogida de inmigrantes y refugiados en municipios rurales, en especial los de menos población.
En Castilla y León, por ejemplo, una de las comunidades autónomas más castigadas por esta despoblación rural, junto a Aragón, ha surgido el debate, por ahora académico, con ribetes políticos.
La #despoblación en una #Castilla que "sigue haciéndose Vieja". Por @pablo_casado #db https://t.co/TiuUkJckLB
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) August 10, 2017
El profesor emérito de la Universidad de Valladolid Martín Rodríguez ha presentado un estudio que plantea arraigar a refugiados y migrantes en el mundo rural. El informe analiza opciones en 200 municipios vallisoletanos, divididos en cinco zonas. La Diputación de Valladolid se ha desmarcado de la propuesta, pero la idea está ahí, aunque ha sido cuestionada con cierta solidez.
Por ejemplo, el catedrático Francisco Burillo asegura que acoger en estas tierras casi vacías a refugiados e inmigrantes no es la solución si no va acompañada de un plan de desarrollo económico. A su juicio, solo se puede repoblar creando empleo. Si no, se corre el riesgo el riesgo de crear campos de refugiados como en Turquía, Italia o Grecia, o convertir los pueblos en ghettos de gente que no trabaja ni habla el idioma.
Otro caso extremo es Aragón y, más concretamente, la provincia de Zaragoza. Mientras la capital, Zaragoza, es una de las cinco mayores urbes españolas, la provincia es un erial demográfico: ocho de cada diez municipios está en riesgo de despoblación. El diario ABC informó en julio de 2017 sobre la agonía de las catorce provincias más despobladas de España. En Soria, líder del ranking, un 94% de sus municipios está en riesgo extremo de extinción. En Zamora son 93 de cada 100 y casi el mismo índice (92) tienen Burgos, Ávila, Salamanca y Teruel. En Palencia, Guadalajara y Segovia la tasa de riesgo de extinción demográfica ronda el 90% de todos sus municipios, mientras que en Cuenca y Huesca se sitúa en el 87%.
Además de estas catorce, hay otras ocho en serios apuros y aquí aparecen ya provincias de comunidades autónomas que quizá era impensable que figuraran en este ranking. Se trata de Lérida, León, Cáceres, Navarra, Castellón, Girona, Álava y Tarragona, donde más de la mitad de los municipios está en riesgo de extinción demográfica.
La hipótesis de conectar la despoblación rural con los inmigrantes requiere una breve reflexión. Los españoles han sido reacios a la inmigración durante la crisis, aunque la tolerancia es mayor en estos momentos; sin embargo, la natalidad persiste en mínimos históricos.
España afronta, en la segunda década del siglo XXI, dos temores que constituyen retos culturales de primer orden. Son el miedo al otro, al extranjero de modo especial, y el rechazo a tener hijos, a la generación de nuevas vidas.
Los #VientresDeAlquiler y la #maternidad. La #opinion del doctor José L. Velayos. #ciencia #familia #hijos #dbhttps://t.co/JSmTbexInS pic.twitter.com/WkWg32y4BR
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 13, 2017
Se trata de miedos que podrían sintetizarse en uno solo: una cierta mentalidad de rechazo a la acogida de nuevos seres humanos, el miedo a los demás. Naturalmente, estos temores no afectan solo a españoles sino al conjunto del mundo occidental, con ligeras excepciones.
En la actitud de reserva, y aun rechazo, a inmigrantes, en especial de países islámicos, ha influido, como es obvio, el yihadismo internacional. Sin embargo, incluso antes de los atentados terroristas, otro componente preventivo, según los estudios sociológicos, es una cierta xenofobia ante el extranjero, inmigrantes y refugiados, que romperían el estatus de un razonable Estado del bienestar en materia de sanidad, educación y subsidios públicos.
Esta actitud comienza a serenarse en España, tras unos años de fuerte rechazo, según el estudio Percepción social de las migraciones en España, publicado por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). En estos dos años, con el inicio de la salida de la crisis, la tolerancia ha mejorado, diagnostica el Centro de Estudios Sociológicos (CIS).
XIX Congreso de Católicos y Vida Pública del 17 al 19 de noviembre organizado por @FundacionCEU, obra de @acdp_es. https://t.co/1Dcww2BDbU
— Foro de la Familia (@ForoFamilia) October 21, 2017
Algunos de estos asuntos se tratarán en el XIX Congreso de Católicos y Vida Pública, que versará sobre La acción social de la Iglesia y que comienza el 17 de noviembre en Madrid, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU.
Los mensajes del papa Francisco y de toda la Iglesia para acoger e integrar a los más pobres y necesitados, a los inmigrantes, a los sintecho, van calando también poco a poco. ¿Caben más inmigrantes en España? La respuesta es positiva: caben. Hacen falta, naturalmente, los necesarios estudios económicos y los planes que hagan viable esta hipótesis. Voluntad política y voluntad económica. Pero, sobre todo, voluntad cultural y moral.