Antonio Martín Puerta | 26 de febrero de 2019
El porcentaje de abortos eugenésicos en España dobla el de otros países. La sociedad actual acepta cada vez más este tipo de medidas. Una propuesta reciente es la modificación genética, que supone una experiencia peligrosa.
A la hora de tratar acerca de la eugenesia, no hay peor forma de aproximación que identificarla con los procedimientos de selección y segregación o eliminación que tuvieron lugar en el periodo nacionalsocialista. Textos como el de Clive Ponting sobre Winston Churchill han dejado en claro su proyecto de campos de internamiento para débiles mentales, que defendió en la Cámara de los Comunes el 10 de febrero de 1911. Por no hablar del libro de Gunnar Broberg y Nills Roll–Hansen Eugenics and the Welfare State, donde se aportan datos sobre las decenas de miles de esterilizaciones en los países escandinavos.
Nada menos que hasta 1976 en Noruega y hasta 1975 en Suecia se aplicaron esterilizaciones que –considerando el volumen de población- suponen un peso superior al de la etapa nacionalsocialista en Alemania. Por si fuera poco, el diario Dagens Nyheter de Estocolmo publicaba, en agosto de 1997, nuevas cifras que indicaban que entre 1935 y 1996 se había esterilizado a unas 230.000 personas en Suecia, que en ese momento no alcanzaba los nueve millones de habitantes.
Pero hay otros datos, referentes a España, aún menos conocidos. Pocos han oído hablar del Curso Eugénico Español que empezó a celebrarse el 2 de febrero de 1928 en la Facultad de Medicina de Madrid, finalmente prohibido por la dictadura. Ni de las Primeras Jornadas Eugénicas Españolas, celebradas entre el 21 de abril y el 10 de mayo de 1933, apoyadas por Manuel Azaña e inauguradas bajo la presidencia del socialista Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública.
Pero lo que nos interesa es la aplicación de medidas eugenésicas en la España de nuestros días, algo no demasiado conocido y que merece una reflexión. No se trata solo del claro proceso eugenésico que tiene lugar en la fecundación in vitro, donde se aplican siempre a los embriones las dos medidas esenciales de la eugenesia: la selección de los considerados aptos y la destrucción de los estimados como inválidos. Pues hay otro proceso, legalmente reconocido, que es claramente eugenésico: el del aborto terapéutico, cuyas cifras y evolución son sintomáticas de un serio cambio de mentalidad.
En mi reciente libro La eugenesia ayer y hoy, incluí los siguientes datos, que indican –a partir de datos oficiales del Ministerio de Sanidad- la evolución del número de abortos en España. A continuación, recompuse la serie añadiendo la paralela evolución de abortos eugenésicos, lo que ofrece la siguiente información: de 1986 a 2016, la cifra total de abortos en España ha sido de 2.199.885, de los cuales 61.275 han tenido lugar por razones eugenésicas, so pretexto de malformaciones o inviabilidad. Lo llamativo es que en 1988 los abortos eugenésicos suponían un 1,64 por cien del total, mientras en 2016 eran casi el 4 por cien.
Para poder efectuar una comparación, seleccioné los datos oficiales de Inglaterra y Gales, donde igualmente se daba un incremento progresivo de los abortos eugenésicos, pero el resultado correspondiente a 2015 era de un 1,72 por ciento del total. Ciertamente, la cifra total era de 185.824 para un total de 57.885.400 habitantes, mientras en nuestro país fue ese año de 94.188, siendo la población española de 46.527.039 habitantes.
Ahora bien: si la evolución de los datos muestra que en España el porcentaje de abortos eugenésicos dobla el de Inglaterra y Gales, cabe plantearse una pregunta: ¿son doblemente propensos a la deficiencia los concebidos en España frente a aquellos del Reino Unido? No parece que sea una explicación razonable.
Pero, si se analiza la serie española, cabría otro pregunta. Visto el progresivo incremento porcentual aludido: ¿tienden los concebidos españoles a ser progresivamente más deficientes desde 1986 a 2016? Tampoco parece que sea lógico responder afirmativamente. Entonces, ¿cuál es la explicación? Cualquier indagación nos lleva a situarnos en otro terreno, el de la modificación de la moral y de las actitudes sociales.
Resulta, a estas alturas, evidente una no pequeña aceptación social del aborto, eugenésico o no. Pero para el caso del primero resulta significativa la asunción, con perfecta naturalidad, de medidas eugenésicas de manera cada vez más amplia. Además de ser un hecho conocido el tipo de recomendaciones –e incluso de presiones- de parte del personal sanitario, algo no específico de España.
La cuestión, aparte de lo dramático de las cifras expuestas, es cómo nuestras sociedades aceptan cada vez más medidas de tipo eugenésico, siendo las propuestas más recientes las que incluyen el infanticidio y la modificación genética. Esta última opción ya fue contemplada por los eugenistas norteamericanos Paul Popenoe y Roswell Hill Johnson en su libro de 1918 Eugenesia aplicada.
Reconociendo la limitada eficacia de las medidas de la época, entendían que el futuro exigiría actuar sobre la base genética. Los avances en el conocimiento del mapa genético permiten ya tal experiencia. Lo que es una peligrosa aventura que intenta modificar la naturaleza humana, sin entrar en consideraciones acerca de los imprevisibles riesgos. En realidad, no hay nada de extraño en lo que acabamos de ver: relegado el cristianismo a espacios marginales de influencia, vuelve a aflorar lo que había antes del cristianismo. Que no era sino la ley del más fuerte, ahora amparada por la ciencia.