crubio | 27 de diciembre de 2018
Javier Fernández lo deja. Con 27 años. El deporte profesional tiene estas cosas. Una carrera de algo más de una década que lo ha llevado de vivir en el madrileño barrio de La Latina a hacerlo en Toronto, rodeado de 16 medallas de oro conseguidas entre Europeos, Mundiales y Juegos Olímpicos.
Javier Fernández pasó los años duros del patinaje entregado a músicas y a movimientos poco habituales en las pistas de hielo. A lo Billy Elliot, Javier mantuvo la esperanza de mejorar los resultados en sus primeros Europeos y Mundiales de patinaje, donde llegó a ocupar el 35º puesto, en 2006, en el Mundial de Calgary. La banda sonora de Dragon – The Bruce Lee Story, su pelo largo y sus patadas al aire ya dejaban ver a un patinador diferente.
En 2009 y en «su» Majadahonda profesional conquista el oro en el Campeonato de España, gracias a los temas de Piratas del Caribe y Misión: Imposible. Pero España seguía sin conocerlo. Los minutos de reconocimiento eran mínimos para un deportista que se veía obligado a cambiar de clubes de patinaje por el deshielo que ha sufrido este deporte en nuestro país.
Charles Chaplin es la primera imagen que tiene el gran público de Javier Fernández. Un patinador español, un chico que sale en los telediarios porque, caracterizado de Charlot, ha ganado un oro en el Campeonato de Europa de 2013 en Zagreb. Luego llegarían cinco más. Uno en 2014 (Budapest), otro en 2015 (Estocolmo), otro en 2016 (Bratislava), otro en 2017 (Ostrava) y otro en 2018 en Moscú. Él solo había sacado a España de sus cero oros en el medallero histórico para situarla en el 12º lugar con un total de… seis oros. Seis de seis.
Billy Elliot tenía que convertirse en Oliver Twist si quería volar más alto. Primero Nueva Jersey y después Toronto pusieron bajo sus pies el hielo que necesitaba para asomar la cabeza en los Mundiales. Londres (2013) y Saitama (2014) le dieron el bronce. Shangái (2015) y Boston (2016) lo vistieron de oro y España lo reconoció por fin.
Ahora lo deja. Su mente y su cuerpo no dan para más sin llegar a los 30 años. Eso deja claro cómo es la vida de los deportistas profesionales. Dan igual los millones, la fama y los focos. La exigencia física los deja a las puertas de muchas mañanas de dolores hasta que su cuerpo se pone en marcha. La exigencia mental los hace vivir al margen de todo, separados de todo lo que haría una persona normal a su edad.
Javier Fernández toma el rumbo de otros deportistas olímpicos que han utilizado sus dotes para ganarse la vida. Es el caso de Marga Crespí, que ahora es noticia por su drama personal de violencia doméstica. Crespí fue medallista olímpica en Londres 2012 en natación sincronizada. Ahora vive en Las Vegas, donde realiza exhibiciones y espectáculos acuáticos en los majestuosos hoteles de la ciudad del pecado.
Es el camino de Javier. Al menos a corto plazo. Varias capitales de nuestra geografía acogerán al mejor patinador de la historia de España en su espectáculo Revolution on Ice. Los espectadores verán un compendio de su carrera, de su breve pero intenso paso por la vacía historia del patinaje sobre hielo en España.
Después de eso le tocará recuperar su vida. La que dejó ese niño raro por dedicarse a patinar cuando el resto jugaba al fútbol. Esa vida ahora se vuelve peligrosa. La presión por volver a ser anónimos llevó a muchos a no aguantar. Jesús Rollán marcó un punto de inflexión entre los profesionales del deporte que no saben volver a ser ellos. Ahora todo ha cambiado, la figura del tutor ha aparecido en el deporte profesional para guiar el camino y ayudar a que mantengan los pies en el suelo hasta su retirada. Esos pies de oro que Javier Fernández supo mover al ritmo de la música.