Antonio Olivié | 18 de mayo de 2018
ROMA (ITALIA)| El Informe sobre la Mafia en el Lazio sitúa a la Ciudad Eterna como el epicentro de una actividad delictiva que crece. Intimidaciones o disparos en las piernas son parte de una dura realidad.
El envío de una cabeza de cerdo golpeada a un domicilio rival se produce en febrero de 2017 en Ostia, periferia de Roma. Semanas después, cerca de allí, aparece tiroteado un vehículo particular. En noviembre, sufre un gambizzato, el término acuñado en Italia para el disparo en las piernas, el sobrino de un Boss en el mismo barrio. Un hecho que tuvo lugar trece días antes del cabezazo, con rotura de nariz, a un periodista de televisión que informaba sobre la delincuencia.
Escenas que parecen sacadas de una serie de ficción, son la realidad de algunas de las denuncias que refleja el último Informe Sobre la Mafia en el Lazio, que publica el Gobierno de la región en la que se encuentra Roma. Son delitos que dejan en evidencia las características de la mafia, una actividad delictiva que no deja de crecer en los últimos años. El Gobierno estima que en la Ciudad Eterna hay más de 1.000 personas implicadas en actividades mafiosas, ligadas a seis familias perfectamente identificadas y relacionadas entre sí: Casamonica, Di Silvio, Di Guglielmo, Di Rocco, Spinelli y Spada. Y el hecho de ser delincuentes públicos es una característica que aumenta su reputación. Es un riesgo frente a la autoridad, pero garantiza su poder de extorsión en el territorio. Italia tiene tres grandes grupos mafiosos, todos con origen en el Sur del país: la Cosa Nostra siciliana, la Ndrangheta calabresa y la Camorra siciliana. Tradicionalmente controlaban su territorio y extendían sus tentáculos en otras áreas, también internacionales. La novedad es que estas tres organizaciones delictivas se han ido asentando en la capital italiana por dos motivos principales: la facilidad para reciclar dinero e invertir sin despertar tantas sospechas, como lo harían en una ciudad de provincias, y las posibilidades para el tráfico de droga. Frente a las actuaciones delictivas concretas, que terminaban con el retorno a sus zonas de confort, la novedad de los últimos años es que estas tres denominaciones mafiosas tienen ramificaciones instaladas de forma permanente en Roma. Y eso significa que alcanzan todos los ámbitos de su organización, como es el chantaje, la extorsión, la violencia, las drogas y las redes clientelares en la política, la administración pública o el mundo empresarial.
En una de las última sentencias, relativa a un grupo mafioso de la Camorra, se asegura que algunos de estos grupos se han instalado en Roma “atraídos por el hecho de ser un mercado de notables dimensiones, abierto, aunque para invertir grandes sumas de dinero sin que se haga visible a corto plazo”. Roma, uno de los principales destinos turísticos del mundo, es un paraíso para el reciclaje en el mundo de la hostelería, donde en muchos negocios aún se paga en metálico, así como en las salas de juego y juego on-line. También juega un importante papel en este entramado criminal el alquiler de pisos en zonas populares, fuera del control administrativo. El tiro en las piernas, la violencia pública, es clave para manifestar el control de un territorio. Fruto de esta violencia ostensible aparece la omertà, el silencio generado por el miedo. Y ya hay zonas de Roma, como Ostia, donde se impone con frecuencia esta ley. Frente a las detenciones por parte de la Policía, siempre aparecen recambios para la pequeña delincuencia que ejercita la extorsión y la intimidación, pavoneándose incluso de su origen mafioso.
Entre los destinatarios de presiones de los últimos meses figura una elegante cafetería de la conocidísima Via Veneto. Allí, el dueño del local denunció las intimidaciones, extorsiones y prácticas mafiosas, en las que juegan siempre con la mala reputación de sus organizaciones. “No puedes joder a un siciliano. Eres un objetivo fácil, sabemos que te ríes a menudo…”, es lo que tuvo que leer, en una nota anónima, a las pocas horas de poner la denuncia en comisaría, tal y como refleja el informe sobre la mafia en el Lazio.
«Italia se divide en lo que es Calabria y lo que terminará siendo». Esta frase, interceptada a un Boss mafioso mientras hablaba con su hijo, deja clara la ambición de estas familias de delincuentes, que sueñan con extender sus métodos en toda Italia.
¿Y qué es lo que puede hacer la autoridad frente a estos hechos? En primer lugar contar con información de sus delitos, conocer su alcance y su poder. Una vez que se constata la realidad, que es diferente a una criminalidad aislada, trabajar para ir atando cabos y poner toda la estructura del Estado frente a estas redes. Entre enero y diciembre de 2017, en un solo año, la Policía italiana detuvo en Roma a 3.226 personas por prácticas mafiosas. Una cifra que permite hacerse idea del alcance de este tipo de criminalidad.