Juan Pablo Colmenarejo | 15 de diciembre de 2020
El Gobierno ha usado, desde el primer día, un criterio de conveniencia política con las estadísticas de los muertos. La suma de los reconocidos y los olvidados por el Ejecutivo se eleva a 45.684 entre marzo y abril y proyecta una cifra de casi 80.000 en el conjunto del año.
«Un precio diario de 590 muertos no es aceptable». El pasado miércoles 9 de diciembre, a la canciller Angela Merkel se le escaparon las lágrimas (de verdad). 590 muertos, una cifra inaceptable para un día; un solo muerto es una derrota para quien tiene la obligación de proteger y dar seguridad a los ciudadanos en una democracia que se considere como tal. La intervención de Merkel en el Bundestag (el Parlamento alemán) no fue fruto de la impotencia, sino del coraje de quien tiene la necesidad de decir la verdad sin matices al afirmar que la relajación antes de las Navidades puede provocar «que sean las últimas con los abuelos». Merkel ejerce las competencias que tiene en el Estado federal alemán, donde los primeros ministros de los Lander deciden con autonomía, como en España.
A diferencia de Pedro Sánchez, Merkel no se ha abandonado a la llamada ‘cogobernanza’, sino que se arremanga en su afán de enderezar errores o unificar criterios y decisiones. Merkel mantiene su política general para el conjunto de los ciudadanos, a pesar de la presión de los Gobiernos de los Estados que tienden a hacer lo que les parece sin mirar al de al lado. Sánchez solo aparece en televisión para anunciar las vacunas dos meses antes de que lleguen y para recortar políticamente a la Comunidad de Madrid utilizando todo tipo de pretextos y maniobras. Merkel habla a los alemanes como adultos y su llamamiento ha empezado a tener efectos entre quienes tienen las competencias. Sánchez confunde la Navidad con un «período estival» porque, después de haber anunciado en verano la derrota del virus, la pandemia con la crisis económica y social se ha convertido en una pesadilla que le va a amargar lo que queda de legislatura.
«El desvío es muy pequeño». Lejos de la verdad de Merkel, el Gobierno de Sánchez, con su portavoz para la COVID (el señor Fernando Simón) a la cabeza, siguen ocultando la realidad de los muertos, el precio que dice Merkel. Lo mismo hacen con los datos del paro mientras sigan los ERTE camuflando 800.000 parados. «El desvío» de 18.557 muertes se puede calificar de muchas maneras, pero si se despacha como un asunto menor, así lo ha hecho el propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, demuestra que se puede llegar a tener todo lo contrario que el coraje de Merkel al afirmar entre lágrimas, la verdad y nada más que la verdad.
Que un tercio de los fallecidos sean olvidados para que políticamente resulte digerible para la opinión pública confirma la vocación del actual Gobierno de permanecer varias legislaturas eludiendo la verdad o, mejor dicho, troceándola para presentarla a medias
El Gobierno ha usado, desde el primer día, un criterio de conveniencia política con las estadísticas de los muertos. Ni que decir tiene lo que miles de familias españolas sienten al ver cómo quienes tienen la responsabilidad de proteger su libertad y su seguridad, en definitiva, sus vidas, hacen con el recuento de los fallecidos. Personas que solo cuentan como números. Desde el principio, el Gobierno solo consideró como fallecidos por la COVID a quienes se le hubiera realizado una prueba PCR antes de la muerte. El Instituto Nacional de Estadística, utilizando fuentes habituales como los certificados de defunción, acaba de ofrecer una información que de manera definitiva desmonta la media verdad contada por el Gobierno en cuanto al número de fallecimientos. Los sospechosos de COVID murieron también tras los síntomas, tal y como certifican los documentos consultados.
La suma de los reconocidos y los olvidados por el Gobierno eleva a 45.684 entre marzo y abril y proyecta una cifra de casi 80.000 en el conjunto del año. No hay sesión parlamentaria que no termine con la dimisión de quien en democracia oculta la verdad y, por lo tanto, miente apoyándose en la interpretación de los números que esconden a las personas. Que un tercio de los fallecidos sean olvidados para que políticamente resulte digerible para la opinión pública confirma la vocación del actual Gobierno de permanecer varias legislaturas eludiendo la verdad o, mejor dicho, troceándola para presentarla a medias. Las lágrimas de Merkel limpian y desnudan a quienes no pedirán nunca perdón y, además, tratan de ocultar la realidad para que dentro de un tiempo ni siquiera se recuerde lo que no está pasando. Al tiempo, ocurrirá.
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