Javier Varela | 04 de enero de 2021
El Gobierno cuela al pianista de Sánchez en una lista donde hay miles de personas esperando la nacionalidad. Un buen regalo de fin de año por los servicios prestados.
Este Gobierno de coalición que nos ha tocado vivir, o más bien sufrir, lleva un año acostumbrado a tomar decisiones a golpe de real decreto. Y resulta curioso que la última decisión que se ha tomado de esta manera haya sido conceder la nacionalidad española a James Rhodes. Un artista capaz de haberse convertido en el pianista de cabecera de Pedro Sánchez, ponerle un sobrenombre a una ley (la de protección a la infancia), apoyar en las redes sociales a Pedro y Pablo, ser el azote de la oposición y hacer de telonero en un acto político del Gobierno de España. Un chico para todo, vaya.
Las vías para conseguir la nacionalidad española son por origen, por posesión de estado, por opción y por residencia. Ninguna de estas cuatro las cumplía el pianista
Como regalo de fin de año por los servicios prestados, el Gobierno le concedió la nacionalidad española por «sus méritos artísticos y, sobre todo, su compromiso frente al maltrato y la violencia contra los niños», que «hacen de él un símbolo de la nueva España. Felicidades, compatriota». Palabra de Pablo Iglesias. Y claro, esta concesión de la nacionalidad española ha levantado muchas ampollas en aquellos que llevan varios años esperando la suya. Aunque la ley establece que se debe dar una respuesta a la petición en el plazo de un año, hay personas que llevan varios años esperando una respuesta. Sin embargo, hay algunos privilegiados, entre los que se encuentra el español James Rhodes, que pueden adquirir esa condición a golpe de real decreto.
Porque las vías para conseguir la nacionalidad española son por origen, por posesión de estado, por opción y por residencia. Ninguna de estas cuatro las cumplía el pianista, pero hay una quinta a la que se ha agarrado el Gobierno para sumar un nuevo compatriota. Es la que recoge el artículo 21 del Código Civil y que se conoce como carta de naturaleza, que no está sujeta a las normas generales de procedimiento administrativo y, por lo tanto, tiene carácter excepcional. De hecho, según confirma la web del Ministerio de Justicia, el Gobierno tiene la potestad de concederla de forma discrecional, «tras valorar la concurrencia de circunstancias excepcionales», gracias a un real decreto. Una forma habitual de conceder nacionalidades cuando no se cumplen las primeras cuatro condiciones, pero que sorprende por la rapidez con la que lo ha hecho en este caso. Más que nada porque, cuando hay ERTE sin cobrar, se han perdido más de un millón de empleos en un año, la reforma laboral sin derogar y los autónomos siguen sin ayudas directas y pagando, sorprende la urgencia para hacer español a James Rhodes.
Desde 1994 se ha concedido un total de 5.627 cartas de naturaleza para conseguir la nacionalidad española, de las que 5.254 han sido para sefardíes
Desde 1994 se ha concedido –tanto por parte de Gobiernos del PSOE como del PP- un total de 5.627 cartas de naturaleza para conseguir la nacionalidad española, de las que 5.254 han sido para sefardíes, descendientes de los judíos que vivieron en la Corona de Castilla y la Corona de Aragón hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos. El resto, 373, han sido para deportistas (92), gente de la cultura (70) y científicos, víctimas del terrorismo o diplomáticos. Los nombres son variopintos y entre los afortunados que han recibido la nacionalidad gracias a las cartas de naturaleza hay gente del cine como Fernando Fernán Gómez, Benicio del Toro o Federico Luppi; escritores como Mario Vargas Llosa; cantantes como Ricky Martin; o deportistas como Ansu Fati, el último en lograrla para ser internacional con la selección española, a petición de la Real Federación Española de Fútbol, o la nadadora Nina Zhivanevskaya, los jugadores de baloncesto Nikola Mirotic o Serge Ibaka o los atletas Joan Lino y Orlando Ortega, por poner varios ejemplos. Más notoria fue la concedida el pasado mes de julio al senegalés Gorgui Lamine, tras salvar a un vecino de Dénia con movilidad reducida de un incendio trepando por el balcón de la casa.
Es verdad que el Gobierno que recurre a esta fórmula no está en la obligación de hacerlo público, aunque sí debe publicarlo en el BOE (salvo en el caso de los sefardíes) y que lo hace o no según le interese. Y en este caso era evidente que le interesaba anunciarlo a bombo y platillo, porque se trata de una persona relevante, con mucha presencia en las redes sociales y que se ha convertido en un activista en favor del Gobierno de coalición. Desde que llegara a España en 2017, Rhodes ha ganado fama gracias a la publicación de su libro Instrumental, donde relataba cómo sufrió abusos sexuales de niño por su profesor de gimnasia, y que le sirvió para convertirse en adalid del proyecto de ley de protección de la infancia, a la que le otorgaron su nombre. Pero, además, ha tocado en el Teatro Real de Madrid, en el Liceu de Barcelona o en el Palau de la Música Catalana. Pero más que por sus valores musicales, James Rhodes ha ganado fama por sus constantes flores a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, de los que es un admirador confeso.
Rhodes es un habitual de los actos del presidente y ya ha estado en la Moncloa invitado por el presidente. De hecho, de Pedro Sánchez ha llegado a decir que «la única persona que puede cambiar las cosas de verdad ahora mismo es usted», lo calificó como «maravilloso» y aseguró que «tal vez soy ingenuo, pero no puedo evitarlo. Para mí este tío es auténtico as fuck». Lo dicho, completamente enamorado del presidente del Gobierno y de su gestión. Tanto, que no solo se ha deshecho en elogios hacia Sánchez, sino que ha salido en su defensa atacando a Santiago Abascal, líder de Vox, al que en una ocasión le dijo en Twitter: «El diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. Pero nunca podría combinar ninguna de ellas [sic] lo suficientemente bien como para explicar cuánto quiero golpearte con una silla». Lo dicho, un activista en toda regla que ha encontrado premio a su labor de trinchera con una nacionalidad por decreto.
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