Juan Pablo Colmenarejo | 26 de enero de 2021
Cualquier acontecimiento tanto natural como artificial se convierte en una monumental bronca. Da lo mismo una máquina quitanieves que una aguja para inocular la vacuna.
Parece mentira, pero con el coronavirus otra vez asolando a la población española no nos falta el ruido tuitero y de telepredicador proveniente de las estancias políticas. El jaleo va y viene de un lado a otro. Como si no hubiera otra preocupación que acabar con la pandemia de una vez por todas. Se confirma, por enésima vez desde que empezó el drama, que aprovechando que el virus ha pasado por aquí se pueden echar abajo algunos cimientos constitucionales. Los síntomas de fatiga se extienden entre las familias junto con una sensación generalizada de desasosiego. La sociedad empieza a mirar cada fin de mes como una trinchera a conquistar. Por un lado, van los problemas y, por el otro carril, quienes tienen el compromiso de solucionarlos o por lo menos de allanar el camino ante las dificultades.
Cualquier acontecimiento tanto natural como artificial se convierte en una monumental bronca. Da lo mismo una máquina quitanieves que una aguja de un calibre mayor al que se necesita para inocular la vacuna. España vive en estado de jaleo por costumbre. Las polémicas pasan de intensas a efímeras en un solo día. Todas las energías deberían dedicarse a lo mismo, pero una situación de incertidumbre resulta un caramelo para quienes tienen proyectos a los que no renuncian ni en momentos de extrema necesidad. El enfrentamiento dentro del Gobierno de coalición por las pensiones o la invasión sin pudor del Gobierno de los jueces, a la vez por las dos partes en coalición, demuestran que hay otros intereses en juego. Desde que comenzó la crisis sanitaria del coronavirus no ha habido más que tensión y enfrentamientos en ausencia de acuerdos y consensos. No hay tregua, sino una prolongada alarma que empieza a solidificarse.
El enfrentamiento dentro del Gobierno por las pensiones o la invasión sin pudor del Gobierno de los jueces demuestran que hay otros intereses en juego
La presencia de Podemos, mejor dicho, de Pablo Iglesias en el Gobierno, ha introducido un factor movedizo en la gobernabilidad de España. Su objetivo no se altera. La crisis generalizada se convierte en una oportunidad. La agitación permanente, con sus apariciones públicas, alimenta el jaleo. Un zarandeo a la Corona en una frase y la justificación del golpe independentista al 78 a la siguiente. Iglesias da y se repliega, pero sacando rédito en cada movimiento. Se sabe necesario. Sin sus escaños y los de los socios anti-78 se acabó la presidencia de Pedro Sánchez. Iglesias ha hecho de su posición una fortaleza. No habla del virus ni de las vacunas, como tampoco lo hizo de las residencias de ancianos bajo su ámbito competencial durante la primera alarma con mando único.
La crisis económica y social se muestran como otro campo de pruebas. El vicepresidente segundo sabe que viene de frente el tren de la Unión Europea. Más temprano que tarde empezarán a exigir con más velocidad. El pasivo de la cuenta del Reino de España en el Banco Central Europeo y los mercados financieros emerge como una montaña inexpugnable, una losa para varias generaciones. Nadie da duros a cuatro pesetas. En la Unión Europea no van a apretar ahora mismo, pero ya están viendo a este país nuestro organizando otro de sus jaleos por el reparto del fondo extraordinario antes de que llegue. La cogobernanza, nadie sabe su significado, entre el Gobierno de España y sus autonomías ya ha colapsado. Solo el tiempo nos permitirá ver lo que nos está pasando. Dentro del Gobierno hay quien aprovecha cada segundo para remodelar el futuro.
Sigue el jaleo. El trajín con la fecha de las elecciones autonómicas en Cataluña se añade a la lista de despropósitos. Se ha jugado con intereses particulares. El desistimiento de Sánchez en la gestión de la pandemia para evitar el desgaste y el nombramiento del ministro de Sanidad como candidato a la presidencia de la Generalitat van de la mano. Estos hechos demuestran que hay planes que no se detienen ni en una circunstancia grave y dramática como la que estamos viviendo. No se han dado más herramientas legales a las autonomías, porque los independentistas podrían suspender las elecciones, y ese caso con los jueces dando la razón, dar por amortizado el efecto de Illa como candidato, tal y como anuncian las encuestas. El jaleo se convierte en escándalo. Las UCI en Cataluña van camino de la saturación. Pero no pasa nada. Ni ahora ni tampoco más adelante, ya que las preocupaciones generales empiezan a ser dos: eludir al virus y no perder el puesto de trabajo. El año 2021 va a ser el segundo de una crisis profunda y sistémica.
El 2021 ha empezado bajo cero, como no se recordaba en décadas. Dice el refrán que será un año de bienes. Si se consigue doblegar a la COVID será más que suficiente.
Inés Arrimadas ha visto cómo el PSOE vuelve a sacarla de la ecuación del acuerdo. Sánchez solo negocia con Iglesias. Como recuerdo le queda el haber quitado una careta al presidente del Gobierno.