Juan Milián Querol | 23 de junio de 2021
El actual Gobierno español es la mayor victoria del separatismo en toda su historia. La república de Puigdemont duró ocho segundos, pero con Sánchez en La Moncloa el nacionalismo podrá ahora ejercerla sin limitaciones. El sanchismo no podrá con España, pero la está dejando muy herida.
Pedro Sánchez ha resucitado un procés independentista que estaba muriendo por sus propias contradicciones. No eran pocos los nacionalistas que habían empezado a entender que la independencia era imposible, al menos a corto plazo, y que sus líderes políticos habían metido a la comunidad que tanto dicen amar en una profunda decadencia económica y cultural. Sin embargo, el lunes el presidente español fue al Gran Teatro del Liceo de Barcelona a anunciar que abandonaba definitivamente a los constitucionalistas y que, indultando a sus socios sediciosos, daba por inaugurado el segundo procés. Así será. Indulta «para empezar de nuevo». Reforma del Estatut, ataques a la Constitución, referéndums, fractura social, fuga empresarial… con el apoyo socialista y, ahora, sin la excusa del “no se podía saber”.
Primero, la izquierda abandonó a los constitucionalistas con sus palabras. Miembros del Gobierno como Carmen Calvo o Yolanda Díaz confunden conscientemente Cataluña con los políticos independentistas, despreciando a los millones que seguimos siendo leales al pacto constitucional. Premiar a los condenados es estar con Cataluña, vienen a decirnos estos falsarios. La progresía española es cada día más pujolista. La traición a los trabajadores catalanes es definitiva. También mienten al equiparar los indultos con la concordia, cuando estos representarán exactamente lo contrario. Son inmorales e inútiles. Suponen la claudicación de la responsabilidad y el despertar de un nacionalismo que pretende extranjerizar a la mayoría de los conciudadanos. Pocos movimientos más antidemocráticos hay actualmente en Europa que éste que abraza nuestra izquierda desnortada.
En las palabras de Sánchez y en la acción de su partido no hay el más mínimo indicio de apoyo o empatía con el constitucionalismo. Han desconectado de la realidad plural de Cataluña. Nos han vendido. El mismo lunes, mientras Sánchez anunciaba aquello que había prometido mil veces que no iba a hacer, el PSOE votaba en contra de una propuesta presentada por Llanos de Luna, diputada del Partido Popular y exdelegada del Gobierno en Cataluña, que pretendía asegurar la presencia de los servidores del Estado en esta comunidad. Se instaba al Gobierno a favorecer la cobertura de los puestos vacantes de la Administración General del Estado en Cataluña, pero el PSOE solo premia la deslealtad con España. Y castiga a aquellos que dan la cara por ella, ya que molestamos a sus supremacistas socios.
El gobierno de Sánchez ha traspasado todos los límites en su apoyo a los políticos independentistas. Mientras en la reciente campaña madrileña se inventó un fascismo inexistente y la ministra Reyes Maroto paseaba la foto de una navajita que le había mandado un señor mentalmente enfermo, resulta que escondían que Pablo Casado y constitucionalistas catalanes, como Joan López Alegre, eran el objetivo de un potencial terrorismo separatista. El Gobierno lo sabía y decidió silenciarlo. No lo comunicó a unos afectados que se han enterado por los medios de comunicación de la existencia del informe de la Guardia Civil en el que se advertía de cómo los miembros de los CDR detenidos buscaban información sobre ellos como “posibles objetivos”. Indecencia en todos los frentes.
También en el exterior. El Gobierno ha abandonado la defensa de España ante Europa. El mismo lunes la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobaba el informe del socialista Boris Cilevics en el que se compara España con Turquía. Ni es una condena, ni tiene efectos vinculantes, pero Sánchez y su ministra de Asuntos Exteriores han facilitado esta clara victoria propagandística del separatismo. El texto fue apoyado por la mayoría de los socialistas y solo fue contestado con firmeza por los populares. Diplocat ya no tienen sentido. Es una duplicidad administrativa. Ya está la ministra Arancha González Laya para ensuciar la imagen de España y defender la propaganda independentista.
El mensaje de Sánchez a las asociaciones constitucionalistas, que durante años se han sacrificado defendiendo los derechos de todos los españoles, es cristalino: ahí os quedáis. Solos. No contéis con el PSOE. Sois un estorbo, porque refutáis la Cataluña homogénea del nacionalismo; porque el pluralismo es un obstáculo para el secesionismo y, por tanto, para Sánchez. Y les deja. Abandonados. A los pies de los caballos estelados. El sanchismo no podrá con España, pero la está dejando muy herida.
Los políticos independentistas lo perciben. No han esperado a los indultos para anunciar la debilidad del Estado, en palabras de Oriol Junqueras, y la derrota de España, en las de Jordi Cuixart. El actual Gobierno español es la mayor victoria del separatismo en toda su historia. La república de Puigdemont duró ocho segundos, pero con Sánchez en La Moncloa el nacionalismo podrá ahora ejercerla sin limitaciones, podrá aplicar un despotismo poco ilustrado sobre la población catalana. Mientras el Estado, por orden del PSOE, se batirá en retirada y nos dejará a todos los españoles abandonados.
La máquina de propaganda de Moncloa anunció a bombo y platillo un encuentro entre Joe Biden y Pedro Sánchez que iba a ser decisivo y que acabó siendo un corto paseo de apenas unos segundos. Les puede el narcisismo.
Esquerra Republicana no renunciará al unilateralismo, pero busca un camino más rápido y seguro hacia la independencia, y el PSOE se lo está asfaltando.