Guillermo Garabito | 12 de agosto de 2021
Los colegios que quiere Pedro Sánchez son una hora de la siesta continua de ocho de la mañana a dos y media de la tarde; eso sí, una siesta ecológica, vegana, socioafectiva y de género fluido entre el duermevela, la fase REM y levantarse sudado como un pollo.
Los colegios que quiere el PSOE son un campamento de verano de esos en los que los niños a la semana están deseando que llegue septiembre, que empiece el colegio y meterse entre pecho y espalda el temario de Filosofía con tal de que los monitores les dejen en paz. Los colegios que quiere Pedro Sánchez son una hora de la siesta continua de ocho de la mañana a dos y media de la tarde; eso sí, una siesta ecológica, vegana, socioafectiva y de género fluido entre el duermevela, la fase REM y levantarse sudado como un pollo. Me imagino a los críos insoportablemente aburridos pidiendo desesperadamente estudiar a Ockham o que les den la puñetera navaja esa de una vez y que alguien les enseñe lo que son las venas como única escapatoria para no tener que seguir soportando videos de Irene Montero en los que se explique que los números pueden ser primos, primas o primes, según se sientan como a nosotros nos ponían Magic English.
En las clases de Lengua y Literatura se hará una fogata, es denigrante que los críos de hoy no sepan hacer fuego, y cada uno elegirá un ejemplar con el que avivar las llamas. Para qué leer a los clásicos o memorizar los versos de Calderón –y ese pequeño placer raro que a todos nos removió cuando leímos por primera vez aquello de “Yo sueño que estoy aquí…”– si todo está en Internet, que ha dicho el ministro de Universidades. Y es que la memoria es un objeto obsoleto y Occidente sucumbió el día que la meritocracia pasó a ser un concepto más en el diccionario como antes le ocurrió al estoicismo.
Lo que de ninguna forma se puede tolerar es que Educación Física siga siendo una asignatura que prime valores como la competitividad o el esfuerzo. Qué es eso de que todavía haya asignaturas donde uno quede primero y otro último desde que Simone Biles ha demostrado que un bronce vale más que un oro en medio de la posmodernidad. Así que Pilar Alegría, ministra de Educación, debería dar órdenes urgentes de cara al nuevo curso para que en Gimnasia se enseñe balconing ya que no se puede consentir que el resto de países europeos nos lleven la delantera. Y consecuentemente se acabó eso de visitar el Museo del Prado en primaria o principios de la ESO. ¿Para qué perder el tiempo si Velázquez, Goya o Rubens también están en Internet y sin colas?. ¡Las excursiones, a partir de ahora, a Magaluf!
Para qué memorizar pudiendo enseñarle a los niños lo que tienen entre las piernas. Algún día, cuando recobremos la cordura alguien tendrá que sentar a estos personajes que rozan el delirio pederasta en un banquillo
Los pupitres, como los uniformes, son un elemento clasista así que los alumnos deberán sentarse en corro en cada asignatura sobre el suelo. Allí los de cero a seis años se les enseñará «descubrimiento personal de la sexualidad», como aparece en la Ley Celaá, y «juegos exploratorios estimulantes». Para qué memorizar pudiendo enseñarle a los niños lo que tienen entre las piernas. Algún día, cuando recobremos la cordura alguien tendrá que sentar a estos personajes que rozan el delirio pederasta en un banquillo, en Nuremberg o en Pedregalejo, y juzgarles por crímenes contra la infancia.
Hasta entonces, como somos muy modernos y memorizar es elitista, deberíamos darle una oportunidad a este nuevo plan educativo del Gobierno y dejarnos de tanto criticar. Nadie se ha parado a pensar que tal vez este sea el plan más ambicioso de educación que se ha puesto en marcha en toda la democracia. Qué el Gobierno quiere usar por primera vez la psicología inversa aplicada a la educación. Si nuestros abuelos, que por desgracia apenas pudieron estudiar porque había que trabajar en un país con más escombros que oportunidades, fueron capaces de aprender a leer por su cuenta, de hacer pequeñas bibliotecas, comprar enciclopedias, crear empresas y hasta reconstruir un país, lo único que hay que hacer para garantizar el mejor futuro de las nuevas generaciones es lo mismo: privarles hasta de los conocimientos más elementales mientras se les instruye sobre la importancia de tocarse el badajo.
A mí me parece un plan brillante en el que nada puede fallar. Un nuevo éxito del socialismo. Aplicar una vez más la psicología inversa que, como ya ha demostrado el Gobierno de Pedro Sánchez en otras ocasiones, ha sido la solución para todos los problemas empezando por el catalán y el vasco. Y sobre todo para el suyo, aquel insignificante detalle que consistía en tener la cuenta corriente pelada y ningún futuro laboral. El éxito más grande de la psicología inversa ha sido precisamente el de repetir hasta la saciedad eso de que a la política no venían a enriquecerse, ya sabe el lector.
En medio del rechazo, el miedo o la desaprobación que los padres encontramos a veces en la sociedad, los centros de educación especial resultan un oasis donde nuestros hijos son mirados de verdad y con verdad.
Ni este decreto ni, por lo que parece, las nuevas reformas que se avecinan, afrontan los enquistados problemas de la parte pública de nuestro sistema universitario, denunciados desde hace tiempo, por expertos e informes ministeriales