Ainhoa Uribe | 02 de mayo de 2019
La derecha nacional debe reflexionar sobre su división interna para liderar una oposición creíble.
Los votos de la derecha no han servido para evitar que España se tiña del rojo socialista y del patriotismo “indepe” de vascos y catalanes, ya que su división en dos (PP y VOX) o incluso en tres partidos (Ciudadanos) ha sido letal. Los datos son ya de sobra conocidos: El Partido Socialista gana con 123 escaños, le sigue el Partido Popular con 65 escaños, Ciudadanos con 57, la formación morada de Unidas Podemos con 42, y VOX con 24 diputados, respectivamente.
Los avances de participación y los resultados provisionales de las elecciones del #28A por Comunidades Autónomas, provincias, municipios y candidaturas se pueden consultar en la web oficial:
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— Ministerio Interior (@interiorgob) 28 de abril de 2019
Entre los nacionalistas, la victoria es más rotunda si cabe, ya que sus votantes se han movilizado en masa para “conquistar Madrid”, dando a Esquerra Republicana de Catalunya 15 diputados; a Junts per Catalunya, 7; al Partido Nacionalista Vasco, 6, y al radical Bildu, la espectacular cifra de 4 diputados (que duplica su representación).
La alta participación electoral ha beneficiado la victoria de la izquierda, disparándose de forma especial en las zonas rurales del País Vasco y Cataluña. La derecha nacional allí desaparece. En el caso vasco, el PNV ha obtenido un escaño más de los 5 que esperaba, y Arnaldo Otegi ha resucitado al ala más radical del nacionalismo, ganando un escaño incluso por Álava (bastión tradicional de los votantes más moderados y constitucionalistas); por el contrario, el Partido Popular y Ciudadanos no han obtenido ningún escaño en los territorios vascos, al tiempo que los populare casi han quedado también fuera de Cataluña, siendo por ello los grandes perdedores de la noche, tanto a nivel nacional como local.
Las claves de los resultados se sitúan en el tan cacareado miedo a un Gobierno de centroderecha que incluyera un partido populista de extrema derecha, como VOX; y muy especialmente en el pánico de los nacionalistas e independentistas a perder a su interlocutor principal, Pedro Sánchez, cuya sensibilidad hacia el diálogo político con quienes quieren romper España ha quedado más que manifiesta en la última legislatura.
Huele a cambio de régimen si Pedro Sánchez no pone freno a las expectativas “podemitas” republicanas y a las ansias secesionistas
Es decir, gana la izquierda y gana el independentismo, lo cual augura un incierto panorama de estabilidad política y económica, porque queda en manos de Pedro Sánchez el futuro de la Constitución y del sistema diseñado en la Transición. Huele a cambio de régimen si Pedro Sánchez no pone freno a las expectativas “podemitas” republicanas y a las ansias secesionistas.
En poco más de veinte días tendremos una respuesta clara de las intenciones del caballo ganador, Pedro Sánchez. Por el momento, dice querer gobernar en solitario (y podría hacerlo en una segunda votación por mayoría simple en el debate de investidura), pero, ¿será eso realmente lo que suceda? ¿Durará una legislatura en minoría?
Podemos abre la mano al pacto y los nacionalistas también están dispuestos a brindarle el apoyo necesario a los socialistas. A la izquierda, la suma PSOE y Unidas Podemos requeriría contar con los nacionalistas vascos y catalanes, lo que sumaría cerca de 186 escaños, cifra que superaría con creces los 176 de la mayoría absoluta.
Otro posible pacto podría ser PSOE y Ciudadanos, que llegarían a 179 escaños juntos. Esta aventura política sería la mejor, desde el punto de vista institucional, para evitar una crisis del sistema, pero los votantes de Albert Rivera no se lo perdonarían, al tiempo que Ciudadanos tiene que demostrar que dijo la verdad en la campaña cuando rechazó de pleno al PSOE por su sensibilidad hacia el independentismo.
Mientras Sánchez y Rivera se afanan en la próxima campaña electoral, la derecha nacional debe reflexionar sobre su división interna, causa principal de su fracaso. El Partido Popular ha de intentar rehacerse rápido de sus cenizas, especialmente en Cataluña y País Vasco, ya que un partido sin presencia en el conjunto del territorio difícilmente podrá liderar una oposición creíble en España.
El PSOE gana las elecciones generales y conducirá al país a un parón ante la inminente crisis.
Aleja un pacto para defender España, pero le facilita conquistar el liderazgo del centro derecha.