Inocencio Arias | 06 de mayo de 2019
El Gobierno de España no puede cerrar las puertas a Leopoldo López, un demócrata condenado por razones políticas.
Temíamos que lo de Venezuela no iba a terminar en un par de días, lamentablemente no nos equivocábamos. La situación es un ejemplo de libro de cómo un régimen corrupto, que viola la democracia, que no vacila en utilizar medios violentos, incluido el asesinato de manifestantes, que ha arruinado al país, etc., puede mantenerse en el poder. Solo precisa de tener un férreo control militar y un aparato potente de propaganda.
Los recientes acontecimientos han provocado la muerte de otros cuatro manifestantes y unos 230 heridos. Según cálculos serios, unos 57 manifestantes han sido abatidos en lo que va de año por las fuerzas de seguridad o por milicianos esbirros de Nicolás Maduro. Hay hambre, tres millones de personas se han exilado, faltan medicinas, productos de primera necesidad… El mundo lo sabe.
La popularidad de Maduro es ya muy inferior a la su opositor Juan Guaidó. Sin embargo, la llamada de este a la gente para echarse a la calle estos días tiene un éxito moderado. El derrumbe del régimen no se ha producido, la reacción popular no ha sido lo contundente que se deseaba. Esto no va a terminar pronto. ¿Por qué? ¿No está una clara mayoría de venezolanos, conocedora incluso de que Maduro ha puesto reparos a que llegase una vital ayuda humanitaria, deseando que el autócrata sea depuesto? Sí, pero no es fácil mantener la movilización cuando sabes por los antecedentes que el régimen no vacila en emplear la fuerza, las armas de fuego, para disolver una manifestación. Jugarse la vida cuando ignoras si vas a ganar no resulta tentador.
No es fácil mantener la movilización cuando sabes por los antecedentes que el régimen no vacila en emplear la fuerza para disolver una manifestación
Unos 57 países han reconocido a Guaidó como legítimo presidente, se ha ofrecido una salida sin contratiempos a Maduro, los ingresos de petróleo han descendido enormemente, Donald Trump aprieta la tuerca petrolífera y la Unión Europea, aunque tarde o temprano se dividirá, como ocurre en muchos asuntos serios, habla de ampliar las sanciones a Caracas.
En las actuaciones de estos días se acrecienta la confusión. Portavoces significados estadounidenses, como el secretario de Estado Mike Pompeo, aseguran que tres altos cargos cercanos a Maduro lo forzarían a marcharse a Cuba. Puede que los altos cargos se arrugaran en el último minuto. También podría ser una trampa de Maduro para hacer caer a Estados Unidos en el ridículo. Trump alterna las bravuconerías con las afirmaciones sensatas, pero no desconoce que una intervención militar puede ser contraproducente y hacer aparecer a Guaidó como un títere yanqui.
La clave, sin duda, está en la cúpula militar. Ha de haber en ella varios generales vacilantes que ven cómo el sectarismo y la incompetencia de los dirigentes chavistas han llevado al país quizás más rico de Iberoamérica a una situación dantesca. Otros son corruptos o, por sus implicaciones en los desmanes de Maduro y Hugo Chaves, temerosos de su suerte si el régimen cae. Todos conocen que una conspiración puede ser pronto detectada por los servicios de inteligencia trufados de cubanos y, entonces, el castigo no sería leve.
La tensión con España ha subido de forma aún manejable con la acogida del opositor Leopoldo López en la Embajada. A diferencia de muchos países iberoamericanos, que han firmado la Convención de Caracas de 1954 sobre asilo diplomático y la diplomática de La Habana de 1928, España no acoge con frecuencia en nuestras embajadas a personas que por razones políticas temen por su vida. Lo ha hecho excepcionalmente en Cuba, Bolivia y algún otro caso. Pero, aunque huimos de calificarlo de asilo diplomático como haría un país iberoamericano, nuestro Gobierno no podía cerrarle la puerta a un demócrata condenado por razones políticas y que iba a ser apresado de nuevo. Habría sido un escándalo. La decisión ha sido la adecuada.
Nuestro Gobierno no podía cerrarle la puerta a un demócrata condenado por razones políticas y que iba a ser apresado de nuevo
Josep Borrell, al mismo tiempo, ha mandado dos mensajes: al Gobierno de Maduro, el de que la residencia de nuestro embajador o nuestra oficina son inviolables, es decir, la Policía venezolana no puede entrar sin autorización en ningún caso, y a López, que debe abstenerse de cualquier actividad política.
El Convenio de Caracas dice que el Gobierno del país del refugiado debe dar la autorización “para que salga del país con las seguridades otorgadas” pertinentes. Tengo dudas de que Maduro esté dispuesto a conceder este salvoconducto en plazo breve.
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