Carlos Echeverría | 29 de mayo de 2019
La tensión en una región reducida, donde se encuentran Siria, Israel, Líbano y Jordania, ha convertido estas fronteras cuatripartitas en una zona crítica.
El conflicto en Siria continúa, y ello mientras la región se ve cada vez más afectada por el mismo y, sobre todo, por la creciente tensión entre algunos de los principales actores implicados en él. Por ejemplo, la vivida actualmente entre Turquía y Rusia en la región siria de Idlib, aunque también debemos destacar la que afecta a Irán e Israel. La preocupación del segundo por la presencia militar directa en Siria de su enemigo iraní se intensifica en momentos en los que Irán está sometido tanto a un incremento de las sanciones internacionales que EE.UU. lidera como a una presión militar directa. Mientras todo ello ocurre, el régimen de Bashar Al Assad se consolida en el poder.
Esta provincia noroccidental siria fronteriza con Turquía es la zona del país donde se ha concentrado un buen número de actores yihadistas que, bajo el estandarte de Al Qaida, han luchado en el emblemático escenario sirio desde el principio de la guerra en 2011.
El antiguo Frente Al Nusra se denomina hoy Hayat Tahrir Al Sham (HTS), sigue siendo la filial de Al Qaida en Siria y se beneficia de un acuerdo alcanzado entre Turquía y Rusia el pasado septiembre en Sochi, por el que sus miembros y sus familias se han replegado de otros rincones del país a esta región y allí mantienen un pulso permanente con las autoridades de Damasco.
Preocupa que la tensión se intensifique y que ello pueda tener también importantes consecuencias en términos humanitarios
El acuerdo ruso-turco establecía una zona desmilitarizada en el sur de Idlib, en la que en realidad actúan a sus anchas no solo los yihadistas de HTS, sino también rebeldes proturcos del Frente Nacional de Liberación (FNL), que también son enemigos del régimen de Damasco. Este ha venido manteniendo enfrentamientos con todos ellos, pues no ceja en su empeño de recuperar el control en todo el territorio nacional.
Desde fines de abril, bombarderos sirios pero también rusos han diezmado a dichos actores, y preocupa que la tensión se intensifique y que ello pueda tener también importantes consecuencias en términos humanitarios, con muertes de civiles y con desplazamientos importantes de población que nos devuelvan a un escenario como el de 2015. Turquía posee una decena de puestos de observación en dicha provincia siria y, junto a su prioridad de frenar a toda costa el empoderamiento de los kurdos sirios, asume también la labor de proteger a algunos de los actores islamistas que se concentran en dicho escenario.
Con el telón de fondo de la incorporación por EE.UU., anunciada el pasado 8 de mayo, de la Guardia Revolucionaria de Irán (los Pasdarán) a su lista de grupos terroristas, este actor tan presente y activo en suelo sirio puede convertirse en objetivo de ataques estadounidenses, como ya lo ha venido siendo de ataques israelíes. También hemos de incorporar a nuestro análisis otra decisión estadounidense reciente –de fines de marzo– que afecta al escenario tratado: el reconocimiento declarado por el presidente Donald Trump de los Altos del Golán como territorio de Israel.
Todo ello hace que la tensión en una región de extensión reducida, y donde no solo se encuentran Israel y Siria sino también Líbano y Jordania, haya convertido estas fronteras cuatripartitas en una zona crítica. Los analistas israelíes centran su esfuerzo en evaluar cómo Hizbollah ha salido reforzado de su experiencia de años de combate en Siria: a pesar de las importantes bajas sufridas, ha ganado en experiencia militar –mejorando sus procedimientos -, ha actualizado sus arsenales contando, como siempre, con el apoyo de Irán y ha reforzado también, y ello es muy importante, su motivación. Dado que el escenario sigue siendo convulso, y dado sobre todo que los contendientes tradicionales de la región están ahora mucho más próximos unos a otros, la preocupación crece.
Los analistas israelíes centran su esfuerzo en evaluar cómo Hizbollah ha salido reforzado de su experiencia de años de combate en Siria
Como consecuencia de una proyección iraní que no solo ha consolidado su presencia en Siria sino que desde años antes lo hizo también en Iraq, no hay que perder de vista la frontera sirio-iraquí. Una vez esta ha sido en buena medida –aunque no es su totalidad– limpiada de las bolsas residuales del Estado Islámico (EI), lo determinante ahora en la misma es tanto el papel futuro de los combatientes kurdos y árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que contribuyeron a diezmar a estos yihadistas en escenarios como Baghouz el pasado febrero, como la propia frontera entre Siria e Iraq.
Las FDS han perdido fuerza con la retirada parcial de EE.UU., que combatió con ellos contra el EI, pero siguen siendo motivo de preocupación tanto para Damasco como para Ankara. Y en cuanto a la frontera entre Siria e Iraq, estos antaño enemigos encarnizados forman hoy parte de ese “frente shií” en el que los intercambios de todo tipo, incluido el de combatientes y armas, son cada vez mayores.