Rafael de Ribot | 30 de mayo de 2019
Valls ofrece «sin condiciones» sus votos a Ada Colau para evitar al independentismo en Barcelona.
Esquerra Republicana ha pasado de la euforia al nerviosismo cuando ha visto que su victoria en las elecciones municipales en Barcelona no le garantiza conseguir la alcaldía. Ernest Maragall se las prometía muy felices la noche del domingo 26 de mayo, cuando Ada Colau tiró la toalla y anunció su renuncia a continuar al frente del consistorio, pero desde el rincón de los comunes- con ayuda de los socialistas- la cogieron antes de que tocara el suelo y se han conjurado para plantar cara hasta el último round.
El líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, fue el primero en decir públicamente lo que muchos se apresuraron a comentar en privado: si el independentismo ha perdido representación en el ayuntamiento (ha pasado de 18 a 15 concejales), no tiene mucho sentido regalarle precisamente ahora el acceso por primera vez en la historia a la alcaldía de la ciudad. La ley electoral favorece a Maragall, que, como cabeza de la lista más votada, será elegido alcalde si ningún candidato suma la mayoría absoluta. Si se mantienen los vetos cruzados, anunciados por los candidatos en la precampaña, será imposible que alguien tenga los apoyos necesarios; pero ha llegado la hora de hacer política.
Manuel Valls se presentó como el único voto útil para evitar que Maragall o Colau fueran alcaldes, pero la aritmética le ha puesto en la tesitura de poder elegir entre uno de los dos
Repasemos cómo están las cosas. Maragall propone un pacto de investidura –que no de Gobierno- a los Comunes y a Juntos por Cataluña, que se excluyen mutuamente y afirman que no están dispuestos a formar parte de una misma mayoría. Ada Colau prefiere un acuerdo de izquierdas con republicanos y socialistas, pero el PSC se borra de cualquier pacto que incorpore a los independentistas. ¿Hay alguna otra alternativa? Pues que comunes y socialistas reciban el apoyo de, al menos, tres concejales constitucionalistas. Es por eso que todas las miradas se han fijado en Manuel Valls, que ha salido a decir que está dispuesto a ceder sus votos sin contraprestación alguna para evitar que se elija a un alcalde secesionista El ex primer ministro francés se presentó ante los electores como el único voto útil para evitar que Ernest Maragall o Ada Colau fueran alcaldes de Barcelona, pero la aritmética le ha puesto en la tesitura de poder elegir entre uno de los dos. Quien parece haber elegido ya es Ciudadanos, puesto que, desoyendo las palabras de Valls, desde la dirección naranja optan mejor por un acuerdo con el PSC , en vez de con Colau. Los de Albert Rivera no quieren que gobiernen Barcelona ni populistas ni independentistas.
Solo desde la ingenuidad se puede pensar que esta es una partida que se está jugando en un único tablero. De hecho, se está apostando más fuerte en Madrid que en Barcelona. Regalar, no se va a regalar nada. Ada Colau ya ha dicho que no quiere los votos de Valls y, si no rectifica, la posibilidad de sacarla a ella de la ecuación para facilitar el pacto pasaría por ofrecerle un premio mayor, y no hay muchos que superen la opción de repetir en la alcaldía. La voluntad de Pedro Sánchez de hacer un Gobierno monocolor deja sin opciones a los que pretendían tentarla para que dejara paso libre a su segundo, o incluso al socialista Jaume Collboni. Y, mientras tanto, el independentismo también tienta a los comunes con un acuerdo que vaya más allá de la ciudad y que incluya el Gobierno del área metropolitana y de la Diputación de Barcelona.
Una vez más, se demuestra que la política es la gestión de los tiempos. Los republicanos necesitan no precipitarse, a la espera de unas posibles elecciones anticipadas en el Parlamento de Cataluña, en las que su objetivo será consolidar la hegemonía en el espacio independentista. Pero se ha demostrado que si te duermes puedes perder la iniciativa. Y es que el constitucionalismo no está en condiciones de dejar pasar una nueva oportunidad para recuperar los espacios de influencia perdidos en Cataluña, a riesgo de volver a decepcionar a sus esforzados votantes.
Otra cosa es lo que piensen algunos de los que han dado apoyo a la campaña de Valls y que consideran mucho más arriesgado que los comunes tengan la oportunidad de continuar su proyecto populista que un independentismo más adornado en soflamas que realmente efectivo.