Pedro González | 12 de junio de 2019
Son los propios candidatos los que denuncian los presuntos escándalos de sus rivales.
Nada menos que ocho de los once aspirantes iniciales a nuevo primer ministro británico han tenido que reconocer que consumieron cocaína y otras drogas en su juventud. No han sido voluntarios actos de contrición sino intentos de atajar la catarata de “revelaciones” sobre sus vicios pasados y presentes que habían empezado a salir a la luz pública. Como suele suceder casi siempre, tales descubrimientos no respondían a laboriosos trabajos de investigación de periodistas ávidos de desvelar los grandes defectos de la clase política. Eran los propios candidatos a suceder a la ya dimitida, y aún en funciones, primera ministra Theresa May, los que inundaban las redacciones con las denuncias sobre los presuntos escándalos de unos candidatos contra otros.
Británicos y europeos en general asisten al espectáculo de ver apuñalarse a quienes prometen que solucionarán lo que May ha sido incapaz de resolver en sus tres años de gobierno, es decir el gran problema transversal que envuelve y emponzoña no solo la política interior británica sino que también consume buena parte de las energías de la Unión Europea, el denominado brexit.
Entre tantos “enemigos íntimos” en el interior del Partido Conservador, dos parten como favoritos a la sucesión: el exministro de Asuntos Exteriores y exalcalde de Londres, Boris Johnson, y el todavía ministro de Medio Ambiente en funciones, Michael Gove. Fueron precisamente ellos dos los que, al apuñalarse políticamente sin piedad apenas consumado el desastre del referéndum convocado por David Cameron, provocaron que el partido descartara a ambos y optara por May.
Británicos y europeos en general asisten al espectáculo de ver apuñalarse a quienes prometen que solucionarán lo que May ha sido incapaz de resolver en tres años
Johnson, antiguo periodista y corresponsal en Bruselas, desde donde se mostraba en sus análisis como un convencido eurófilo, se trocó en furibundo eurófobo precisamente como estrategia política para encaramarse al liderazgo de los tories. Se prometió a sí mismo que terminaría por lograrlo y ha sido uno de los más duros azotes políticos de Theresa May a lo largo de estos tres últimos años.
Ahora ha comenzado su campaña en tromba. Fortalecido por la simpatía y favoritismo que le ha mostrado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su visita oficial al Reino Unido, Boris Johnson ha respondido cual perro de presa al que su amo azuza para que ataque. Es lo que cabe interpretar de su amenaza no sólo de sacar al Reino Unido de la Unión Europea en la nueva fecha límite establecida para la salida, el próximo 31 de octubre, sino también de no pagar un céntimo de los 45.000 millones de euros ya acordados con Bruselas como coste de este divorcio.
Frente a él Michael Gove, también experiodista y el primero de los candidatos en confesar haber esnifado cocaína hace veinte años, se autopresenta como el más capacitado para unir al Partido Conservador, concluir el proceso de salida de la Unión Europea y –guiño por si hubiere elecciones generales anticipadas- “liderar un gran país”.
Conforme a las reglas del partido, desde esta misma semana, cada martes y jueves los diputados conservadores de Westminster realizarán votaciones de descarte hasta que solo queden dos finalistas. Será el momento en que serán llamados los 160.000 militantes a que voten por uno u otro candidato. En el supuesto de que Boris Johnson sea uno de los finalistas las encuestas le auguran un triunfo incuestionable, tal es su popularidad entre la militancia tory.
La cuestión crucial entonces es cómo los diputados conservadores irán eliminando candidatos en el proceso de sucesión de Theresa May. En esta primera y sucesiva selección podrían auparse otros aspirantes menos belicosos con respecto a la cuestión fundamental del brexit. Si atendemos a la cuenta de preferencias de tales diputados que establece The Financial Times, Johnson contaría con 42 apoyos frente a los 28 de Gove. A estos les seguirían Jeremy Hunt (26), Dominic Raab (22), Sajid Javid (16) y Matt Hancock (12). No obstante, el propio diario británico reconoce que hay aún 134 diputados que no han mostrado sus preferencias.
El culebrón de la sucesión de May podría así prolongarse hasta finales del próximo mes de julio. El denominador común a todos los candidatos es que el brexit debe llevarse a cabo. Lo que ninguno ha mostrado es cómo y por qué tendrían éxito en tal empeño en donde May ha fracasado. Tampoco qué harían para lograr nuevas concesiones de la UE en una negociación que Bruselas y los 27 han dado por finiquitada. Y, last but not least, cómo convencerían al propio Parlamento británico para que respaldaran una salida abrupta y sin pagar, como preconizan Trump y su acólito preferido Boris Johnson. Una negativa en tal caso de Westminster podría abocar a elecciones generales, con los sondeos de opinión anunciando hundimiento conservador, y quizá entonces a un segundo referéndum.
El proceso de sucesión de la Primera Ministra de Reino Unido comenzará el próximo 7 de junio.