Armando Zerolo | 13 de junio de 2019
La ciudadanía demanda consenso, por lo que aquellos partidos que lideren los acuerdos de Estado serán los más beneficiados
Da la sensación de que mayo de 2019 cerró un ciclo que se abrió el 15-M, en el año 2011. Parecía que la nueva política había venido para quedarse pero no ha resistido a la década. La ilusión, el fin de la partitocracia, una política participativa y de base, la transparencia y acabar con las oligarquías, fueron promesas que ilusionaron a muchos.
También recientemente ha ilusionado el fin del “frentepopulismo”, el nacimiento de una “España viva”, la defensa de los valores tradicionales y acabar con el sistema corrupto. Ambas ilusiones, de uno y otro lado, funcionaron mientras fueron eso, simples ilusiones. Pero no han resistido el embate de la realidad y los españoles se han cansado de espejismos. Quieren estabilidad y no reconocen en los nuevos partidos una aportación positiva a la construcción del país. Solo ven un incremento de la tensión y de la polarización para, a fin de cuentas, no ser más que una parte más de un sistema erosionado por los intereses partidistas. Pasar de dos a cinco partidos no ha devuelto la calidad democrática al sistema, según percibe la mayoría de los ciudadanos, sino una mayor crispación y un agravamiento de los intereses y tensiones de partido.
La fuerza política que sepa liderar los grandes pactos de Estado pendientes será la que dominará electoralmente
2019 abre una nueva etapa llena de incertidumbres y de oportunidades. Los españoles han votado y, habida cuenta de los resultados, ha ganado el proyecto constitucional, europeo y moderado. Es un hecho que la rebelión contra el sistema no ha tenido éxito, que Podemos se desinfla y que VOX ya no provoca la ilusión que lo alimentaba. Quedan en liza los dos grandes partidos de siempre, pero con los retos planteados por los nuevos. Saber escuchar lo que ha pasado en los últimos meses será importante para elaborar un proyecto común sobre unas bases constructivas.
La tensión de los últimos años, que ha alcanzado su clímax en las elecciones generales del #28A, ha dejado muchas enseñanzas y es responsabilidad de las principales fuerzas políticas recogerlas si lo que de verdad desean es construir un proyecto común para el país.
Lo primero que deben aceptar es que muchos ciudadanos tienen la sensación de que los partidos no escuchan y que en el debate público se plantean cortinas de humo, cuestiones que realmente no les preocupan en su día a día. Lo cierto es que los partidos políticos tienen dificultad para escuchar al pueblo porque están rodeados de personas afines que, lógicamente, acaban siendo especialistas de sus temas y entre los suyos.
La sensación generalizada de que los partidos tienen sus propios intereses y que la lógica del poder es ajena a los problemas cotidianos de los ciudadanos
Es sorprendente el grado de aislamiento en el que se encuentran los grandes líderes políticos y el efecto de pérdida de realidad que les provoca estar en la cresta de la ola. Cuanto más dentro se sitúa uno, más fuera se queda del mundo cotidiano. Sus ojos y oídos en último término acaban siendo las encuestas. Guiados por ellas lanzan los grandes problemas que creen haber detectado sin ser conscientes de que, en realidad, son recibidas como cortinas de humo. Puede resultar entretenido discutir sobre feminismo o sobre Franco, pero a fin de mes al español medio le interesan otras cosas, y lo que busca es alguien que sea capaz de darle confianza para resolverlas.
La sensación generalizada de que los partidos tienen sus propios intereses y que la lógica del poder es ajena a los problemas cotidianos de los ciudadanos es una de las razones que explican la desafección y una tendencia creciente hacia los populismos o hacia las políticas más exaltadas. Quizás sea este el aprendizaje más útil que han ofrecido los nuevos partidos a los partidos de siempre. Hay que aprender a detectar las necesidades reales de la gente y tener una conciencia clara de cómo construir un proyecto creíble e ilusionante para el conjunto del país.
El #28A nos ha dejado claro que los ciudadanos rechazan la crispación, que quieren una estabilidad nacional y que aprecian el régimen constitucional, Europa y la democracia tal y como la hemos conocido. Pero también ha quedado claro que la representación del descontento es real y que no se puede descartar la emergencia de populismos en nuestro país en un futuro próximo si los partidos políticos moderados no demuestran un verdadero interés en desarrollar un proyecto común.
En la serie de artículos que proponemos describiremos los grandes temas que pueden ser el eje vertebrador de un gran proyecto político común. No nos basamos en ilusiones ni en preferencias personales, sino en los asuntos que de hecho son aceptados por amplias mayorías. Hablaremos de Economía, Empleo y futuro, servicios públicos, convivencia e identidad. No ilusionan mucho, no divierten y no dan mucho juego en las tertulias pero, para sorpresa de muchos, sí movilizan el voto y sí son capaces de consolidar liderazgos políticos emergentes. Así lo reflejaron las encuestas antes de las elecciones que mostraban que la preocupación por la economía, los derechos sociales o la corrupción estaban más de diez puntos por encima de, por ejemplo, el problema de la unidad de España.
Estamos convencidos de que la fuerza política que sepa liderar los grandes pactos de Estado pendientes será la que dominará electoralmente. En el mismo sentido, las que defiendan posiciones rupturistas y desprecien los grandes acuerdos buscando nichos electorales quedarán relegados a la marginalidad. Gobernar es la capacidad de sacar adelante un proyecto común y lo demás importa poco.
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