Justino Sinova | 25 de junio de 2019
Isabel Celaá ha blanqueado el engaño de los pactos con los enemigos de España con tal de que Pedro Sánchez conserve La Moncloa.
La política es el arte de resolver los problemas de la gente, pero hay políticos que pretenden zanjar antes el problema que les causa la libertad de pensamiento de la gente. Es ahí donde empieza la obra de la manipulación para lograr que la gente deje de pensar a su albedrío y cavile de forma que no entorpezca sus planes, los planes de los políticos. Si logran su objetivo de adoctrinamiento, abren un ancho camino para imponer sus estrategias, que no son invariables: ayer especulaban de un modo y pueden teorizar de otro mañana. Lo que necesitan es que la gente les acompañe en sus vaivenes. Mientras no se canse del zarandeo, los políticos versátiles van ganando batallas.
¿Cuántas veces nos dijo Pedro Sánchez que no pactaría un Gobierno con Podemos? ¿Cuántos colaboradores suyos nos aseguraron que el Partido Socialista nunca se entendería con la firma etarra Bildu?
¿Cuántas veces nos dijo Pedro Sánchez que no pactaría un Gobierno con Podemos? ¿Cuántos colaboradores suyos nos aseguraron que el Partido Socialista nunca se entendería con la firma etarra Bildu? ¿Cuántos propósitos hemos escuchado de un alejamiento socialista de la Esquerra Republicana de Catalunya protagonista del golpe de Estado del 1-O? Consumada la relación con Podemos para un llamado Gobierno de cooperación, cumplido un primer apoyo indirecto de Bildu en Navarra y vista la aproximación a ERC tras un aventurado “hablaremos” -no justamente valorado- de Sánchez a Oriol Junqueras, encarcelado a la espera de la sentencia del Tribunal Supremo, ha salido la ministra portavoz en funciones, Isabel Celaá, a blanquear el engaño.
Ahora resulta que, según la ministra, hay que asumir que “todos los escaños son legales y legítimos”. Barra libre para que Sánchez pacte con quien sea con tal de conservar La Moncloa. Pero hay una diferencia más profunda que aparente entre los términos legal y legítimo que, para empezar, no son siempre sinónimos. Lo legal es lo conforme a la ley, y es indiscutible que todos los escaños han sido conseguidos en elecciones regladas por la ley. Lo legítimo, que en una de sus acepciones es también lo conforme a la ley, cuando va unido al adjetivo legal se vincula con lo lícito, lo justo, lo “permitido, según justicia y razón”, en palabras de la RAE. Y esto es lo que vapulea el argumento de la aún ministra pues, ofreciendo lealtad a su jefe, ha propuesto una deslealtad al sistema.
ERC ha dado un golpe contra el Estado, está en franca ilegalidad, pues no aplica la Constitución y proclama que lo seguirá intentando
Sánchez podrá hacer lo que quiera, y lo hará para sostener como sea su mando, pero que no nos digan ahora que pactar con los enemigos de España es como convenir con cualquiera de los demás que buscan el progreso de la nación. Bildu es la marca política de ETA, no ha condenado los asesinatos terroristas ni ha desistido de su obstinación por romper España. ERC ha dado un golpe contra el Estado, está en franca ilegalidad, pues no aplica la Constitución y proclama que lo seguirá intentando. Lo mismo se puede decir de la otra formación catalanista, en tiempos hegemónica, que hoy se llama JxCat y tiene a su líder huido de la justicia y denostando en el extranjero a España todas las veces que puede.
Podemos es un partido tributario de Lenin, que quiere cambiar la Constitución democrática de España por otra conforme a su ideología comunista
El amigo a ratos de Sánchez, cabeza de Podemos, Pablo Iglesias, se beneficia de la sombra de silencio que cubre a su partido, al que se califica de izquierda y no de extrema izquierda, que es lo que es. En la batalla por el lenguaje pretendidamente correcto, la izquierda no deja de ganar batallas, pese a que los datos desmientan los enunciados. Podemos es un partido tributario de Lenin, que quiere cambiar la Constitución democrática de España por otra conforme a su ideología comunista, que también oculta, y que tiene un programa económico y de agitación que acabaría más pronto que tarde con el país libre que habitamos. Se entienden los recelos de Sánchez para dar mano a Iglesias en su Gobierno, pero no hay duda de que expondrá a España al riesgo si lo necesita para seguir.
Tratando de legitimidades no se puede omitir la exclusión que se intenta con ese partido nuevo llamado VOX. Si se hiciera caso a la taxonomía política que se practica, España sería un país inverosímil en el que toda la izquierda sería civilizada frente a una pequeña extrema derecha a la que sería obligatorio repudiar. Hasta Emmanuel Macron, sin duda espoleado por Sánchez, se permite predicar a los españoles una excepción con VOX. Este partido se sitúa a la derecha del Partido Popular, del que es una escisión, pero no es extrema derecha ni quiere acabar con el régimen de 1978. Mantiene opiniones discrepantes tan legítimas como sus contrarias. Yo no he votado a VOX, pero me preocupa que la tolerancia se aplique con unos que no la merecen y la intolerancia con otros que tampoco la merecen. A la señora Celaá, que le parece legítimo pactar con ERC, no se lo parece pactar con VOX. Ortega escribiría hoy un tratado sobre la hemiplejía moral que denunció en 1937.
La abstención de PP y Ciudadanos provocaría que Pedro Sánchez no tuviera que recurrir a Podemos para ser presidente.