Miguel Ángel Gozalo | 27 de junio de 2019
El «no» de Rivera a Sánchez ha provocado la primera guerra del partido, que se ha saldado con tres dimisiones.
Los partidos políticos, como las personas que los integran, pasan por crisis. Hay de todo en la viña del Señor. La irrupción en un territorio bipartidista de nuevos partidos parecía anticipar una fragmentación beneficiosa para nuestra democracia, pero la dispersión del voto, al menos en las últimas elecciones generales, no apunta mejoras sustanciales. No hay mayorías absolutas, no se producen coaliciones consistentes y el ganador, el socialista Pedro Sánchez, piensa que los demás deben aceptar, sin nada a cambio, su hegemonía.
Pero 123 escaños son muy pocos, se mire como se mire. Se necesitan apoyos para ganar la investidura. Si Podemos -que quiere entrar en un Gobierno de coalición (nada de cooperación y otras gaitas)-, PP y Ciudadanos los niegan, el desdeñoso presidente en funciones tiene que echarse en manos de los socios de la moción de censura. O convocar nuevas elecciones. Entre tanto, las crisis de los partidos salen a la luz.
La crisis de Ciudadanos se ha alzado con el premio a la trifulca del mes
Aunque todos los partidos han pasado por estas crisis (a Sánchez lo tiraron por la ventana, el PP de Mariano Rajoy saltó por los aires, Podemos se escindió con Íñigo Errejón), la crisis de Ciudadanos se ha alzado con el premio a la trifulca del mes y, dada la obsesión de protagonismo que tiene Albert Rivera, la peripecia interna del partido que él fundó con un grupo de intelectuales progresistas cansados del nacionalismo ha llenado páginas y tertulias. La guerra de Ciudadanos ya ha empezado.
Todo arranca con la negativa de Rivera a apoyar, ni directa ni indirectamente, la investidura de Pedro Sánchez. En eso, el joven y ambicioso político catalán no ha engañado (por ahora) a nadie: fue uno de los temas más ruidosos de su campaña electoral, casi el único. Después ha pasado que todo el mundo (que ve a Ciudadanos como un partido bisagra y conoce sus orígenes socialdemócratas) ha hecho unas cuentas de parvulario: 123 más 57, igual a 180 escaños. Mayoría absoluta entre el PSOE y Ciudadanos. Investidura salvada, legislatura serena. Empresarios tranquilos, porque Unidas Podemos se queda (como los independentistas y los filoetarras) fuera. El PP, feliz, porque será la auténtica oposición. Y Cs, en el centro izquierda, el lugar de los compromisos grises. Albert, tú eres un verdadero patriota.
Abrumado por las extraordinarias muestras de apoyo y cariño de dentro y de fuera. Ha sido un honor formar parte de este proyecto. No puedo más que estar agradecido a @Albert_Rivera y al extraordinario equipo humano de @CiudadanosCs por estos años. Muchas gracias y mucha suerte.
— Toni Roldán Monés (@toniroldanm) June 24, 2019
Esta música ha sonado bien hasta en su propio partido. Uno de los padres fundadores, Francesc de Carreras, ha deplorado en una carta publicada en El País que «el joven maduro y responsable se haya convertido en un adolescente caprichoso». Dos destacados militantes, Toni Roldán, reclutado por Luis Garicano, y Javier Nart, fichado en 2015, cuando Cs dio el salto de Cataluña a toda España, se han dado de baja, uno del partido y del Congreso y el otro, de la Comisión Ejecutiva. «No me voy porque yo haya cambiado, ha cambiado Ciudadanos», ha dicho el economista Roldán, que se ha formulado en rueda de prensa esta pregunta: «¿Cómo vamos a combatir la dinámica entre rojos y azules si nos convertimos en azules?»
Cuatro destacados disidentes (Garicano, Francisco Igea, Nart y Francisco Maura) forzaron una votación en torno a reconducir la política de pactos y negociar con el PSOE, y la perdieron ruidosamente: ellos 4, a favor, por 3 abstenciones y 24 en contra. La Ejecutiva está con Rivera. Pero la guerra de Ciudadanos no ha hecho más que empezar.
Las declaraciones de unos y otros lo prueban. Garicano, a Inés Arrimadas (a la que Rivera ha entregado el cañón de Agustina de Aragón), que lo acusaba de coqueteos con Manuel Valls: «Estás insultando mi inteligencia». Igea: «No debe darse por perdida la oportunidad de desenmascarar a Sánchez». Juan Carlos Girauta: «El rechazo a Sánchez fue nuestra gran promesa electoral».
La guerra de Ciudadanos se libra en los medios. Como ha escrito La Vanguardia en un editorial, «es pronto para afirmar que Rivera alcanzará su objetivo o, por el contrario, perecerá políticamente en el intento. Pero es evidente que su deriva causa reserva y deserciones. Y que nada de esto fortalecerá su proyecto político».
Porque ese proyecto político es lo que, consiga o no Sánchez sacar adelante su investidura, está en juego. ¿Qué quiere ser Rivera de mayor? ¿Azote del independentismo catalán? ¿Líder del centro derecha? ¿El Emmanuel Macron español? ¿Un centrista que se niega a hablar con alguien que, como VOX, está dispuesto a sumar sus votos a ese centro que (Maurice Duverger dixit) es un camouflage de la derecha? Cuando lo aclare, quizá sepamos hacia dónde va ese partido que ha empezado a cavar trincheras.
Hay 26 capitales de provincia, una de ellas Madrid, y media docena de Gobiernos regionales en los que Ciudadanos tiene la última palabra.