Chema Rubio | 09 de julio de 2019
El tuit de Vox a Cs rompe las reglas del respeto. La vanidad de nuestros políticos en las redes sociales incendia al pueblo y nos lleva a 1936.
El colmo de la jeta. Dile al acojonado y sinvergüenza de tu jefe que se deje de cordones sanitarios, de lamerle el culo a Macron y que os permita sentaros en una mesa y llegar a acuerdos como gente normal. Y si no, pactad con el PSOE, que es lo queréis. https://t.co/UcBaS4a9MG
— VOX ?? (@vox_es) July 3, 2019
No dejen de leer este tuit. No dejen pasar la oportunidad de ver cómo la new age política sigue engullendo a la democracia española. «Acojonado» y «sinvergüenza» han sido las dos palabras con las que Vox ha cruzado la delgada línea roja (casi ni se ve) del respeto político. Esa marca que dice que el insulto no es argumento, es más, dice que la injuria te quita la razón. Aunque la lleves.
Me duele el tuit. Pero más me duele que Vox haya señalado al becario para escurrirse el barro de heces en el que se ha metido. Otra práctica habitual y miserable en la política de hoy en día. La culpa siempre la tiene otro. Y ese otro es el que maneja las redes sociales de los políticos. No hay responsabilidad. No hay consecuencias. No hay nada, porque eso sería dar la razón al enemigo político. Cada día más enemigo y menos político. Aunque luego se sienten a negociar cómo repartirse el pastel que les ha entregado el pueblo.
Vox ha señalado al becario para escurrirse el barro de heces en el que se ha metido. Otra práctica habitual y miserable en la política de hoy en día. La culpa siempre la tiene otro
La presencia de los políticos en las redes sociales habría que inventarla si no existiera. No se puede limitar su presencia mediática a ruedas de prensa oficiales o improvisadas. Ahora pueden decir de todo, a todas horas. Pueden enzarzarse en discusiones con otros líderes, con periodistas, hasta con el usuario medio que habita en la selva del pájaro azul. Es el Congreso 2.0, el nuevo foro político donde antaño debatían los griegos, inventores de la política y del que se avergonzarían ahora.
La ofensa de Vox (culpen al becario o a Santiago Abascal, ustedes sabrán quién pinta más en ese partido) empieza en 2015. Fue ahí donde un profe de universidad y de extrema izquierda llamado Pablo Iglesias dinamitó la política española a lomos de la corrupción del PP y de un sistema colapsado por los rojos y los azules. Con un nombre y un apellido del que poco chiste se ha hecho para relacionarlo con el padre del PSOE, Iglesias asomó por el Congreso de los Diputados y lanzó cal viva sobre el socialismo (José María Aznar fue el primero en usar ese argumento, pero no en la casa de la democracia, fue en un congreso del PP, rodeado de sus palmeros).
Luego, otra celebridad política llamada Gabriel Rufián (de este sí que han hecho burla con el apellido) se atornillaba el lazo amarillo en el cerebro y cincelaba frases legendarias y despreciables que nunca pasaron al negro sobre blanco gracias a las buenas artes de Ana Pastor. Eso sí que fue tener memoria histórica.
España era una fiesta. Un sinsentido político donde todo valía. Frases suntuosas, pergeñadas al calor de series de Netflix y de memes de Julio Iglesias. El nivel político bajó para llegar al pueblo. Ese pueblo que se pasó años diciendo a los encuestadores y a la familia que pasaban de la política porque no entendían a esos prohombres que hacían conjeturas tan sesudas. A ese pueblo ahora se le habla desde la ruindad y el insulto. Se prende fuego a sus ideales y se le mete el miedo de que vienen los rojos. Ahora ya tienen al público en el bolsillo y no lo van a soltar.
Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Santiago Abascal nadan como peces en el agua. Un estanque vasto pero sin profundidad. Sus segundos y sus terceros mamporreros también manejan bien la escena en manifestaciones o en las redes sociales. Todo vale para hacer ruido, para captar una mirada de alguien que repasa el Twitter con desgana hasta que en su timeline se cruza la palabra «acojonado» y sus ojos se inyectan en sangre.
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Yo no esperaría nada de esos políticos. Vox va camino de dispararse en el pie derecho (dudo que tenga pie izquierdo) y pasar a mejor vida política. Un partido necesario que tiene en su mano quitarse el sambenito de que es filial pepera y demostrar que puede defender como derecha lo que Mariano Rajoy perdió con mayoría absoluta. Por cierto, el último gran orador del Congreso al que una (e)moción de censura lo desalojó de su verbo.
Ahora sigan buscando insultos, sigan buscando la vanidad en cada tuit de nuestros políticos… quizá, lo único que encuentren sea el camino por el que la democracia acaba en dictadura. En que todo acabe en el mismo sitio donde estuvo un 18 de julio de cuyas consecuencias no quiero acordarme… pero disfrazado de tuit.
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