Fernando Rayón | 11 de julio de 2019
El fracaso del primer pleno de investidura a la presidencia de la Comunidad de Madrid revela una preocupante falta de entendimiento entre los partidos de centro derecha.
Es muy difícil pactar cuando todos miran de reojo la posibilidad de unas nuevas elecciones. Le ocurre a Pedro Sánchez, y también en el futuro Gobierno de la Comunidad de Madrid. Ayer, en el fracasado primer pleno de investidura a la presidencia madrileña se hizo patente lo que digo.
Para empezar, no se presentó ningún candidato a la investidura, a sabiendas de que ninguno tenía posibilidad de ser elegido. No se presentó, por tanto, ningún programa, ni obviamente nada se debatió. Cada grupo tuvo diez minutos de tiempo en su intervención. Pero algunas de las cosas que se escucharon resultan interesantes.
La candidata del Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso, y su equipo mostraron su fracaso para conseguir que Ciudadanos y Vox apoyen su investidura. Un fracaso que conviene a Ciudadanos –que perdió su ventaja electoral sobre el PP en las últimas elecciones- y menos a Vox, que no está dispuesto a ser engañado de nuevo como en el ayuntamiento de la capital. Pero el día de ayer señalaba el comienzo de un plazo -dos meses- en el que o se elige un presidente para el Gobierno regional o deberán convocarse nuevas elecciones. Dos meses para pactar. Para ceder. Para hacerse nuevas fotos. O para volver a la campaña.
Que PP, Ciudadanos y Vox hayan consumado su no entendimiento resulta más que preocupante para los Gobiernos regionales
La portavoz de Vox, Rocío Monasterio, no desaprovechó sus 10 minutos. Fue directamente al grano. A lo que ella quiere cargarse: la regulación de los vientres de alquiler y lo que su partido llama «adoctrinamiento» en los colegios. Pero lo mejor vino después. Tras señalar sus líneas rojas, recordó a PP y Cs que necesitan su apoyo para formar el Gobierno de coalición alternativo a las izquierdas, y que este apoyo no va a ser gratis: «No podemos exigirles que apliquen nuestro programa en su totalidad, pero tampoco pueden pedirnos a nosotros que asintamos religiosamente a todas sus propuestas”. Más claro agua.
Y el tercero en discordia, Ignacio Aguado, aprovechó su tiempo para arremeter contra la izquierda. Todo vale con tal de no explicar las razones del no pacto. Tan solo pidió a Vox que «rectifique» y señaló que volver a convocar nuevas elecciones sería una «irresponsabilidad».
Por supuesto, luego intervinieron Ángel Gabilondo, que atacó a Juan Trinidad, el presidente de la Asamblea, por no dejarle que se presentara; Íñigo Errejón, que dirigió sus diatribas contra Vox; e Isa Serra, la representante de Unidas Podemos, que volvió a criticar al presidente la Asamblea de Madrid por haber «hurtado» la posibilidad de que se presentase Gabilondo. Nada nuevo.
Pero la novedad de lo sucedido ayer no está en los grupos de izquierda, sino en los de centro derecha. Que PP, Ciudadanos y Vox hayan consumado –a falta de dos meses- su no entendimiento resulta más que preocupante para los Gobiernos regionales que pretenden. Y hablo en plural, porque lo sucedido en Murcia y en otras comunidades y ayuntamientos refleja lo difícil de ese entendimiento. Puede tener razón Rocío Monasterio cuando habla de programas, pero la pierde cuando pretende imponer –siendo la parte más débil del bloque- sus condiciones a los demás.
¿Cómo somos capaces a veces de exigir en España un pacto de PSOE y PP si ni siquiera las derechas son capaces de pactar? Naturalmente, fue Pedro Sánchez el que sembró la vida política de alarmas respecto a Vox. Quiso convertirlo en actor en los debates cuando no tenía representación y, a sabiendas de que eran la china en el pie de Ciudadanos, han multiplicado esa presión hasta en la parada del Orgullo Gay.
La región que es el motor económico de España no se puede parar por una foto ni por ‘gestos desairados’Isabel Díaz Ayuso
Pero frente a esta distorsión de la vida política, en la que el candidato a la alcaldía de Barcelona Manuel Valls jugó un papel destacado, los partidos –sean de derechas, izquierdas o mediopensionistas- deben saber que la única forma de pactar es pactar un programa de gobierno. Y en ese pacto todos, los tres, tendrán que ceder. Y tampoco nadie podrá extrañarse. Sobre todo porque Pedro Sánchez, el que más fácil lo tiene –el pacto con Podemos- quiere olvidarlo, pues sabe que le convienen más las nuevas elecciones.
Dijo ayer Díaz Ayuso algo más que razonable: “La región que es el motor económico de España no se puede parar por una foto ni por ‘gestos desairados’». Por ahí es donde aparecen los ciudadanos que, entre otras cosas, estamos hartos de votar. Quizá si pensaran en lo que de verdad nos preocupa, estaríamos mucho más cerca de lograr un pacto y olvidarían de una vez de sus estrategias a corto y medio plazo.
Varios dirigentes de Cs sufrieron la ira de los asistentes a la manifestación del Orgullo Gay tras las declaraciones del ministro en funciones, que criticó el acuerdo alcanzado en el Ayuntamiento de Madrid.