Pedro González | 24 de julio de 2019
El nuevo primer ministro del Reino Unido ha prometido salir de la Unión Europea, volver a unir al país y vencer al laborista Jeremy Corbyn.
Por las buenas o por las malas. Boris Johnson, que no desdeñaba nunca actuar como el bufón de Westminster, tiene ya el poder para cumplir su promesa: salir sí o sí de la Unión Europea el próximo 31 de octubre. Era la primera de sus tres promesas, apenas concluido el recuento de votos de la militancia conservadora: 92.153 votos para él; 46.656 para su rival, el ministro de Asuntos Exteriores, Jeremy Hunt. Las otras dos promesas serán no menos difíciles de cumplir: volver a unir al país y derrotar al líder laborista, Jeremy Corbyn.
It’s time to get to work to deliver Brexit by 31st October, unite the party, defeat Jeremy Corbyn – and energise our country!
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— Boris Johnson (@BorisJohnson) July 23, 2019
Nacido en Nueva York en 1964, Alexander Boris de Pfeffel Johnson es el único político británico al que el público denomina por su nombre de pila, y al que le otorga por lo tanto consideración de estrella, es decir, se le perdonan, o incluso se alientan, sus extravagancias, en aras de su presunta superioridad como artista único.
Desde este 24 de julio ocupa el 10 de Downing Street, un inquilinato al que siempre se autoconsideró con mucho más derecho que su compañero en Oxford, un tal David Cameron, el hombre con el que empezó todo, aquel referéndum con el que pretendía resolver una crisis en el Partido Conservador, y que terminó derivando en la fractura del país y en un enorme dispendio en energías de toda la Unión Europea.
A diferencia de Donald Trump, que le ha dado una bienvenida alborozada, el pelo rubio de Boris Johnson es natural, y procede de sus ancestros del noreste de Turquía. En cambio, sí es seguramente fruto exclusivo de su gran coeficiente intelectual su capacidad para autoparodiarse y para desestabilizar a cualquier interlocutor que se le ponga por delante. Que lo tachen, como hace el reputado columnista británico Matthew Parris, de “deshonesto, traidor, mentiroso y vago”, no le altera lo más mínimo. Como tampoco las numerosas encuestas que ponían de relieve que jamás le comprarían un coche usado. Al final, ahí está, primer ministro sin haber ganado unas elecciones.
Felicitaciones a Boris Johnson por convertirse en el nuevo primer ministro del Reino Unido. ¡Será genial!Donald Trump, presidente de Estados Unidos
Johnson, que entre otras cosas es capaz de mantener una fluida conversación en latín clásico, se propone renegociar el acuerdo con la UE al que llegó su antecesora, Theresa May, pero que nunca logró que lo ratificase su propio Parlamento. Para ello, intentará tanto conversaciones bilaterales con sus colegas europeos como con el todavía líder de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Este cederá el testigo a la alemana Ursula von der Leyen el 1 de noviembre, o sea, al día siguiente de que el brexit se haya consumado.
Si el luxemburgués Juncker no se muestra muy partidario de reabrir ningún capítulo de una negociación ya cerrada, la germana Leyen es, a priori, todavía más inflexible. Johnson amenaza con no pagar lo que le corresponde al Reino Unido por los compromisos adquiridos como miembro de la UE. Veremos, pues, hasta dónde llega él, que calificó lo acordado por May y la Comisión Europea de “pedazo de mierda”.
De momento, muchos de sus compañeros de partido, y hasta ahora de Gobierno, no se lo van a poner fácil. Ya antes de ganar la votación se le descolgaba el titular de Economía, Philip Hammond. Después, han venido las dimisiones en cascada: David Gauke, ministro de Justicia; Rory Stewart, de Desarrollo Internacional; Anne Milton, de Educación, Greg Clark, de Negocios; Alan Duncan, ministro para Europa y las Américas… todos ellos situándose claramente como adversarios de una ruptura inamistosa con una UE con la que pretenden establecer una relación estrecha después del divorcio.
Lo de unir el país tampoco le va a resultar fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que él mismo ha sido uno de los principales pirómanos. Uno de sus antecesores, el escocés Gordon Brown, ya le ha advertido que “puede ser el último jefe de Gobierno del Reino Unido si no cuida a Escocia”, en alusión nada velada a la determinación del SNP, el hegemónico Partido Nacional Escocés, a convocar un nuevo referéndum de separación si el brexit trajera a Edimburgo más penurias que ventajas.
Está también por ver que Trump, cuyos deseos de ver a Europa debilitada son evidentes, establezca con el Reino Unido ese gran acuerdo comercial, capaz no ya de paliar, sino incluso de superar las ventajas de su pertenencia a la UE.
Mientras tanto, otros retos no menos perentorios se agolpan sobre su mesa: la crisis con Irán; el deterioro de los servicios sociales; la fiscalidad que está laminando a la clase media, desafíos que ahora no va a resolver, seguro, con una de sus ingeniosas y provocativas frases.
Son los propios candidatos los que denuncian los presuntos escándalos de sus rivales.