Luis Núñez Ladevéze | 02 de septiembre de 2019
Asegurar la convivencia es más importante hoy que empeñarse en mantener ideales sublimes que no encontrarán oportunidad para aplicarse. Puede que no sea posible, pero es deseable.
Pedro Sánchez sabe que unas nuevas elecciones no modificarán la situación.
Garantizar el apoyo a Sánchez a cambio de no pactar con Podemos y respaldar el constitucionalismo.
Los ciudadanos rechazan la crispación y los partidos no escuchan
Los anuncios de radio y televisión preparan psicológicamente a padres y niños para la que se avecina. Tras el paréntesis veraniego, la vuelta al cole siempre se planteó en los hogares como un momento delicado. Hay que readaptarse a regresar en septiembre al punto de partida. Un nuevo curso no enlaza con el final de curso del año anterior, sino que inicia uno nuevo. La sensación de la vuelta al cole es parecida a la de un viaje al pasado. Observando el panorama político, se obtiene este año una impresión similar de déjà vu.
La perspectiva que ofrece una negociación entre el sanchismo y el podemismo para salir del callejón puede ser peor que mantenerse en el empeño de encontrar salida a la encerrona
Septiembre no es un punto de llegada en el que retomar los asuntos pendientes donde se dejaron en julio. Se parece más al regreso al punto de partida que comenzó con la moción de censura. Hay que acomodar el cuerpo y el espíritu a una situación que ha permanecido estancada desde entonces, que no fue modificada tras la jornada electoral ni ahora por la transición veraniega. El impasse de este ciclo dura ya un año y medio.
La perspectiva que ofrece una negociación entre el sanchismo y el podemismo para salir del callejón puede ser peor que mantenerse en el empeño de encontrar salida a la encerrona. El panorama aventura que no hay mejor puerta para deshacer el bucle que entrar de nuevo en bucle.
El hemiciclo se ha fragmentado tanto por la derecha como por la izquierda que no hay más posibilidad de llegar a un acuerdo que no sea volver a convocar elecciones. Por muchos ejercicios de imaginación creativa que se hagan, no se otea que la situación tenga visos de que unas nuevas elecciones puedan cambiarla. Dada la actual fragmentación del Congreso, no serán un remedio que altere la composición encallada en la Cámara. Lo más que puede esperarse es que sirvan para modificar levemente la representación, pero no para deshacer el impasse.
¿Es creíble pensar que Sánchez se exponga a esa eventualidad cuando puede pactar con Podemos y conseguir la abstención de quienes lo apoyaron en la moción de censura?
¿Qué cabe esperar para salir del bucle? La dificultad no estriba en superar la división natural entre derecha e izquierda. La dificultad procede de que el reparto de partidos no asegura un régimen de convivencia compartida, pues algunas partículas lo rechazan y, lo que es peor, otras no lo garantizan. Durante cuarenta años, un sistema constitucional de convivencia pacífica, el que más ha durado en España desde antes de las Cortes de Cádiz, ha funcionado a pesar de esas dificultades. ¿Qué perspectivas ofrece ahora para salir del bloqueo?
El ciudadano tiene derecho moral a esperar que quienes, al menos de palabra, están de acuerdo en convivir pacíficamente en el sistema constitucional del 78 hagan un esfuerzo conciliador para que las mismas reglas que lo han hecho posible hasta hoy aseguren que sigan haciéndolo posible en el futuro.
Sabemos que Sánchez no es fiable para ese menester, no solo por boca de Pablo Casado que no se fía de él con motivos, sino porque la moción de censura que le dio entrada a un Gobierno interino prosperó gracias al voto de una izquierda no comprometida con las reglas de convivencia pactadas, unido al de los separatistas catalanes desleales al pacto constitucional y al de los proetarras enemigos de la unidad española.
Un pacto de Estado que asegure a Sánchez un apoyo tácito en caso de ganar en minoría otras elecciones, siempre a cambio de no pactar ni con Podemos ni con secesionistas y respaldar el constitucionalismo
La razón por la que Sánchez no ofrezca hoy garantías la dio el propio Sánchez al dejarse aupar por esas malas compañías. Y el único modo de que vuelva a ser fiable es que muestre no ceder a los cantos de sirena de Podemos y convoque elecciones otra vez.
Pero Sánchez sabe, como lo sabe cualquier observador del panorama político, que las elecciones no modificarán la situación. No cabe salir de ella si no es mediante una concentración del voto fragmentado en la derecha y un reabastecimiento del centrismo de Ciudadanos alimentado por el voto de izquierda. Agrupación posible, pero no probable, que diera el gobierno al constitucionalismo cohesionado en el centro. ¿Es creíble pensar que Sánchez se exponga a esa eventualidad cuando puede pactar con Podemos y conseguir la abstención de quienes lo apoyaron en la moción de censura? Es difícil creer que la aventura de Sánchez se exponga a esa circunstancia, a pesar de las advertencias de la Unión Europea para que no pacte con Podemos.
A menos que… a menos que se fragüe un pacto de Estado que asegure a Sánchez un apoyo tácito en caso de ganar en minoría otras elecciones, siempre a cambio de no pactar ni con Podemos ni con secesionistas y respaldar el constitucionalismo. A cambio, pues, de revertir la situación inicial del bipartidismo prescindiendo del apoyo separatista que los Gobiernos en minoría de Felipe González y José María Aznar hubieron de aceptar para asegurar la estabilidad.
Puede que no sea posible, pero es deseable. El bloqueo actual es como un regreso a los tiempos iniciales, cuando la democracia era una aventura porque se carecía de la experiencia electoral que condujo a unificar a la izquierda socialdemócrata no comunista en torno al Partido Socialista y a aglutinar a la derecha en el Partido Popular.
La fragmentación ha actuado como una vuelta al comienzo de los tiempos, con la ventaja de que puede recoger el aprendizaje de la experiencia pasada. Actualizar un pacto de Estado que asegure la convivencia es más importante hoy que empeñarse en mantener ideales sublimes que no encontrarán oportunidad para aplicarse. La democracia no es un sistema virtuoso, sino un ejercicio de convivencia entre motivaciones discrepantes. Es posible que la derecha estuviera dispuesta. Menos probable es que Sánchez lo esté.