Pedro González | 31 de agosto de 2019
La política británica también se desliza cada vez más por la pendiente del populismo. Ya ha advertido de que en caso de que le presenten una moción de censura urgente, tiene decidida la estrategia para convertirla en inoperante.
Johnson goza del respaldo del presidente de Estados Unidos para salir por las bravas de Europa y si de paso dinamita la UE, mejor todavía.
Su maniobra, legal por supuesto, y sancionada por una Isabel II exquisitamente neutral, se inscribe no obstante en las viejas prácticas del populismo
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Seguramente no bastarán ni el millón de firmas recogido en apenas unas horas, ni el recurso judicial interpuesto por setenta diputados y altos cargos, y tal vez tampoco la presentación de una moción de censura en el Parlamento antes de que este se cierre del 10 de septiembre al 14 de octubre, la no tan inesperada “jugada sucia” del primer ministro Boris Johnson para evitar que la asamblea de Westminster le impida consumar la salida de la Unión Europea el 31 de octubre, “cueste lo que cueste”.
We are going to leave the EU on October 31st and make this country the best in the world to live in ?? pic.twitter.com/H0S1SuNe77
— Boris Johnson (@BorisJohnson) August 27, 2019
La política británica también se desliza cada vez más por la pendiente del populismo; ahí está Boris Johnson para demostrarlo. Su maniobra, legal por supuesto, y sancionada por una Isabel II exquisitamente neutral, se inscribe no obstante en las viejas prácticas del populismo: como no puedo dominar un parlamento en el que solo tengo mayoría por un voto, me erijo en el genuino representante del pueblo, a cuya decisión de “recuperar soberanía” frente a Bruselas cumpliré “cueste lo que cueste”. Imposible no evocar otros nombres y países donde proliferan estos líderes providenciales, que dicen no necesitar intermediarios entre el pueblo y ellos mismos.
La política británica también se desliza cada vez más por la pendiente del populismo; ahí está Johnson para demostrarlo
Salvo los más acérrimos partidarios de romper con la UE sin acuerdo y a las bravas, lo más suave que le han dicho a Johnson ha sido “dictador de hojalata”, epíteto esgrimido por la jefa del Gobierno de Escocia, Nicola Sturgeon, que se ha apresurado a pedir un segundo referéndum por la independencia si el actual inquilino del 10 de Downing Street acaba saliéndose con la suya.
John McDonnell, portavoz laborista, ni siquiera pone matices al calificarle de “dictador”, y le previene de que el pueblo se levantará contra él como ya hizo en el pasado contra otros dictadores. Tales manifestaciones ya han comenzado espontáneamente, evidenciando la polarización del país y la brecha reabierta entre pueblo y élites. La pulsión dictatorial de Johnson se esgrime como ejemplo de hasta dónde llega hoy día la legitimidad de un poder ejecutivo elegido por apenas una porción de militantes del Partido Conservador.
El actual primer ministro, que ya ha puesto muy alto el listón del cinismo y la mentira, sabía que la mayoría de los diputados quiere un acuerdo de salida pactado con la UE
El actual primer ministro Boris Johnson, que ya ha puesto muy alto el listón del cinismo y la mentira, sabía que, pese a las sucesivas derrotas de su antecesora Theresa May, la mayoría de los diputados quiere un acuerdo de salida pactado con la UE. También, que tendría muy difícil ganar unas nuevas elecciones generales anticipadas, ahora incluso mucho menos tras la dimisión de la líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson.
Precisamente, si los tories ganaron ajustadamente las elecciones de 2017 se lo deben en gran parte a los trece diputados que aportó Davidson, que rompía así la imparable tendencia a la práctica desaparición de los conservadores en Escocia. Más aún, Davidson, que elegantemente solo aduce razones personales y familiares para la dimisión, era considerada como el eslabón crucial para evitar la desmembración del Reino Unido ante la hipótesis de un nuevo referéndum de independencia. Pero, su militancia y sobre todo su elocuencia convenciendo a sus paisanos de que era mejor permanecer juntos bajo la misma Corona, no le impidió acusar virulentamente de mentiroso a Johnson, que ahora, al decirle adiós, parece haberle confesado estar convencido de que conseguirá in extremis un acuerdo con Bruselas.
“What we won’t do, is allow Boris Johnson to act like a dictator”
Shadow Chancellor John McDonnell MP says Labour will “use every mechanism we can” to stop a no-deal #Brexithttps://t.co/afyUTbNaVv pic.twitter.com/pVBgwd8UfP
— BBC Politics (@BBCPolitics) August 29, 2019
Johnson, que goza del respaldo del presidente de Estados Unidos para salir por las bravas y si de paso dinamita la UE, mejor todavía, ya ha advertido también de que en caso de que le presenten una moción de censura urgente, tiene decidida la estrategia para convertirla en inoperante: no dimitir de inmediato, disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones generales, que se celebrarían una vez consumado el brexit el 31 de octubre. Enseña así con todo descaro su faceta más populista, descartando anticipadamente acatar el veredicto de la democracia representativa, hasta ahora sacrosanto emblema del tan alabado sistema sociopolítico británico.
La UE seguirá protegiendo los intereses de sus ciudadanos y la paz y estabilidad de IrlandaMichel Barnier
Mientras tanto, Bruselas sigue sin mover un músculo. Michel Barnier, el jefe de los negociadores europeos, se ha limitado a señalar que “la UE seguirá protegiendo los intereses de sus ciudadanos y la paz y estabilidad de Irlanda”. Es precisamente la retirada de la salvaguarda irlandesa (backstop), la principal exigencia de Johnson para reabrir una negociación que los Veintisiete y el dossier de 600 páginas firmado en su día con Theresa May, dan por completamente cerrado.
Dos políticos irresponsables condenan al país a una ruptura generacional.
Los resultados muestran que la mayoría de los votantes empieza a dar señas de cansancio respecto al «brexit».