Pedro González | 24 de septiembre de 2019
La moderación gana fuerza en Israel con la victoria electoral de Benny Gantz. El apoyo del bloque árabe será clave para la formación de un nuevo Gobierno.
Aunque como el animal político que es Benjamin Netanyahu se aferre a conseguir la investidura para seguir al frente del Gobierno, los vientos del cambio empiezan a soplar cada vez con más fuerza en Israel. El brutal extremismo del que hizo gala Netanyahu en la campaña electoral tras haber fracasado en ahormar una mayoría estable, ha dejado paso, siquiera sea por poco margen, a la formación centrista Azul y Blanco, liderada por el exgeneral Benny Gantz, secundado por otros compañeros de armas, y a quienes por lo tanto Netanyahu no tiene mucho que enseñar en materia de seguridad nacional.
Agitar la amenaza árabe y erigirse precisamente en campeón de la seguridad nacional fue el eje de la campaña del primer ministro que más ha durado al frente del Gobierno israelí. Simplificando, puso a los electores ante el dilema de fortalecer a Israel como un Estado plenamente sionista o entregárselo a los enemigos árabes. La suma del conservador Likud y de todos los partidos a su derecha no le otorga a Netanyahu la mayoría que ansiaba desesperadamente, entre otras cosas para afrontar desde el poder su comparecencia ante el fiscal general del país para responder de tres graves acusaciones de corrupción.
Yo tengo la intención de formar un Gobierno de unidad y liberal cambiando las prioridades de IsraelBenny Gantz, líder de Azul y Blanco
Por su parte, para conseguir la mayoría de 61 escaños en la Knesset, Gantz precisará añadir a sus diputados, además de los de Unión Democrática y el Partido Laborista, los de Israel Nuestra Casa, pero sobre todo los conseguidos por la Lista Conjunta Árabe. Esta última unificación electoral árabe de los partidos Balad y Hadash-Taal es el gran logro de su líder, Ayman Odeh, jefe real de la oposición al encabezar la discrepancia frente a la unidad de los dos grandes partidos judíos en los grandes temas nacionales.
Ayman Odeh representa al 20% de la población del país, los árabes que permanecieron tras el establecimiento del Estado de Israel y sus descendientes. La aprobación de la Ley de la Nación, que designa a Israel como Estado judío, se interpreta como el primer paso para la exclusión total de esa quinta parte de los casi nueve millones de ciudadanos israelíes. Al promoverla, Netanyahu se echó definitivamente en brazos del ultranacionalismo, al que con el respaldo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya había contentado con la proclamación de Jerusalén como “única e indivisible capital del Estado”, y al que prometió asimismo anexionar parte de la Cisjordania ocupada desde 1967.
Los árabes israelíes apoyaron tan solo una vez a un líder judío, Yitzhak Rabin, asesinado precisamente por intentar resolver mediante el diálogo el conflicto con los palestinos. Para reeditar un nuevo respaldo, en este caso a Benny Gantz, exigirán garantías de cortar con la política progresiva con la que Netanyahu les conducía hacia la exclusión total.
Netanyahu incita contra los árabes en Israel y nos ha convertido en un sector no legítimoAymanOdeh, líder de la Lista Conjunta Árabe
La alternativa de un gobierno de coalición entre los dos grandes partidos propuesta por Netanyahu, solo se contempla para un escenario de guerra, como las cuatro libradas por Israel desde su mismo nacimiento en 1948. Salvo frente a Irán, ese escenario no era probable, al menos hasta hoy, toda vez que, además de los acuerdos en vigor con Egipto y Jordania, las petromonarquías árabes habían establecido una cooperación creciente y efectiva con Israel, cuya promesa de Netanyahu de anexionar parte de Cisjordania ha dejado a Arabia y Emiratos colgados de la brocha.
El jefe del Estado israelí, Reuven Rivlin, ha dicho que “no habrá nuevas elecciones”, aviso claro de que exigirá pacto. Y éste sí lo puede llevar a cabo Benny Gantz, que podría concluir con los árabes el acuerdo que rompiera el callejón sin salida en que desembocaron las negociaciones con los palestinos. Al igual que Rabin, Gantz sabe de primera mano lo que es la guerra; al fin y al cabo él fue el máximo responsable militar en la ofensiva contra Gaza en la que murieron 2.200 gazatíes.
Si, pese a todo, se optara por la gran coalición Azul y Blanco-Likud, en tal operación no entraría Netanyahu. Es la conditio sine qua non que impone Gantz, autoerigido como campeón de la transparencia y la decencia. Y, como tercer gran integrante de esa presunta coalición, Avigdor Lieberman, el líder de Israel Nuestra Casa, ex gran confidente y amigo del propio Netanyahu.
Mientras tanto, la región en su conjunto se acerca un poco más al punto de ebullición tras el ataque de Irán a las instalaciones petroleras de Arabia Saudí, las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos a Teherán y las amenazas de la élite militar iraní de llevar una posible nueva guerra al corazón mismo de quién ose atacarle.
Las elecciones confirman el agudo proceso de cambio en Israel y la consolidación de las posiciones religioso-nacionalistas.