Carlos Cuesta | 01 de octubre de 2019
La Guardia Civil deja en evidencia a la policía catalana y su pasividad frente a determinadas actitudes violentas relacionadas con el movimiento independentista.
Los Mossos catalanes vuelven a escena. El director de la Policía autonómica, Andreu Martínez, deja el cargo que había ocupado durante el último año y medio, en vísperas del segundo aniversario del referéndum del 1-O. Aparte de esta noticia, los Mossos vuelven a la palestra y no lo hacen por un buen motivo. Lo hacen porque, como ya ocurriera en los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, su labor deja mucho que desear en la persecución de determinados delitos. En aquella ocasión, el descontrol se plasmó en un delito cometido por radicales islamistas, cuyo atentado careció de los protocolos de investigación previa y control de las sedes donde preparaban el ataque con explosivos -la casa de Alcanar-. Un descontrol que llegó al punto de que la casa voló por los aires sin que hubiera alerta previa por parte de los policías autonómicos.
Ahora la escena se repite, pero con un descontrol mucho más pronunciado en la persecución de otro tipo de delito: el que está relacionado con los grupos radicales separatistas. Y es que, tras la detención por parte de la Guardia Civil de nueve miembros de un comando CDR que preparaba explosivos para atentar previsiblemente en el Parlamento de Cataluña, lo primero que se ha comprobado es que la colaboración y participación en la investigación por parte de los Mossos ha sido inexistente.
La labor de investigación la ha protagonizado desde el inicio hasta el fin la Guardia Civil. Teniendo en cuenta, eso sí, que otras líneas de investigación paralelas se desarrollaban por parte de la Policía Nacional. Pero en ningún caso ha habido aportación de datos ni información por parte de los policías catalanes. Es más, los Mossos cuentan con un programa especial de seguimiento de grupos de contenido extremista, pero esta Policía autonómica ha preferido centrar la labor de investigación de estas unidades en los grupos de extrema derecha en vez de en los grupos radicales separatistas. Todo un sinsentido teniendo en cuenta que los altercados violentos realizados en los últimos años en las calles catalanas tienen una procedencia casi monopolística por parte del este mismo separatista.
La realidad de esta situación es aún más dantesca cuando se comprueba que los cuadros de la Guardia Civil y la Policía Nacional han identificado ya cerca de 3.000 efectivos radicales integrados en los denominados Comités de Defensa de la República (CDR). Y que, dentro de esos cuadros generales, los policías citados tienen ya seguimientos e información detallada de un total de 130 cabecillas con un perfil violento que potencialmente podría llevarlos a protagonizar actos terroristas.
Y, de nuevo, se da la paradoja de que toda esa montaña de información no ha pasado ni por las manos de los Mossos ni por su colaboración. Lo cierto es que el comentario generalizado, tanto en la Guardia Civil como en la Policía Nacional, es que no se sigue ni se persigue el delito relacionado con la causa separatista por el sencillo motivo de que su objetivo es coincidente con los planteamientos de los dos partidos mayoritarios y hegemónicos en Cataluña: PDeCAT y ERC.
Traducido: que existe una consigna oficial por parte del Gobierno autonómico de Quim Torra para que las actuaciones policiales sean laxas con los ataques y preparativos de los CDR. Las propias palabras de los representantes de estos dos partidos en los últimos días con respecto a las detenciones de los implicados en los preparativos de explosivos para atentar en Barcelona son más que reveladoras. Y es que desde PDeCAT y ERC, e incluso por parte del propio Quim Torra, se ha devaluado la importancia de las detenciones de la Guardia Civil y se ha negado que correspondieran a la descripción de un potencial atentado terrorista.
Todo ello sin contar con el reciente mensaje de Torra en el que llamó “amigos” a los CDR y les pidió: “Apretad, apretad”. Esta es la situación que vive Cataluña en estos momentos. Una situación que reclamaría de un control claro por parte del Gobierno de España, pero al que se niega Pedro Sánchez simple y llanamente porque depende del separatismo para poder gobernar.
Las palabras de Michael Ignatieff son puentes entre culturas. El pensador canadiense considera que el nacionalismo cívico es el único antídoto contra el nacionalismo étnico.