Rafael Fayos | 04 de enero de 2020
La imagen de la veleta que cambia su dirección con el viento se queda corta para el príncipe Sánchez. Mucho puede enseñar Maquiavelo de todo ello.
El panorama político que se ha venido gestando tras las últimas elecciones es de lo más sombrío y siniestro que hayamos visto en los últimos cincuenta años. A pesar de todo, como nos recuerda el proverbio bíblico nihil novum sub sole, no hay nada nuevo bajo el sol, y lo que estamos contemplando es una nueva versión de un clásico en la historia de España y también de Occidente. Así, Jaime Mayor Oreja lleva dos o tres años hablando del Nuevo Frente Popular, evocando al que se configuró en España entre 1934 y 1936, y poniéndolo en relación con las alianzas de los partidos de izquierdas contra la derecha, algunos de ellos constitucionalistas y otros marcadamente separatistas.
Pero también la historia de Occidente nos brinda episodios y personajes que sin mucho esfuerzo identificaríamos con algunos de los actores de la política actual. Uno de ellos, indudablemente, es el que encontramos en el libro de Nicolás Maquiavelo El príncipe. Es un escrito redactado con la finalidad de aconsejar al político en la conquista y el mantenimiento del poder en situaciones excepcionales.
Justamente como el momento presente, insólito por muchos motivos, entre ellos, la crisis en la unidad de la nación, la posibilidad de un Gobierno con ministros cercanos al populismo marxista venezolano y las estrategias desplegadas por los políticos de turno en el asalto al poder y en el mantenimiento del mismo a cualquier precio.
Mucho puede enseñar Maquiavelo de todo ello, pues los sillares de su obra no son otra que la concepción de la política como una actividad totalmente desligada de la ética y convertida en el arte de la adquisición, la conservación y el incremento del poder político.
Escribe Maquiavelo: “Cuando le perjudique cumplirla, el príncipe debe faltar a su promesa. Debe faltar a ella cuando desaparecieron los motivos que le obligaron a prometer”. Y más adelante añade: “Un príncipe siempre encuentra argumentos para disculparse en el incumplimiento de su fe jurada”.
Mejor es que parezca que un príncipe tenga buenas cualidades a que las tenga en realidadMaquiavelo, El príncipe
La actualidad de estos textos es evidente. El 19 de septiembre de 2019, en un programa de laSexta el presidente en funciones, Pedro Sánchez, fue entrevistado por el periodista Antonio García Ferreras. Ante la pregunta de por qué no pactó con Podemos, afirmó: “Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto al 95% de ciudadanos de este país que tampoco se sentirían tranquilos”.
Casi tres meses después, el 12 de noviembre, España se despertaba con el anuncio de un preacuerdo para la formación de un Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos. El abrazo entre el presidente en funciones y el líder podemita fue portada de numerosos periódicos al día siguiente. No es la primera vez que vemos cambiar de opinión al inquilino de La Moncloa. Siempre se mueve con ambigüedad en capitales y trascendentales asuntos, mostrándose en un mismo tema fuerte y decidido, en unas ocasiones, para mutar su carácter en dialogante y transigente, en otras.
La imagen de la veleta que cambia su dirección con el viento se queda corta para el príncipe Sánchez. Justificará sus veleidades con el consabido dicho de que cambian las circunstancias y, con ello, las acciones que deben llevarse a cabo. Pero precisamente lo que muchos votantes están deseando es lo contrario. Políticos de principios y no de circunstancias que mantienen sus decisiones ante el cambio de los vientos, porque se mueven y actúan por valores y no únicamente por lo que en un determinado momento les pueda favorecer en la conquista o permanencia en el poder.
Creo que esta es una lectura que debiera aplicarse al éxito de partidos como Vox, que algunos sitúan en la extrema de derecha y sus votantes colocan en las coordenadas de la política coherente con una serie de principios y valores.
Mayor Oreja, al que nos hemos referido ya en este artículo, ha denunciado una y otra vez que la raíz de la crisis de nuestra sociedad es una crisis de valores y de principios. Lejos de abandonar la vida pública tras cesar su actividad como político, ha promovido iniciativas, entre ellas, la fundación Valores y Sociedad o la iniciativa One of Us, centradas en recuperar los valores y principios sobre los que se ha construido la vida política y social de Europa. Afirma insistentemente que la crisis de la civilización occidental no es ni económica ni social, su raíz se encuentra en el abandono de los principios y valores que la hicieron surgir.
Pero volvamos al Príncipe Sánchez y veamos por última vez cómo aparece retratado de la mano de Maquiavelo: “Mejor es que parezca que un príncipe tenga buenas cualidades a que las tenga en realidad. (…) Cada uno verá lo que pareces, pero pocos sabrán quién eres”. De ahí que Pedro Sánchez sea un enigma para todos y seguro que nos sorprende de nuevo. Es cuestión de cómo sople el viento.
Los resultados no serán tan decisorios que impidan al Gobierno navegar en aguas peligrosas.
El socio preferente del PSOE, tras quedarse con una parte de Podemos, es Pablo Iglesias.