Manuel Sánchez Cánovas | 24 de marzo de 2020
China trata de imponer el relato de que sus recientes éxitos en el control del coronavirus significarían el triunfo del autoritarismo del Partido frente a la democracia occidental.
Tras un primer desastre del Partido Comunista de Wuhan en la gestión de la COVID-19, exportándolo a todos los confines del planeta, Pekín se lanza a la contraofensiva. Ahora, se pone en valor el relato opuesto: los recientes éxitos en el control de la pandemia en territorio chino significarían el triunfo del autoritarismo del Partido frente a la democracia occidental, percibida como débil e incapaz de controlar la pandemia en Europa. Así, se recuperaría la confianza en el rol de la República Popular en las cadenas industriales de valor globales, interrumpidas por el virus, la de la inversión extranjera, e incluso se continuaría con la estrategia de acaparamiento de sectores estratégicos en Occidente.
A estos efectos, como resalta el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, Pekín no habría tenido reparo alguno en hacer circular rumores, infundados, sobre una supuesta conspiración norteamericana: los americanos habrían plantado la COVID-19 en Wuhan, en detrimento de los intereses chinos. De este modo, se volvería a apelar al resentimiento, la xenofobia y el nacionalismo chinos, recurrentemente utilizados como chivo expiatorio en momentos de crisis interna. Todo esto, en el marco del eslogan «Cien Años de Humillación», de la Guerra del Opio a 1948, cuando el colonialismo racista, el occidental y especialmente el más terrible, el japonés, trató a los chinos como ciudadanos de segunda clase.
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En el entorno cultural chino, holista, donde las apariencias lo son todo, los críticos extranjeros a los errores de Wuhan serían automáticamente tachados de «racistas», cada vez que apuntaren a las deficiencias del Partido Comunista de China, las propias de un país autoritario en desarrollo: la crítica al partido sería un desprecio a toda la comunidad china. Reconocer un error en público en China significa mostrar inferioridad, resultando más cómodo culpar a la contraparte que lo critica del mismo error cometido. Este «nihilismo neoconfucionista», por darle un nombre, causa verdaderas ampollas y alto estrés cultural entre los europeos destinados en Asia: aquí no hay valores clásicos, cristianos y/u occidentales. De este modo, la China del intensísimo deterioro medioambiental y del dumping social, sin buenos hospitales y sistemas de control de enfermedades, pasaría a retratarse como dechado de eficiencia y determinación en la erradicación de la pandemia.
Los errores cometidos en Occidente también apoyan la estrategia de Pekín, especialmente los del capitalismo anglosajón, sirviendo en bandeja a Pekín mayores esferas de influencia en Europa y Estados Unidos: En Italia, el pánico y la descoordinación en las medidas aplicadas por las diferentes autoridades regionales ante la COVID -19; en España, el Gobierno sabía que el virus había llegado a nuestro país, pero las cónyuges de nuestro presidente y vicepresidente, contagiadas, participaron en unas manifestaciones absurdamente autorizadas, las del día 8 de marzo.
Tras saberse liberado Donald Trump del impeachment, y alcanzarse acuerdos comerciales parciales con China, el índice NASDAQ inició un proceso de altas subidas, a sabiendas de la crisis en Wuhan, deliberadamente subestimada para aprovechar el tirón -de 2 de febrero a 19 de febrero-. Si bien es lógico que los índices cayeran tras tomar completa conciencia de los efectos del coronavirus, no lo es que inicialmente subieran a sabiendas de la crisis en Wuhan: de 19 de febrero a 28 de febrero, se dio un repentino e intensísimo bajón, que, según las críticas, denotaría sobre estimación consciente, a posteriori, de los impactos del coronavirus.
El desplome deja a los valores de las empresas occidentales por los suelos: millones de pequeños inversores habrían perdido una fortuna en la bolsa, y encima, la mayor parte ya estaría en cuarentena por la COVID-19. Solo ver el IBEX, que cae de 10.000 a 6.500 puntos de 19 de febrero a 18 de marzo, récord histórico en la bolsa española.
Ahora es cuando los fondos soberanos y las empresas chinos pueden empezar a considerar lanzarse a la conquista de Europa y Estados Unidos, cuando las acciones están a precio de saldo: el Banco Central de China atesora 3 billones de dólares en divisas, la hucha está llena. Además, las políticas económicas chinas, especialmente la exterior, están alineadas, sirviendo a los intereses globales del Partido. Urge, pues, reforzar las medidas, aprobadas por la Unión y Estados Unidos para restringir inversiones de China en sectores sensibles o estratégicos occidentales.
Las consecuencias del coronavirus sobrepasan los aspectos de salud. La economía china puede sufrir un duro golpe que afectaría a gran parte del mundo, incluida España.
Se trata de un virus aviar que produce síntomas respiratorios parecidos al catarro, que pueden desembocar en neumonía, y que ya ha alcanzado una tasa de mortalidad cercana al 2%.