Elio Gallego | 21 de abril de 2020
Lo que supone que el peligro de izquierdear se haya multiplicado exponencialmente en España por efecto del coronavirus.
Se veía venir. No hacían falta muchas dotes adivinatorias para saber que soplaban malos tiempos para la libertad en nuestro país, una vez que un frente socialcomunista se ha hecho con el poder. Y cuando decimos «poder» no nos referimos solo al palacio de la Moncloa, sino a la generación de una enorme galaxia mediática y de grupos de presión de todo tipo que no deja de expandirse por el universo español y mundial. En una reciente entrevista en La Sexta, el vicepresidente segundo del Gobierno español, el Sr. Pablo Iglesias, ha declarado que es necesario que «la ultraderecha mediática y política… no forme parte en ningún caso del futuro de nuestras sociedades».
Y pone dos ejemplos en los que la peligrosa «ultraderecha», se supone que mediante bulos y mentiras, se ha hecho recientemente con el poder: Brasil y Estados Unidos. Lo primero que llama la atención es que sus referencias sean dos presidentes elegidos democráticamente en países democráticos, y no dictadores compulsivos y sin escrúpulos como pueden ser los de China, Cuba o Venezuela, por decir algunos.
Pues bien, respecto del brasileño, desconozco qué bulos y mentiras ha podido decir el Sr. Bolsonaro durante su campaña electoral. Y tengo mis dudas de que lo sepa el Sr. Vicepresidente del Gobierno. De lo que estoy seguro es de que sí sabe que Bolsonaro es un enemigo de «ultraderecha», es decir, alguien a batir y que, por tanto, no debería formar parte en ningún caso del futuro de la sociedad brasileña. Y respecto del otro ejemplo, el de Estados Unidos, sí sabemos algo más; sabemos, por ejemplo, que durante dos años Donald Trump ha estado sometido a una rigurosísima investigación política y judicial sustentada sobre una información que lo vinculaba a una conspiración criminal con el Kremlin para derrotar fraudulentamente a su adversaria demócrata.
Un hecho, por tanto, grave, muy grave. Pues bien, lo que sabemos es que el resultado de dicha investigación fue que el presidente de Estados Unidos ha sido exonerado de toda culpa y responsabilidad. Que aquella información era falsa o, cuanto menos, no fundamentada documentalmente. Nada probó que esa colusión existiera. Y una prueba indirecta de ello está en que, aun los mismos demócratas que, junto a las grandes cadenas de televisión, mantuvieron durante todo ese tiempo esa versión de los hechos, que se ha demostrada falsa, optaron por intentar sacarlo de la Casa Blanca mediante un impeachment por una cuestión menor de abuso de poder.
Una de esas cuestiones que, en caso de ser cierta y buscásemos un equivalente en España, supondría que la oposición debería estar realizando mociones de censura un día sí y otro también, mañana y tarde y siete días a la semana. Y dicho esto, me pregunto ahora: ¿habré dicho y puesto yo mismo en la red con lo que acabo de decir un bulo o una mentira? ¿Qué dirán las nuevas agencias de control y vigilancia, tipo malditas New-troll que trabajan con las grandes corporaciones y que, con pingües beneficios, han empezado a pulular por nuestro país?
¿Cómo piensa Iglesias hacer para que la ultraderecha política y mediática no forme parte del futuro de nuestra sociedad? ¿Podría explicar qué medios va a utilizar para llevar a cabo esa política de eliminación?
Puede que lo que acabo de decir sea mentira, un bulo de los que dice el Sr. Iglesias que utiliza la ultraderecha, aunque yo, sinceramente, piense que no he hecho otra cosa que decir la verdad o, al menos, lo que sinceramente pienso. Y tal, a la vista de lo que está sucediendo con este Gobierno, puede que también piensen así algunos millones de españoles, aunque me pueda equivocar. Es más, lo que pienso es que es el Sr. Iglesias quien ha mentido respecto de los Estados Unidos. ¿Quién juzgará? Porque esta es la cuestión. Está claro lo que él piensa: juzgaré yo, o en su caso, mis amigos, que era como trataba a su entrevistador.
De este modo, la ultraizquierda con todo su poder mediático y político, más el apoyo de las grandes corporaciones, se convierte en juez y parte sobre la verdad de las cosas. Pero puestas así las cosas, esto empieza a oler a totalitarismo. Y me surge también esta otra pregunta: ¿cómo piensa el Sr. Iglesias hacer para que la ultraderecha política y mediática no forme parte del futuro de nuestra sociedad? ¿Podría explicar qué medios va a utilizar para llevar a cabo esa política de eliminación? Y, ya puestos, esta otra: ¿qué es la «ultraderecha»? Porque yo me imagino que, vistas las cosas desde la más extrema y lejana ultraizquierda, es mucho lo que debe pasar por ultraderecha. Y que si uno se pone en la perspectiva, no sé, de Lenin, Stalin o Mao, el campo de la ultraderecha, o de los reaccionarios, o de los enemigos del pueblo debe ampliarse extraordinariamente.
Una situación que se agrava, además, con la terrible pandemia que padecemos. Porque, como afirma Alexandro Manzoni en su magnífica novela Los novios -novela, por cierto, que aprovecho para recomendar vivamente a mis lectores-, y en la que Milán se halla bajo los efectos devastadores de la peste, «los hombres somos generalmente así: nos rebelamos indignados y furiosos contra los males llevaderos y nos doblegamos en silencio bajo los extremos; soportamos, no resignados sino idiotizados, el colmo de lo que al principio habíamos llamado insoportable». Lo que supone que el peligro de izquierdear se ha multiplicado exponencialmente en España por efecto del coronavirus. Y debemos ser conscientes de ello.
El presidente del Gobierno dice querer unos nuevos Pactos de La Moncloa, pero la actitud de su partido y la obra de su Ejecutivo indican todo lo contrario.
El Gobierno se empeña en posponer los homenajes y el luto oficial por los fallecidos en esta pandemia de coronavirus. Los muertos no encajan en su narrativa.