Elio Gallego | 12 de mayo de 2020
Inés Arrimadas es un capítulo más de la incomprensión por parte de la derecha de que la cosa no está en ser centrista, sino en saber quién fija el centro. Y, lamentablemente, lo fija la izquierda.
Si Inés Arrimadas tenía alguna duda sobre si ha acertado con su apoyo a la cuarta prórroga del estado de alarma de Pedro Sánchez, debía desecharla tras la felicitación recibida tanto por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero como por el actual vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. En concreto, las palabras de Zapatero fueron: «Arrimadas ha recuperado terreno, la derecha gana cuando busca el centro». ¿Es necesario insistir en que, si quienes te felicitan son aquellos para los que España es lo único «discutido y discutible», es que se ha equivocado con toda seguridad? Pues del enemigo, el consejo.
Pero vayamos un poco más al fondo del elogio, cuando observa que «la derecha gana cuando busca el centro». ¿Qué gana la derecha, podríamos preguntarnos, cuando «gira al centro»? Se nos ocurren muchas posibles respuestas. Gana, por ejemplo, en incoherencia, en falta de credibilidad, en corrupción moral y de principios. Gana, en fin, en cobardía y sumisión a la izquierda. En su disculpa, hay que decir que Arrimadas es en esto heredera de una larga tradición en la política española. Una tradición que tuvo su punto de arranque cuando Adolfo Suárez le dijo a Felipe González que su idea era superarlo por la izquierda y que, en ningún caso, aspiraba a representar a la derecha. Aquella opción de renuncia ideológica de lo que estaba llamado a ser el gran partido de la derecha en España, la UCD, supuso la dimisión en 1979 del entonces vicepresidente segundo del Gobierno, Alfonso Osorio.
Consumado el giro al centro-izquierda de la UCD, Osorio pasó a Alianza Popular con su ideal de consolidar una derecha civilizada para España, solo para comprobar cómo la historia se repetía en este mismo partido. Es el propio Osorio el que recordaba hace unos años, en una entrevista al periódico ABC de 30 de marzo de 2015, cómo en la presentación de un libro, y antes de la refundación de AP en el Partido Popular, José María Aznar declaraba: «Yo nunca he sido de derechas». Una declaración que al exministro y vicepresidente de Suárez lo llevó al siguiente pensamiento: «Si no quieres ser de derechas, no lo seas, pero yo no te voto. ¡Porque yo sí quiero serlo!». Eso, además de tener una duda más que razonable sobre el alarde hecho por Aznar en aquella presentación de haber leído las obras completas de Manuel Azaña, de quien, por cierto, se proclamó entusiasta admirador y seguidor. ¿Y qué decir de Mariano Rajoy? Hay que reconocerle el mérito de que en el «giro al centro» y en el arte de superar a la izquierda por la izquierda ha marcado un verdadero hito.
Ahí está la continuidad durante su mandato de todas las políticas de Rodríguez Zapatero en las grandes cuestiones políticas: terrorismo, ingeniería social, matrimonio homosexual, ley de memoria histórica, aborto… Eso sin contar las generosas subvenciones a toda la izquierda progre, o la entrega de las televisiones a la extrema izquierda. ¿Y no ganó acaso también a la izquierda en la subida de impuestos, algo de lo que además alardeaba hace relativamente poco? En cuanto al partido, inolvidable fue aquel discurso en el que invitó a abandonar el Partido Popular a todos aquellos que se sintiesen liberales o conservadores. Un Partido Popular en el que, en palabras de Celia Villalobos, no tenían cabida los que no comulgasen con las bondades de un supuesto derecho al aborto. Y fueron más que palabras, a tenor de la purga que se produjo en las listas electorales de todos aquellos parlamentarios que se mantuvieron más o menos firmes en la defensa del derecho a la vida.
¿Han cambiado las cosas con la llegada de Pablo Casado a la presidencia del Partido Popular?, ¿se ha abandonado con la llegada del joven líder la búsqueda ansiosa del centro político? Me temo que no, y que el sueño de la búsqueda del centro lo persigue como El Dorado a nuestros conquistadores. Se trata, pues, de una historia que viene de lejos, y en la que la señora Arrimadas no es sino un pequeño capítulo más, un capítulo de la incomprensión por parte de la derecha de que la cosa no está en ser centrista, sino en saber quién fija el centro. Y, lamentablemente, lo fija la izquierda.
Si no quieres ser de derechas, no lo seas, pero yo no te voto. ¡Porque yo sí quiero serlo!Alfonso Osorio, exvicepresidente segundo del Gobierno
La razón es que la izquierda siempre que se hace con el poder avanza con todo desparpajo y sin complejo alguno en sus posiciones y en la implementación de sus políticas, portadora de una agenda social y política que nunca renuncia a imponer. El resultado de su acción es que el centro siempre se ve desplazado en la misma medida que la izquierda consolida sus nuevas posiciones, de modo que la derecha que busca ser centrista necesariamente ha de hacerse más y más izquierdista cada vez. Y esta es la historia del centrismo, es decir, la historia de una derecha cuya gran obsesión ha sido la de izquierdear, con el único objetivo de poder ser perdonada por la izquierda de su más terrible e imperdonable pecado: el de existir.
Lo que supone que el peligro de izquierdear se haya multiplicado exponencialmente en España por efecto del coronavirus.
La generación que levantó a España de la miseria tras la Guerra Civil, la que trabajó y sudó, como quizá ninguna otra en nuestra historia, está muriendo por miles.