Pilar Marcos | 01 de abril de 2021
El Gobierno que más a broma se toma sus propios compromisos hará su campaña electoral en Madrid bajo el eslogan «Gobernar en serio».
El Gobierno que más a broma se toma sus propios compromisos hará su campaña electoral en Madrid bajo el eslogan «Gobernar en serio». La presentó con toda solemnidad el hierático, y muy informal, Pedro Sánchez. Y pretenden que les tomemos en serio.
Sánchez empezó a gobernar en serio en junio de 2018. Con impostada solemnidad se había comprometido, en la moción de censura, a convocar elecciones en pocas semanas. Y con tanta rapidez como desparpajo mostró que su mandato iba a consistir en incumplirlo todo: las elecciones se las convocaron sus socios de la coalición Frankenstein, en la primavera de 2019, al derrotar su proyecto de presupuestos.
El ‘Gobierno en serio’ que Sánchez forjó en su censura no había prometido ‘nada’ a Bildu a cambio de sus imprescindibles votos. Un apoyo gratuito. Por eso, cada viernes Sánchez cumple con un nuevo traslado gratuito de presos etarras. Gratuidad por gratuidad: ya van 198 traslados, de los que 80 corresponden a etarras con delitos de sangre, y en 25 casos sin atender a la propuesta de las juntas de tratamiento de prisiones. El ‘Gobierno en serio’ de Sánchez garantiza que gudaris con la sangrienta trayectoria de Txapote, Parot, Makario, Kantauri o Fiti tengan muy cerca la libertad sin necesidad de cumplir la condena que sentenciaron los tribunales por sus asesinatos.
Después de casi tres años de ‘Gobierno en serio‘, el non plus ultra de su seriedad parecía ser la gratuita dádiva millonaria a la venezolana Plus Ultra con el dinero de todos, pero gobernar en serio obliga a superarse cada día. Y 53 millones de euros al chavismo tampoco es tanto. Es solo la tercera parte de los más de 140 millones de euros que firmó el Gobierno en serio en contratos fallidos de material sanitario al inicio de la pandemia. Para redondear, podemos añadirle los dos millones de euros de consultoría que ha pagado el exjefe de gabinete de Sánchez, y hoy presidente de Correos, a una empresa radicada en el paraíso fiscal de Panamá. Pocos Gobiernos han sido tan ‘serios’ como el de Sánchez en su censura a los paraísos fiscales.
«Gobernar en serio» es agotador. Permite, por ejemplo, eludir el engorroso trámite de recoger en acta los acuerdos del Consejo de Ministros; por eso desde enero de 2020 ya no se hace. O facilita recuperar la muy poco democrática afición a la patada en la puerta de domicilios desafectos. O garantiza que no sea risible que un ministro de Universidades confunda al autor de La Regenta con su hijo, por la mala pata de que ambos se llamaran Leopoldo Alas y murieran en el siglo XX. Total, de 1901 a 1937 solo van 36 años y es muy habitual confundir una tuberculosis con un fusilamiento. Como colofón a tan universitario conocimiento del pasado, el ministro Castells exhibió su precisa cosmovisión futurista: «Si este Gobierno colapsara, que no lo hará, sería la desintegración total de este país. Somos la última muralla en defensa de la civilidad. Lo digo en serio».
Lo dicen todo muy en serio. Con total seriedad siguen ignorando a una cuarta parte de los más de 100.000 fallecidos por la COVID. Y el más serio es el candidato Ángel Gabilondo, para quien la factoría publicitaria de Sánchez ha diseñado tan pomposo eslogan. En febrero, el muy serio diputado Gabilondo defendía eliminar subvenciones y subir cinco impuestos en la Comunidad de Madrid. Cinco. En sus «18 enmiendas» para «modificar los tributos cedidos por el Estado», Gabilondo reclamaba subir la tarifa máxima del IRPF, recuperar el Impuesto sobre Patrimonio, rebajar bonificaciones familiares en el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, y revisar al alza el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y los tributos sobre el juego. Pero eso fue el 12 de febrero. En marzo, el ya candidato Gabilondo defendía, muy serio, no subir ningún impuesto: «Mi idea es que en esta coyuntura excepcional no se toque la fiscalidad durante estos dos años».
¿En qué preciso instante entre febrero y marzo se desató esa excepcional coyuntura que produjo tan rotundo cambio de criterio en el candidato «serio, soso y formal» del Partido Socialista? Pudo ser el 10 de marzo, cuando Isabel Díaz Ayuso anunció la disolución de la Asamblea y la convocatoria de elecciones, y cuando el muy serio Ángel Gabilondo intentó evitar a los madrileños el engorroso derecho a decidir su Gobierno en las urnas con una triple moción de censura. O pudo ser el 15 de marzo, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Madrid avaló la convocatoria y negó seriedad jurídica -y democrática- al severo terror a las urnas de la izquierda madrileña.
Sánchez acusó a Isabel Díaz Ayuso de haber bloqueado 600 millones de ayudas directas para pymes y autónomos. Tan falso era que el Ministerio de Hacienda tuvo que desmentir al presidente, aunque lo hizo bajo el anónimo colchón de las fuentes
El cambio de criterio tributario es verdaderamente serio. Hasta la coyuntura excepcional que hizo cambiar de idea al «soso, serio y formal» Gabilondo, el PSOE reclamaba subir todos los impuestos a los madrileños después de acusarlos de dumping fiscal. Así lo hizo el presidente Sánchez, incluso, tras una cumbre con su homólogo italiano en noviembre pasado: aprovechó la rueda de prensa conjunta para informar a los italianos de que en Madrid se esconde un paraíso fiscal. Formidable demostración de Gobierno en serio.
En la presentación del candidato Gabilondo, el sábado 20 de marzo, Sánchez ratificó lo que para él significa «Gobernar en serio»: la patraña descarada. Acusó a Isabel Díaz Ayuso de haber «bloqueado 600 millones de ayudas directas para pymes y autónomos», al haber decidido un adelanto electoral «movida por sus intereses políticos». Tan falso era que el Ministerio de Hacienda tuvo que desmentir al presidente, aunque lo hizo bajo el anónimo colchón de las fuentes.
La patraña tenía un doble objetivo: generar desconfianza en el adversario y desviar la atención sobre el asunto clave. A Madrid no le correspondían 600 millones para ayudas directas a las pymes, sino bastante más. Esa cantidad es el 9% de los 7.000 millones a repartir entre las comunidades autónomas y el peso de la economía madrileña en la nacional supera el 19%, más de diez puntos más. Pero el Gobierno en serio de Sánchez-Gabilondo no está pensando en cómo mejorar Madrid, sino en qué hacer para frenarla en seco. Por ejemplo, los datos de comercio minorista en febrero muestran un retroceso de solo el 1,5% en Madrid, frente a un desplome del 9,4% en el conjunto de España. Y eso es muy poco serio.
No es serio que, también con la pandemia, el Madrid de Ayuso siga siendo el motor económico de España, que atraiga 3 de cada 4 euros de inversión extranjera, o que en esa región se creen 1 de cada 5 nuevas empresas en España. No es serio que el ritmo de crecimiento en Madrid sea un 60% superior a la media nacional, o que ofrezca los impuestos más bajos y la mayor estabilidad en el empleo. Y lo menos serio de todo es que una mujer joven, de la que tan divertido es mofarse, presida con éxito una región que, en todos sus datos, demuestra el enorme fiasco del Gobierno de Sánchez.
Cuando podamos ver el sanchismo con suficiente perspectiva, comprobaremos que era exactamente eso, un trilero que planta tres cubiletes sobre la mesa y a los tres les pone el cartel de transparencia. Y como mueve muy rápido las manos y los tiempos políticos, todos pasan por alto lo único importante, que en verdad en ninguno están las cuentas.
El Gobierno, en plena pandemia, puso sus ojos acusadores sobre Madrid y su presidenta, dejando caer que el Ejecutivo de la capital no tenía alma. Así se fraguó el mayor fracaso de la persecución política de la historia reciente.