Manuel Llamas | 01 de mayo de 2019
Una sangría de 6.5 millones de electores que engrosan las filas de Ciudadanos y VOX.
La tarea que tiene por delante Pablo Casado, es, sencillamente, titánica, y no solo porque el partido tendrá que emprender su particular travesía por el desierto de la oposición durante la próxima legislatura con apenas 66 diputados, tras la histórica derrota del PP cosechada en las urnas, sino porque, además, deberá impulsar la obligada refundación del centro derecha, tal y como en su día hizo José María Aznar.
Dicha misión no es opcional, ya que, en caso no de no procederse a la unificación o alianza de las derechas, la hegemonía política de la izquierda corre el riesgo de prolongarse por muchos años en España.
La derrota del PP se explica, básicamente, por tres razones:
En primer lugar, la enorme decepción y el enfado que causó el anterior Gobierno de Mariano Rajoy entre su electorado, después de siete años de desaires, traiciones y burlas, fruto de una rendición casi absoluta a la izquierda imperante tanto en materia económica como ideológica.
Fueron muchos los votantes del PP que, durante años, apenas advertían diferencias entre la forma de gobernar de José Luis Rodríguez Zapatero y la de Rajoy, acrecentando con ello un descontento que, sin embargo, no encontraba salida debido a la ausencia de alternativas. Hasta que llegaron Cs, primero, y VOX, después, cuya súbita irrupción en este último caso no se puede entender sin el golpe independentista asestado en Cataluña en 2017.
El PP ha pasado de acumular casi 11 millones de votos en 2011 a los apenas 4,4 millones de estas últimas elecciones
De hecho, este escenario ya lo avanzó Rajoy en el congreso que el PP celebró en Valencia en 2008, cuando dijo que “si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”, solo que entonces no había tales partidos -surgieron después-. Rajoy les abrió la puerta de par en par con sus políticas timoratas y socialdemócratas, y estos tomaron la salida en cuanto tuvieron oportunidad.
Solo así se entiende que el PP pasara de acumular casi 11 millones de votos en 2011 a los apenas 4,4 millones de estas últimas elecciones. Una sangría de unos 6,5 millones de electores que hoy, en gran medida, engrosan las filas de Cs y VOX.
La segunda gran causa de la derrota del PP radica en el efecto VOX, pero no tanto porque le haya robado votos como por el pánico que ha causado entre los votantes nacionalistas y de izquierdas, lo cual se ha traducido en una histórica movilización, tal y como evidencia la alta participación electoral. VOX ha sido utilizado hábilmente por el PSOE para azuzar el voto del miedo, al igual que en su día hizo el PP con Podemos para alimentar la fragmentación en la izquierda.
Y, por último, aunque no menos importante, por la nueva estrategia que ha seguido Ciudadanos, ya que, a diferencia de lo que pretendía años atrás, el nuevo objetivo de su líder, Albert Rivera, no es convertirse en el tradicional partido bisagra, capaz de alcanzar acuerdos a izquierda y derecha, sino sustituir al PP para, de este modo, encabezar el centro derecha.
Es por esta razón, y no por otra, que Rivera anunciara en plena campaña su rechazo frontal a pactar con Pedro Sánchez. Su plan ha obtenido resultados, sin duda, ya que se ha quedado a nueve escaños de empatar con Casado, pero, eso sí, a costa de regalarle al PSOE todo el centro izquierda, facilitándole con ello la victoria.
La fragmentación de la derecha en tres partes ha supuesto su derrota en las urnas. Y prueba de ello es que los 11,2 millones de votos de PP, Cs y VOX han cosechado 147 diputados, frente a los 165 de PSOE y Podemos con un volumen de sufragios muy similar. Al centro derecha, por tanto, no le queda otra que refundarse, de una u otra forma, si aspira a gobernar.
Casado deberá aprovechar esta etapa para consolidar su liderazgo y su proyecto político con el fin de recuperar parte de los votantes perdidos, pero sin descartar posibles alianzas con Cs y VOX para poder derrotar al PSOE. En caso contrario, y dada la imposibilidad de pactar con los nacionalistas, la izquierda lo tendrá relativamente fácil para gobernar España durante largo tiempo.
El PSOE gana las elecciones generales y conducirá al país a un parón ante la inminente crisis.
Aleja un pacto para defender España, pero le facilita conquistar el liderazgo del centro derecha.