Juan Milián Querol | 02 de junio de 2021
Conceder esta medida de gracia a los condenados por sedición es darles una razón que no tienen. Es regalarles la oportunidad de volver a humillar a los catalanes que no se saltan las leyes. Por ello, debemos ir a Colón y adonde sea necesario.
Sin indultos, el separatismo perdió más de 600.000 votos en las últimas elecciones catalanas. Sin indultos, el president más supremacista, Quim Torra, solo se atrevió a poner una pancarta en el balcón de la Generalitat. Y la quitó a las 24 horas. Sin indultos, se recuperó cierta normalidad en la sociedad catalana. El monotema fue progresivamente desapareciendo de las conversaciones entre amigos, compañeros o familiares. Sin indultos, los lazos amarillos iban cayendo de las solapas, y las esteladas se descolgaban o se descolorían. Sin indultos, durante tres años y medio no lo han vuelto a hacer. Después de los indultos, Pedro Sánchez podrá cambiar a todos sus ministros, pero su falta de principios y su insana ambición ya nos habrán condenado a todos.
Conceder esta medida de gracia a los condenados por sedición es darles una razón que no tienen. Es regalarles la oportunidad de volver a humillar a los catalanes que no se saltan las leyes. Es volver a temer por nuestras libertades, porque los indultos serán la primera piedra del segundo procés. La Justicia es consciente de las malas intenciones del Ejecutivo. Los informes de los fiscales no solo eran claramente contrarios a la concesión total o parcial de los indultos, también advertían que estos no podían ser «moneda política» para garantizar apoyos parlamentarios. Los fiscales no perciben aquí ni criterios de equidad, ni de reinserción, ni de resarcimiento del daño. En la misma línea, el informe del tribunal sentenciador -el Supremo- también observa la medida como inaceptable, al no existir ninguna muestra de arrepentimiento sino, más bien, una voluntad de reincidir.
Pablo Montesinos: «Sánchez está dispuesto a humillar a España para contentar al independentismo».
Los informes de Fiscalía y del TS no son vinculantes, pero dificultarán la motivación del Consejo de Ministros. Los miembros del Gobierno hablarán de convivencia y concordia, pero traerán lo contrario. Es un golpe moral para las auténticas víctimas del procés. Es tirar por el barranco el ingrato y arduo trabajo de miles de resistentes a un nacionalismo desleal y corrupto. A Pedro Sánchez los indultos le servirán para mantenerse en el poder unos meses más, para borrar la negligente gestión de la pandemia de la portada de los periódicos y para no responder ante futuros recortes sociales y subidas de impuestos o de la factura de la luz. Le servirán para tensionar la política española. Premia al sedicioso y alimenta al nacionalpopulista.
Sus voceros alentarán, de nuevo, el miedo a la foto de Colón. Los seriéfilos de la Moncloa dibujarán una oposición estridente y la acusarán de franquista y despiadada, pero el «fascismo o democracia» ya no le sirvió en las elecciones madrileñas. Ya no es creíble. La mayoría española no es guerracivilista. La mayoría pide justicia. Y eso es precisamente lo que el sanchismo les pretende robar, también a muchos socialistas que ya han dado el paso abandonando el PSOE. Colón será solo un primer acto de autodefensa.
Los seriéfilos de la Moncloa dibujarán una oposición estridente y la acusarán de franquista y despiadada, pero el fascismo o democracia ya no le sirvió en las elecciones madrileñas. Ya no es creíble
Con todo, la respuesta a los indultos deberá tener también un liderazgo claro en la sociedad civil catalana. Y lo tendrá. Las diferentes entidades constitucionalistas no callarán, no tragarán. Los cantos de la sirena Sánchez ya no serán escuchados por quienes más han sufrido el autoritarismo independentista. Debe organizarse la mejor respuesta, coordinada y contundente. El silencio nunca funcionó. La historia no puede repetirse. Ahora, el president Pere Aragonès baja el tono, a la espera del indulto al líder de su partido, Oriol Junqueras, pero ya no engañan. A medida que se acerca el día, escuchamos a más a políticos y referentes independentistas asegurar que lo volverán a hacer –«ho tornarem a fer»-. El puigdemontismo, que se ha hecho con las mejores consejerías y la mayor parte del presupuesto de la Generalitat, se viene arriba y radicaliza sus amenazas. Así como la posibilidad de una declaración de independencia provocó la estampida de miles de empresas, la posibilidad de los indultos alimentará los miedos y los radicalismos.
Además, tras la concesión de los indultos, ERC exigirá un referéndum de autodeterminación, regresará la competencia discursiva con JxCat y la unilateralidad asomará la patita. Así, el PSOE deberá asumir el desgaste ante cada declaración o acción del independentismo catalán que demuestre el fracaso de la política de apaciguamiento. Cuando Oriol Junqueras acuda a la mesa de negociaciones entre el Gobierno de España y los independentistas, con o sin relator, nos acordaremos de la claudicación y del error fatal de permitir que uno de los principales culpables de la decadencia de Cataluña esté representándola. Con los indultos, aumentarán las probabilidades de que lo vuelvan a hacer. Y ya no es un spoiler, es prácticamente ciencia: volverán a desprestigiar las instituciones catalanas, volverán a echar a las empresas de Cataluña y volverán a fracturar la sociedad. La concordia es imposible sin justicia. Es la impunidad la que pone en riesgo la convivencia. Por ello, no se puede indultar a quienes prometen reincidir. Por ello, debemos ir a Colón y adonde sea necesario.
Una victoria suficiente de Isabel Díaz Ayuso constituiría el fin de la foto de Colón, esa representación cómoda, adulterada y simple de la realidad. Pedro Sánchez arrecia porque teme que caduque esa foto y quedarse sin tapadera.
Ni en el informe España 2050 la izquierda se ha planteado la única vía para medio solucionar el problema secesionista: un Govern de la Generalitat constitucionalista. Los indultos serán recompensas para quienes no han mostrado la más mínima contrición respecto al daño que causaron en Cataluña.