Luis Núñez Ladevéze | 03 de mayo de 2019
Los resultados no serán tan decisorios que impidan al Gobierno navegar en aguas peligrosas.
Las rostros de los nacionalistas lo decían todo sobre los resultados del separatismo en estos comicios. Pero no tanto por su éxito electoral como por la derrota de su principal enemigo. Lo dice el refrán chino. Se sentaron junto a las urnas de los colegios tras el referéndum sedicioso para ver pasar el féretro de su enemigo. El féretro ha pasado. Pero su victoria no es inapelable.
La entrada de VOX en la contienda electoral ha sido un revulsivo, como se esperaba. Sus efectos han sido los contrarios de los que su electorado pretendía.
La ley d’Hont ha sido implacable. Es una regla que no tiene rostro ni entiende la emoción, pero muchos aún no se han enterado. José Félix Tezanos sí lo sabe. Por eso ha revalidado su autoridad sociológica como director del CIS.
No solo ha acertado con solvente precisión, sino que pudo haberse ahorrado sus propias cautelas al anticipar el desenlace, más duro aún para el Partido Popular que la radiografía mostrada por Tezanos. Los disparatados y aviesos comentarios de que fue objeto Narciso Michavila por los tertulianos del resentimiento contra Mariano Rajoy han quedado también desautorizados. La demoscopia oficial, vapuleada tras las elecciones andaluzas, puede presentar un rostro complaciente, haya o no remado al servicio del partido que la volverá a regentar, cabe suponer, con Tezanos de timonel.
Es humillante para el constitucionalismo más exigente ver a todas las provincias españolas en un mapa en rojo donde solo quedan cuatro en azul, dos en Galicia y dos en Castilla y León
Si Sánchez pudo mantenerse con un tercio menos de diputados de los que hoy cuenta, también podrá hacerlo en solitario manejando en sus propuestas legislativas la geometría variable. Eso difícilmente podrán evitarlo los resultados del separatismo. Y con mayoría absoluta en el Senado, propiciada por el fantasioso 1+1+1 que circuló por las redes. Solo gracias a su osada inspiración, la valiente audacia de VOX consigue, por fin, ¡un senador!, aunque no salga de las urnas sino de la designación autonómica.
Entre todos los aspectos que cabe comentar, el más evidente e inmediato lo muestra ese irónico rostro del nacionalismo, desde el más conservador al más exaltado. El miedo a la ruptura de las esencias de España ha movilizado menos que el miedo a “ojo, viene la ultraderecha” que agitó Pedro Sánchez para hacer de VOX el espantajo de sí mismo. Le permitió masacrar a su mejor contrincante, colocarse en el centro del tablero, situar a las tres derechas, incluso la “derechita menos miedosa” de Ciudadanos, en la plaza de Colón, homologándolas a la iracundia independentista que ocupaba el espacio invisible de la plaza. Se lo dijo Iván Redondo: “Recuerda, eres el moderado”. El rechazo al patrioterismo españolista muestra que el españolismo retórico asusta más a la sensibilidad del electorado que la presencia del independentismo catalán o vasco en el Parlamento.
Es humillante para el constitucionalismo más exigente ver a todas las provincias españolas en un mapa en rojo donde solo quedan cuatro en azul, dos en Galicia y dos en Castilla y León, todavía gobernadas por el PP. ¿Por cuánto tiempo? Los hipotéticos siete millones sumados de VOX y PP hubieran dado una suma d’Hont de 130 escaños, que han sido reducidos a 90. Un castigo fratricida infligido por el hermano separado.
Los hipotéticos siete millones sumados de VOX y PP hubieran dado una suma d’Hont de 130 escaños
La suma con Ciudadanos daría la mayoría absoluta. Pero esa brecha fue abierta por la pusilanimidad de Rajoy, y ya no era suturable. La otra mana imparable por la traicionera herida. Con veintidós escaños sumados por ERC y JxC, la vía abierta por Miquel Iceta, el barcelonés triunfador de la noche, se despeja más que probable en el horizonte. TV3 de fondo.
Ahora solo falta saber cuánto falta para alcanzar el 65%. Y qué pasará en Ceuta y Melilla, cuando por vez primera aparece un Mustafá aupado por el airado antimustafismo de VOX. Si la iracundia ciega los ojos, no deja margen alguno a la inteligencia emocional, porque la emocionalidad absorbe toda la inteligencia.
Es obvio que la sociedad líquida facilita la rápida alteración de los cambios actitudinales. Es imposible anticipar cómo conjugará Sánchez el éxito y la destreza para desprenderse de las ataduras que lo llevaron, en la legislatura anterior, a ganar una moción de censura tan oportunista como habilidosa.
La presión nacionalista aumentará y, aunque Carles Puigdemont no pueda sentirse satisfecho ni pueda regresar a esta patria común donde caben todos, la posibilidad de complacer a los independentistas catalanes con el apaciguamiento y a los vascos con su progresivo despojamiento de la presencia institucional del Estado pesará tras estas elecciones.
¿Y dónde queda en este renovado concierto la voz del Rey apelando al sentido del Estado? No ha sonado en la campaña y dependerá de la voluntad política triunfadora.
Sánchez ya ha conquistado su trono. Si su mayor convicción fue llegar al poder, como muchos creemos, cabe esperar que, ahora que ocupa su trono, el pragmatismo se sentirá más cómodo revestido de patriotismo constitucional. ¿Para qué exponerse a alterar las reglas de convivencia que podrían agitar las aguas abisales aún en aparente calma?
La modalidad de estadista le evitará sonrojos y polémicas febriles. El pragmatismo tal vez sea ahora el mejor aliado de esta monarquía parlamentaria que, en esta fase electoral, ha perdido por el camino uno de sus mejores vasallos. Los resultados del separatismo no son tan decisorios que impidan al nuevo Gobierno navegar en la marejada de estas aguas peligrosas.
El PSOE gana las elecciones generales y conducirá al país a un parón ante la inminente crisis.