Miguel Ángel Gozalo | 03 de julio de 2019
El último plante al monarca por parte de las autoridades catalanes ha tenido lugar en la inauguración del Salón Internacional de la Logística.
La espera de la sentencia del procés y la impaciencia por que haya Gobierno, cuando acaban de cumplirse dos meses de las elecciones generales y el público empieza a dar palmas de tango, ha hecho que el clima político se haya enrarecido. España es un país en llamas, literal y metafóricamente.
No solo el Gobierno está en funciones. Pedro Sánchez necesita aliados para su investidura, y por ahora solo tiene un voto cántabro seguro. Los demás -PP, Ciudadanos y, si no toca moqueta en grado satisfactorio, Unidas Podemos- están dispuestos al no. Nacionalistas e independentistas juegan sus cartas con todo descaro: apoyarán a Sánchez si hace concesiones. Y, por lo que toca a los separatistas catalanes, siguen instalados en su desafío. De momento, que quede claro que el Rey de España es persona non grata en Cataluña. Y si se le ocurre visitar el principado, plante al Rey.
El plante al Rey se ha convertido como consigna independentista
Pero el Rey Felipe VI tampoco tiene dudas a la hora de enfrentarse a cuestiones de Estado que le incumben como parte de la responsabilidad contraída con todos los españoles. El hombre que el 3 de octubre de 2018, en pleno frenesí independentista, sintetizó mejor que nadie, en un discurso memorable, lo que Cataluña supone para España y cómo los demás españoles, representados por su persona, hemos de salir al paso de maniobras divisorias y anticonstitucionales, no solo exhibe la misma firmeza de entonces sino que no rebaja su atención por las cosas del principado.
En lo que va de año, Felipe VI ha realizado tres visitas a Barcelona. La última, a la inauguración del Salón Internacional de la Logística, una muestra organizada por la Zona Franca de Barcelona que, como tantas ferias de este tipo, prueba lo pujante y moderna que puede ser la Ciudad Condal cuando sus tres Administraciones convergen en la organización de exhibiciones de este tipo, juntando sus fuerzas sin tiquismiquis y remando en la misma dirección. Los Juegos Olímpicos de 1992 fueron el ejemplo más espectacular de ello.
En esta última visita del Rey a Barcelona, la Generalitat ha batido sus propias marcas del incumplimiento de las más elementales normas de funcionamiento institucional. ¿A alguien le cabe en la cabeza que, en una visita real a Cataluña, el representante del Estado -pues eso es el presidente de la Generalidad- y todo su Gobierno autonómico se escabullan «por razones de agenda»? Pues eso pasa en la Cataluña actual, que está doblemente sin Gobierno, porque ya sabemos lo que ocurre con el de Sánchez, y el del muy honorable señor Quim Torra está desaparecido.
El Rey mantiene intacto su interés por Cataluña y por participar en la vida de la sociedad catalana
No es ya un problema de cortesía, sino de simple funcionamiento democrático, de normalidad en el comportamiento de las gentes y de las instituciones. El plante al Rey se ha convertido como consigna independentista. En el caso de la alcaldesa Ada Colau es ya norma de obligado cumplimiento.
Afortunadamente, la sociedad catalana, modelo en muchos aspectos para el resto de los españoles pero sometida a trágalas inadmisibles por parte de algunos políticos, está reaccionando frente a estos disparates. El mundo económico y la sociedad civil le piden al Rey que siga ayudando, con su presencia, a que Cataluña (de la que el procés ha expulsado a centenares de empresas) recupere el sitio perdido y vuelva a ser esa parte de España vanguardista y plural que nunca debió dejar de ser.
En esta última visita, Felipe VI se ha entrevistado con el Colegio de Abogados de Tarragona, con la empresa Barcelona Global y con la patronal catalana agrupada en Foment del Traball (que preside el activo Josep Sánchez Llibre, expolítico de Unió, que fue mano derecha de Josep Antoni Duran i Lleida). El mensaje ha sido común y la petición, la misma: el Rey mantiene intacto su interés por Cataluña y por participar en la vida de la sociedad catalana.
Aunque esta vez la temperatura más alta en el termómetro del «plante al Rey» la ha alcanzado precisamente el consejero Miquel Buch, que, a propósito de la intervención de la UME (Unidad Militar de Emergencias) en el devastador incendio de las tierras del Ebro, ha dicho que era la ayuda «de un país vecino». La UME, un sector del Ejército español especializado en remendar España, ha hecho como que no lo oía y ha seguido con su valiente tarea.
El plante al Rey es, más que una maniobra política, una pejiguera. «Cualquier cosa -dice la RAE- que sin traernos gran provecho, nos pone en embarazo y dificultad». Tranquilos, que todo esto pasará.