Miguel Ángel Gozalo | 04 de mayo de 2019
Iglesias presume de que su partido es imprescindible, pero Sánchez esperará a las elecciones de mayo.
Las dimensiones de la hecatombe popular en las elecciones generales del 28 de abril han sido épicas y se corresponden con el éxito simultáneo del PSOE de Pedro Sánchez. No se dan en política, habitualmente, esas derrotas demoledoras y esos triunfos apoteósicos.
Puedes ver los resultados provisionales de las elecciones del #28A
◽️Al @Congreso_Es ?https://t.co/CX4TeHJY46
◽️Al @Senadoesp ?https://t.co/W1T0shdNGb pic.twitter.com/dSGbsXC9NI
— Ministerio Interior (@interiorgob) April 29, 2019
Sobre las causas de tal desequilibrio especula ahora todo el mundo y, dado que vienen a toda velocidad las triples elecciones (municipales, autonómicas y europeas), es de esperar que los sabios den con la explicación y, en el caso del PP, con la medicina curativa o, al menos, paliativa: otro descalabro a escala local y autonómica podría tener consecuencias letales para la formación heredera de Manuel Fraga, José María Aznar y Mariano Rajoy y para su animoso y en tantos aspectos brillante y joven capitán, Pablo Casado.
Después de la tempestad, algo de calma. Tras la borrachera, resaca. Es lo que toca una vez pasada la frenética noche electoral, que, para más inri de los adversarios de un Sánchez obsesionado con la propaganda, hizo buenas las previsiones de su gurú demoscópico de cabecera, José Félix Tezanos. Y la primera incógnita a despejar es saber con quién formará Gobierno el triunfador Pedro Sánchez, que, aunque ha pasado de 84 a 123 escaños, necesita apoyos para la investidura y para gobernar.
La derecha (o las derechas, como las denomina el desdeñoso secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos) han basado su campaña en el peligro independentista y su golpe de Estado permanente, pero, por lo que se ve, eso no ha bastado para vencer a Sánchez.
Las dos cartas de Sánchez
El peligro sigue ahí, e incluso aumenta, porque los nacionalistas han mejorado su posiciones, pero Sánchez puede no tener que depender de ellos (o no de todos ellos) para gobernar. Dispone de dos cartas para jugar sin recurrir al lazo amarillo: gobernar en solitario (lo que más le apetece), con apoyos puntuales, o hacerlo con los restos del naufragio de Podemos y algunos amigos más, desde Bildu (cuatro escaños incondicionales de Arnaldo Otegi) al voto del partido del presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, «el hombre de Altamira de la política espectáculo», como lo ha llamado Jorge Bustos.
En la misma noche electoral, el hombre de la coleta ya planteó como asunto prioritario de la vida española su entrada en el Gobierno
La entrada de Podemos en el Gobierno está por ver. Alguien que ha demostrado conocer muy bien a sus compatriotas, como Pedro Sánchez, se sabe de memoria a Pablo Iglesias, y ha visto que, en la misma noche electoral, el hombre de la coleta ya planteó como asunto prioritario de la vida española su entrada en el Gobierno. No lo formuló con el descaro de la vez anterior, mediante Rey interpuesto, exigiendo determinadas carteras y organismos, como RTVE y Cesid, y cuando la posibilidad de sorpasso al PSOE era aún una ilusión, pero sí con la arrogancia del árbitro que sale al campo presumiendo de que sin él sobre la hierba no hay partido.
Con los periodistas, tras un tibio reconocimiento de unos malos resultados (pero que habían alcanzado sus dos objetivos, parar a la ultraderecha y ser indispensables para la gobernabilidad), se mostró tan enigmático como si estuviéramos al borde de una negociación en Naciones Unidas sobre la paz en Oriente Medio: «Tenemos que tener muchas reuniones de diálogo. Habrá que hacer un programa de Gobierno. Tiene ustedes que tener paciencia y cierta discreción».
Muchos analistas apuntan que hemos entrado en una fase nueva de nuestra democracia, tan cainita y rencorosa: la de los pactos. Aquello que milagrosamente funcionó en la Transición. Algún día quizá pueda tejerse una gran coalición entre socialistas y populares, como si esto fuera Alemania y no un país donde a Cayetana Álvarez de Toledo no la dejan hablar en una universidad y a Inés Arrimadas la insultan por la calle. Pero ahora los pactos de Gobierno parecen complicados e improbables. Aunque la CEOE se lo pida a Ciudadanos para apuntalar al PSOE.
Algún día quizá pueda tejerse una gran coalición entre socialistas y populares, como si esto fuera Alemania
La entrada de Podemos en el Gobierno de Sánchez sería un primer paso en esa búsqueda de la definitiva normalidad. Pero, por ahora, «no pinta bien», al contrario de lo que Sánchez dijo en Ferraz tras uno de los debates televisados y antes de alzarse con su contundente victoria. De momento, investidura con geometría variable y después de las elecciones de mayo ya hablaremos. Pero, por ahora, Pablo, ¿te conformas con la tele, que tanto te gusta y un coche para que no tengas que ir en taxi a Prado del Rey?
El PSOE gana las elecciones generales y conducirá al país a un parón ante la inminente crisis.
Aleja un pacto para defender España, pero le facilita conquistar el liderazgo del centro derecha.