Elio Gallego | 05 de mayo de 2020
El hecho de que China sea una enorme tiranía comunista ayuda a su buena imagen en una sociedad tan escorada a la izquierda.
Para nosotros, los occidentales, China siempre ha estado envuelta en el misterio y, sinceramente, no parece que eso haya cambiado mucho. No, al menos, para mí. Incluso creo percibir que ese misterio, lejos de desaparecer, va en aumento. Me resulta misterioso, por ejemplo, que una dictadura tan terrible y contraria a todo derecho humano pueda gozar de tanta aceptación mediática, de tanta complacencia política, incluso eclesial.
No cabe duda de que el hecho de que sea una enorme tiranía comunista ayuda a su buena imagen en una sociedad tan escorada a la izquierda. Pero tengo la sensación de que incluso así hay algo que no termina de encajar en la benevolencia con que es tratada esta enorme superpotencia. ¿Influirá, acaso, la existencia de una enorme red de intereses creados al más alto nivel y de la que desconocemos su alcance y extensión? ¿Cómo se explica de otro modo que el Gobierno esté comprando lo que nos debería salvar a aquellos mismos que nos han infectado con lo que nos mata? ¿No hay otros mercados?
Pero si, además, se confirma un día sí y otro también que las compras que realiza este Comité de Salud Pública de pacotilla presidido por el Doctor Sánchez a empresas chinas, por valor de decenas de millones de euros, resultan fallidas, y es mercancía defectuosa, solo cabe pensar que, o bien todo se debe un grado incompetencia inédita hasta ahora, o bien a hechos que caen directamente bajo el ámbito del derecho penal. Y es verdad que lo que puede ser explicado por la estupidez e incompetencia no debe ser explicado por la maldad, pero ¿tanto?
Por otro lado, es un hecho que a fecha de hoy no se tiene claro el origen del dichoso virus que ha acabado con la vida de cientos de miles de personas en todo el mundo. Como es igualmente un hecho que el Gobierno chino ocultó la peligrosidad y el alcance de lo que estaba sucediendo durante un tiempo que ha resultado ser vital, o, mejor dicho, mortal para todo el mundo. Que pregunten si no al médico de Wuhan que fue el primero en dar la voz de alarma y cómo fue silenciado. Hasta que ha muerto.
Pero, como ya empieza a ser habitual, el grado de genuflexión ante China ha encontrado en los responsables de la Unión Europea su forma más perfecta y acabada. Forma que tiene, a lo que parece, en Josep Borrell a su verdadero valedor. «Los dos principales diarios de Estados Unidos, The New York Times y The Washington Post -se puede leer en ABC del 2 de mayo pasado-, han denunciado que, desde Bruselas, Borrell se ha doblegado ante las presiones del Gobierno de China para corregir un informe oficial de la Unión Europea y eliminar las acusaciones que había en él de que Pekín tiene en pie «una campaña de desinformación global». Una información de cuya fuente nadie podrá acusar de alinearse con la derecha conspiranoica, pues ambos periódicos son lo más selecto de la prensa “liberal” -entiéndase progre- norteamericana.
No cabe duda, pues, que la pandemia que estamos sufriendo ha generado una situación nueva, pero es una novedad que ha permitido poner al descubierto muchas cosas que estaban ante nuestros ojos, cosas que estaban ahí, pero a las que no prestábamos ninguna atención o, simplemente, preferíamos no ver. Por ejemplo, ¿cuál es nuestro nivel de dependencia de China? Ahora vemos que mucho.
Y no ya por esa miríada de artículos y artilugios de todo tipo de los que uno podría prescindir perfectamente y que se compran casi por inercia. Productos todos ellos, por cierto, que llevan la marca de haber sido fabricados muy baratos por una masa laboral semiesclavizada, algo que no parece molestar en absoluto a nuestros comunistas. No, la realidad nos ha dicho que dependemos en cuestiones tan esenciales como pueden ser test, mascarillas, respiradores, antivirales… Cierto que en esto España no es un caso único o aislado. Ahí está los mismísimos Estados Unidos para comprobar que no son menos dependientes que nosotros de la producción china de medicamentos esenciales.
Llegados a este punto, sería bueno pararse a reflexionar y preguntarnos si conviene mantener esta dependencia de un Partido Comunista y de un imperio que carece por completo de todo tipo de escrúpulo en su búsqueda de una hegemonía mundial. En otras palabras, ¿no es hora de ir buscando otras estrategias políticas y comerciales que no pasen por hacerle el juego esa gigantesca e inhumana dictadura comunista?, ¿no es hora de dejar de izquierdear con China?
Las consecuencias del coronavirus sobrepasan los aspectos de salud. La economía china puede sufrir un duro golpe que afectaría a gran parte del mundo, incluida España.
China trata de imponer el relato de que sus recientes éxitos en el control del coronavirus significarían el triunfo del autoritarismo del Partido frente a la democracia occidental.