Juan Milián Querol | 05 de mayo de 2021
Sánchez quiso que «su persona» fuera el centro de la campaña hasta que las encuestas le demostraron que era el mayor estorbo. Tantos fueron los regates en corto de la campaña socialista que ni su candidato sabía lo que representaba.
Pedro Sánchez ha jugado al todo vale, pero nada le ha servido. Los madrileños no se han amilanado ante los insultos y los ataques teledirigidos desde la Moncloa y han votado libertad, ¡qué cojones! Pintar Madrid como un infierno y llamar fascista y tabernario al personal no podía ser una jugada maestra, y no lo ha sido. Sí, el resultado ha sido redondo, pero para el Partido Popular; por lo que algún maquiavelito tendrá que repensar lo de la guerra cultural en tiempos de coronavirus. Las etiquetas que reparte el sanchismo ya no estigmatizan; en todo caso, motivan a la contra. Así, José Félix Tezanos demostró ser el sanchismo reconcentrado y ayudó a muchos a reflexionar sobre el destrozo que este PSOE ha perpetrado en todas las instituciones, desde el CIS hasta TVE. Compitiendo con el peor Pablo Iglesias, el sanchismo ha tocado fondo. PSOE y Podemos han practicado un guerracivilismo retórico… y no tan retórico. La actuación de los escoltas de Pablo Iglesias, a lo años 30, y el encubrimiento del ministro Fernando Grande-Marlaska superan todo límite.
Sánchez quiso que «su persona» fuera el centro de la campaña hasta que las encuestas le demostraron que era el mayor estorbo. Sin embargo, sus ministros siguieron aplicando el manual sanchista de la confrontación permanente. El candidato del PSOE, de cuyo nombre nadie llegó a acordarse, se presentó como un «soso» y, al final, se pasó de sal. Tantos fueron los regates en corto de la campaña socialista que ni su candidato sabía lo que representaba. Frente a la libertad de Isabel Díaz Ayuso, el socialista proponía un «progresismo, posición progresista, progresión, proceso de situación en la que estemos en un progresismo moderado pero abierto, centrado no de centro, con los brazos abiertos en las dos direcciones». El trabalenguas era el síntoma de un proyecto ideológico desnortado.
La desesperación de los gurús monclovitas era tal que usaron la navaja ensobrada por una persona con esquizofrenia para acusar de fascismo a más de medio Madrid. El papelón de la ministra Reyes Maroto ante el Congreso de los diputados pasará a los anales de la mala nueva política. El sanchismo ha calcado las jugarretas de Iglesias; pero, al final, los dos narcisistas han sido claramente derrotados en las urnas. Madrid no era un infierno. Y la hipérbole ha sido castigada. La ganadora moral en el bloque de la izquierda es Mónica García, quien le ha pegado un buen sorpasso al PSOE. Posiblemente Más Madrid ha sido la única izquierda medio europea en esta campaña. Porque Iglesias habrá sido electoralmente humillado, pasando de vicepresidente del Gobierno de España a diputado del último partido en un Parlamento autonómico, pero ha conseguido arrastrar al PSOE hacia el lodazal populista.
Los voceros de la izquierda seguirán acusando al PP de radicalismo, pero la verdad es que Ayuso ha barrido también en feudos tradicionalmente ajenos. En tiempos de fragmentación política y de pandemia, el Partido Popular ha alcanzado casi el 45% del voto con una participación enorme. Ha sumado más apoyo que las tres izquierdas juntas. Decenas de miles de antiguos votos socialistas han votado a la lista popular, iniciando el cambio de ciclo temido por la Moncloa. Y es que no pocos socialistas de toda la vida han acabado hasta la coronilla del nuevo PSOE adanista y mediocre, de ese sanchismo más marquetinero que obrero, sin más principio que la ambición personal de un líder vacuo.
¿Es este el principio del fin del sanchismo? Sánchez, lo hemos escrito alguna vez, es un significante vacío. Iván Redondo, si sobrevive a la cadena de errores iniciada en Murcia, podrá rellenarlo con cualquier nuevo contenido. Podemos esperar cualquier golpe de efecto de quienes se han instalado en la mentira sin complejos. La cuestión es que cada día son menos los españoles que creen en su tono impostado; cada día son más los trabajadores que dan un paso decisivo escapando de la izquierda. En todo caso, la política-veleta desaparece; la política sin ética retrocede. Iglesias se va, seguramente y como avanzó ABC, a probar el caviar de Jaume Roures. Y Sánchez pone su barba a remojar.
Este 4M han hundido a Pablo Iglesias, lo han expulsado de la política y ahora veremos cómo suplica acomodo con Roures en el mundo del espectáculo.
Habrá quien diga que estos resultados no son extrapolables al resto del país. Yo estoy convencido de que sí. En España no hay millones de votantes de extremistas, la mayoría del cuerpo social es gente moderada y de centro.