Ainhoa Uribe | 07 de mayo de 2019
El líder popular se enfrenta al reto de evitar que el partido se disuelva por el centro y por la derecha.
El resultado de la noche electoral del 28-A augura un oscuro futuro al Partido Popular, salvo que se realice un duro trabajo de regeneración interna, ad intra, y de comunicación e imagen externa, ad extra. Los resultados son por todos conocidos: las encuestas acertaron y ganó el Partido Socialista, pero la debacle popular fue más dura de lo esperado. El Partido Socialista arrancó muchos apoyos a Podemos, hasta alcanzar el 28% del voto total y obtener 123 escaños; mientras que el Partido Popular se partió en tres: los votantes de VOX, los de Ciudadanos y los suyos propios (llegando solo en este último caso al 16,6% del voto).
Es cierto que VOX y el Partido Popular juntos sumaban casi los mismos votos que el Partido Socialista en muchas provincias, pero también es cierto que la mecánica del sistema electoral genera mayorías artificiales y artificiosas, por lo que la división del voto es un juego muy peligroso en España.
El reto para Pablo Casado será superar las tensiones internas del partido para poder trabajar en la calle
Buena parte de los votantes de VOX ya están arrepentidos del sentido de su voto, pero ya no tiene marcha atrás. Es probable que VOX se desinfle a futuro, como le ocurrió a Podemos, y sus afines hagan voto útil a futuro. Sirva como ejemplo que la formación morada ha pasado de 71 a 42 escaños, a los que se suman los 7 de Guanyem Barcelona, de Ada Colau, como consecuencia de su desgaste político en tan solo una legislatura.
Los votantes de VOX, pese a irrumpir en el Congreso con una veintena de diputados, verán difícilmente satisfechas sus ilusiones políticas con Pedro Sánchez, ya que un Gobierno popular siempre iba a ser más proclive a sus propuestas que un Gobierno sanchista.
Por consiguiente, dos son ahora las reflexiones o análisis de la situación: de un lado, el futuro incierto del Partido Popular y, de otro, el futuro (algo más cierto) de Ciudadanos. Ciudadanos ha conquistado el 15,8% de los votos (un punto menos que los populares), lo que ha supuesto la mayor derrota histórica y moral del PP. Intentará, por ello, atacar al PP y lograr el sorpasso.
¿Qué ha sucedido para llegar a esto? No parece justo echar todas las culpas a Pablo Casado: un líder que ha renovado sustancialmente el partido, un líder que ha abanderado el viejo proyecto político de la derecha, y un líder que ha defendido con locuacidad y contundencia su programa electoral. Frente al humo electoralista, Casado ha vendido ideas concretas, pero no ha podido superar la desafección de la derecha con el PP.
Los errores del Partido Popular han sido muchos. Tres, quizás, podrían ser más importantes.
El primero, el desierto mediático del centro-derecha. El PP no supo, ni durante el Gobierno de José María Aznar ni durante el Gobierno de Mariano Rajoy, crear una estructura mediática afín. Hoy los españoles consumen información que parte de medios de comunicación progresistas, lo que facilita la socialización en dicha línea.
El segundo, la corrupción: los escándalos han sido más que sonoros y han lastrado la imagen de limpieza y eficacia del PP.
El tercero, la tibieza programática. El Gobierno de Mariano Rajoy no ha sido contundente en la defensa de su proyecto político tradicional, lo cual ha llevado a muchos votantes a abandonarlo: cuestiones como la defensa de España, de la familia y otros temas no han estado presentes con la suficiente fuerza y contundencia. Los nacionalistas independentistas han ganado espacio gracias a ello y los votantes más conservadores han castigado con contundencia al PP. En resumen, el discurso (y la renovación) de Pablo Casado llegaron tarde.
Pablo Casado no merecía tal derrota, pero ahora toca hacer examen de conciencia y abordar la batalla en dos frentes. El primero a nivel interno, para conseguir el apoyo de los barones populares, que ahora lo miran, injustamente, a él como chivo expiatorio de la derrota. El segundo, a nivel externo, para ganarse la confianza de los votantes de VOX. Los que votaron a Ciudadanos es difícil que retornen al proyecto popular, porque tienen un perfil más liberal y moderado, por lo que el nicho de votos que el PP debe conquistar es el votante de VOX.
El reto para Pablo Casado será, pasadas las elecciones municipales y europeas, superar las tensiones internas del partido, para poder trabajar en la calle y ganarse la confianza de los ciudadanos. Sin embargo, sus colegas se lo pondrán muy difícil. Son muchos los diputados y senadores que han perdido su trabajo. El PP casi ha desaparecido de Cataluña. Está ausente del País Vasco. Y Albert Rivera le pisa los talones. No será fácil, por tanto, adoptar una estrategia clara de liderazgo, que consiga recomponer las piezas del puzle de la derecha.
Las cúpulas mediocres y oportunistas han condenado a la extinción al Partido Popular, que pronto será historia.
Aleja un pacto para defender España, pero le facilita conquistar el liderazgo del centro derecha.